Segunda División
Yeremay, de ser superado por Alejo a intercambiarle la camiseta
El canario, atado por el lateral, rescató desde los once metros un punto inmerecido

Yeremay, ante Alejo / CARLOS PARDELLAS

Yeremay e Iván Alejo se las tuvieron desde el primer minuto. El canario, golpeado cada vez que recibía el esférico, se fue de Riazor con un gol más y la sensación de haber sido superado por su par durante gran parte del encuentro. Terminó entrando el regate, el caño, y la pelota dentro de la red para rescatar un punto, pero su protagonismo fue eclipsado por el lateral derecho, de regreso tras sanción para desespero de Riazor y de todos los blanquiazules.
Alejo le comió primero la tostada, luego la oreja, y terminó pidiéndole la camiseta. Faena hecha. Anuló el talento del diestro, espeso, excesivamente individualista, y desaparecido en las ayudas a Quagliata. No hubo juego en un primer tiempo dominado por las directrices vallisoletanas, que aprovecharon ese y otros agujeros. Solo contra 10, pudo hacerse con el mando el equipo de Hidalgo, quien hasta el momento perdía en posesión, hambre, intensidad y marcador.
Con uno más, Riazor puso la llama que le faltaba a un equipo dubitativo, entrecortado, lejos de aquella versión dispuesta a comerse la liga hace solo un mes. Con uno más, Hidalgo apostó por acumular efectivos. Cada vez más, y más, hasta que Mario miró a los lados y se vio solo en el centro del campo.
Estuvo a punto de no lograrlo. Por juego, no lo hubiera merecido, pues Guillherme solo tuvo que intervenir un par de veces. Una de ellas, eso sí, con una atajada casi milagrosa a Loureiro.
Eddahchouri, quien no atendió a los gritos de Alejo, que fue a recriminarle la caída en el área, forzó un penalti en el que solo creía el neerlandés. Yeremay salvó un punto gracias al ahínco de Zaka. Un punto para reconstruir a un Dépor necesitado de confianza.
Riazor, incombustible
Riazor, con 19.482 aficionados, estalló contra las faltas y las pérdidas de tiempo . 19.482 espectadores presenciaron el encuentro, que acabó con la paciencia del público, desesperado ante las continuas interrupciones pucelanas, que cortaron con faltas una y otra vez los ataques locales ante la permisividad del trencilla, Palencia Caballero, quien terminó señalando un penalti tan claro como inocente en cada área.

La afición / Carlos Pardellas
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