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0-2 | Vuelve el Deportivo de los guantazos

El Zaragoza abrió la guardia tras el descanso y el equipo coruñés, con más pegada que fútbol, le mandó a la lona con dos derechazos de Soriano y un Yeremay maradoniano | Respira después de cinco partidos sin ganar y mira a la zona alta

Carlos Miranda

Carlos Miranda

A Coruña

El Zaragoza se pasó toda la primera parte con los guantes tapándole la cara, más pendiente de prevenir brechas que de soltar algún sopapo que le abriese el camino de una salvación que pinta negra, negra. En cuanto se sintió fuerte y abrió la guardia tras el descanso, se encontró a un Deportivo y a un Yeremay al que, por momentos, es imposible aguantarles un intercambio de golpes. Demoledor, con hierro en el vendaje. Primero fue un derechazo de Mario Soriano a la red, luego otro entre el canario, vestido de Maradona, y Mella que mandó al Zaragoza a la lona. Regresó el Deportivo de los guantazos, al que aún le falta un fútbol y una propuesta redondas, pero que cuando se pone a repartir, es irresistible, inabordable. Un triunfo en Zaragoza (0-2) que le da aire y tiempo y que le asienta en la zona de play off de ascenso, a la espera de pelear por el pasaporte directo. El Dépor es un equipo lleno de tesoros en zona ofensiva.

El Estadio Ibercaja no es La Romareda ni el Zaragoza parece el Zaragoza. Deambulando por Segunda, resistiéndose a caer a ese pringoso pozo que bien conoce el Dépor. El equipo maño como club y como institución lleva tiempo magullado. Un manojo de nervios y de necesidades. Seis puntos en once partidos, no hay rastro de aquel equipo poderoso que a veces cogía de la pechera a los grandes. El plan de partido de Rubén Sellés, que debutaba en casa para resucitar a un grupo semimoribundo, era una prolongación de esa sensación. Seguro que era lo más pertinente ante el poder ofensivo del Deportivo en la penúltima línea, una peligrosidad que se acrecienta con espacios. Ni el más mínimo resquicio. Repliegue intensivo, presiones contadas y la pelota, para el Dépor. Los pasillos interiores estaban blindados y al equipo coruñés, más liberado que hace una semana con el Valladolid y esa presión adelantada, no le quedaba más remedio que llenar la mochila de paciencia. Tocar, tocar, intentar. Yeremay y Mario Soriano estaban jugones y revoloteaban el área, pero en realidad apenas probaban a Adrián. Un par de disparos lejanos y algún malabarismo del canario. Nada más. Mucha escenografía, poca chicha.

El equipo de Hidalgo, también tocado en el último mes, ya se esperaba un plan de partido parecido. Por eso su técnico recurrió a Gragera para equilibrarse y para sumar futbolistas por dentro. Los damnificados de la Copa por problemas físicos fueron Barcia y Mulattieri. Uno en el banquillo y el otro en el grada. Más madera al parte de bajas de un Deportivo que se dispuso en un 4-2-3-1, mucho más orgánico con Soriano cerca del área y Yeremay y Mella en las bandas. Alternaría también con un 3-5-2. Todo era más natural, más reconocible. Otra cosa es que consiguiese hacer daño, ser vertical, cambiar de ritmo... Demasiado pautado, anodino.

El Zaragoza estaba dominado, pero no doblegado. De hecho, de los grandes sustos del primer tiempo fueron aragoneses. Un gol bien anulado Raúl Guti en el minuto seis, en el que el Deportivo abandonó el balcón del área, y una gran parada de Parreño a Toni Moya, quien se coló hasta la cocina después de que desprotegiese su zona un Noubi que va a todas y necesita aprender a medir. La parada del ilicitano de cada partido. Hidalgo torcía el gesto, el deportivismo torcía el gesto.

Vídeo | Así fue el Zaragoza - Deportivo

El Dépor volvió a tener el dominio y a utilizar un poco más las bandas en el último tramo de la primera parte. Así llegó la más clara de los coruñeses antes del descanso. Una progresión y centro de Quagliata que encontró a Eddahchouri en el corazón de área. El holandés se giró y cedió a un Soriano que acarició el gol. Casi. Esa y una falta lateral de Noubi, de lo mejor de un escaso bagaje ofensivo coruñés, mientras el Zaragoza peleaba cada pulgada del partido y se echaba al suelo en el área a la mínima buscando penaltis, fruto de su imaginación y necesidad. Ahí también se demostró que la presión del Ibercaja no es la de La Romareda. Ais Reig, firme, resistía.

Cambia el panorama

El Zaragoza, animado por haber sostenido el pulso, se quitó el corsé. Del vestuario maño llegaron nuevos aires tras el descanso. Tocaba juego revuelto, arriesgar, subir líneas. Las precauciones se habían quedado en un cajón y le tocaba convertirse en el Valladolid de hace una semana, llevar al Dépor a su campo, ahogarle en la salida de pelota. Y durante algunos minutos lo logró. Disfrutó el equipo local de varios disparos desde la frontal, el conjunto coruñés parecía tambalearse, doblar las rodillas. Era un espejismo, porque cuando se le pide al Dépor entrar en un intercambio, hay que asumir las consecuencias y pronto llegarían.

Antes del primer punto de inflexión del duelo, el Dépor ya se benefició del nuevo escenario de partido. Por fin podía ir a atosigar arriba, encontraba espacios cuando robaba. Casi marca Diego Villares tras una de sus características presiones altas. Le faltó superar la última puerta del eslalom. Fue el preludio de la chispa, de abrir las compuertas. Un toque de Yeremay y un flechazo de Mario Soriano a la escuadra. 0-1, minuto 54.

Abrió el mar ante sí, porque el Zaragoza se lanzó de nuevo, pero con dudas, claro, las que dan no ganar, las que dan notarse largo en el campo y ni atacar bien ni defender bien. Estaba abierto en canal el equipo de Sellés y rondaba el área del Dépor, pero el panorama era inmejorable para un Deportivo que ya llevaba un buen rato con Yeremay jugón a más no poder. Podía arrancar, girar, juguetear con el balón, cabalgar... Un peligro público.

Y fue uno de esos días que el canario pasa del artificio a la esencia, al fútbol de peso. Recibió una pelota antes del centro del campo se hizo un control orientado y arrancó la moto, a su rebufo vino Ale Gomes y medio Zaragoza, al que se le estaba poniendo cara de ingleses en el Mundial de México 86. Después de recorrer más de cincuenta metros, tuvo el aliento y la claridad para dejársela de tacón a Mella. 0-2, minuto 73. Una delicia, una obra de arte del 10. Siempre el 10.

El estadio Ibercaja, más hundido que enfadado, se quedó sin reacción. El Zaragoza también. Fueron 20 minutos plácidos, inesperados respecto a lo que se vive siempre en la capital aragonesa. Nuevos tiempos en los que el Dépor también quiere pintar y ser grande. Con Yeremay y ese atajo de jugones, aunque sea un equipo imperfecto, siempre será más fácil.

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