José María Rivera Corral nació en 1856 en As Pontes. Tras pasar unos años en La Habana, en 1890 regresó a Galicia y se casó con Carmen Illade Rilo. Seis años después de establecerse, comenzó su actividad empresarial junto con otro socio y fundó la sociedad La Estrella de Oro, especializada en la fabricación de chocolates y pastas de harina. Rivera entró a formar parte de la sociedad Casado, Hermano y Compañía en 1901, que tenía por objeto la fabricación de cervezas y bebidas gaseosas -ésta fue el núcleo primitivo de lo que después sería La Estrella-.

En 1906 se inició la construcción y el montaje de la fábrica de hielo y cerveza para la pequeña sociedad. Los socios dotaron a la compañía de construcciones amplias y modernas que supusieron fuertes inversiones. Desde sus comienzos, la principal actividad de esta empresa ya era, junto con la fabricación de hielo, la cerveza. Además de este negocio, Rivera se embarcó en otros relacionados con la explotación de recursos pesqueros. En 1908, Rivera patentó la marca Estrella de Galicia.

El empresario coruñés continuó su andadura en solitario a partir de 1912, momento en que se disolvió la compañía que había montado con sus socios y se comprometió a comprar todos los activos de la empresa. La adquisición se hizo con créditos bancarios, la inversión de pequeños ahorradores y la autofinanciación. En esta época fue especialmente relevante la red financiera familiar informal, que contribuyó en parte a superar el riesgo asumido. La existencia de esta red de relaciones entre amigos y familiares de As Pontes fue fundamental en estos años para la marcha del negocio. A partir de 1913 la producción de cerveza se convertirá en la más rentable, por delante del agua y del hielo.

Desde los años 20, el número de sociedades cerveceras en España, sin embargo, se redujo de manera radical, bien por quiebras o por procesos de integración horizontal. Las fusiones se produjeron por la necesidad de incrementar la producción para satisfacer a una demanda cada vez más numerosa. El consumo de cerveza embotellada se generalizó y se extendió la publicidad en el sector.

Sólo se mantuvieron en el mercado las sociedades capaces de acometer renovaciones tecnológicas y procesos de modernización. Las medidas de actualización en La Estrella comenzaron por la ampliación de la fábrica de 1906, que resultaba ya insuficiente, al haber sido proyectada para la fabricación de hielos más que para la de cerveza. El resultado fue un cambio significativo del proceso productivo y su equiparación a los existentes en otras áreas de mayor nivel de desarrollo. De esta forma pasó de elaborar sólo dos variedades de cerveza: la de barril (sin pasteurizar) y la embotellada (pasteurizada), a producir varios tipos: Pilsen, Munich, bock y doble bock. En 1936, con el negocio ya consolidado, falleció José María Rivera Corral.

Su hijo y sucesor, Ramón Rivera Illade, acometió diversas transformaciones para adaptar la factoría a los nuevos tiempos. Para ello, liquidó la red informal de financiación de que disponía su padre (amigos y familiares) y realizó una profunda reforma contable. Durante la Guerra Civil se produjo un descenso de las ventas tradicionales, pero éstas se compensaron con las ventas al Ejército franquista. En 1940, por primera vez, la sociedad arrojó pérdidas en su cuenta de resultados. Tras el conflicto, la actividad cervecera fue regulada de una manera estricta: se fijaron cupos de fabricación para evitar excedentes y se fijó un precio único para todo el mercado español, lo que condujo a una caída de la producción. Otra de las constantes fue la gran dificultad de adquisición de tecnología e incluso la conservación de la existente por falta de accesorios.

Durante los años 50 se advierten dos periodos diferenciados: el de crecimiento de la primera mitad y el estancamiento y postración de la segunda. A finales de esta década comenzaron nuevas obras de remodelación de la fábrica de Cuatro Caminos que se prolongaron hasta 1962. Dos años después falleció Ramón Rivera Illade entrando, de esta forma, la tercera generación en la empresa.

En los años 60, la cerveza se convirtió en uno de los productos que mayor crecimiento experimentó en su consumo. Cada vez más, se transformó en una bebida popular y dejó de ser un producto exclusivo de las clases medias. El siguiente paso fue situar la producción a los niveles que exigía la demanda y la solución pasaba por aumentar la producción introduciendo más avances tecnológicos. En 1967 se tomó la decisión de adquirir una parcela en el polígono de A Grela, entonces en el límite de la ciudad. En la decisión pesaron sobre todo las ventajas de localización, al estar mucho más próximo a los mercados de consumo y disponer de mejores medios de comunicación que el resto de las opciones. Este nuevo asentamiento fue dotado de tecnología puntera. La estrategia comercial consistió en afianzar el mercado coruñés, en el que resultaba la marca dominante y sobre todo en expandirse por el resto del mercado gallego.

El éxito de ventas de la Estrella en los años 70 residió en la elaboración de nuevos productos que reemplazaron o completaron a los ya tradicionales, además de la publicidad. En esta época, la crisis energética provocó un encarecimiento de las materias primas. Los datos fueron mejores en la década siguiente, cuando se transformó la sociedad de responsabilidad limitada en anónima, también en estos años se produjo la entrada de la cuarta generación familiar. La continuidad estaba asegurada y tan sólo experimentó las fluctuaciones comunes a los grandes ciclos de la historia económica de la España de los ochenta y los noventa.

El consumo bajó con la adhesión de España a la Comunidad Europea, y posteriormente durante los primeros años de la década de los noventa, debido a la caída del turismo. La Estrella remontó la situación en 1994. Tras la crisis de ese año, España se convirtió en el tercer productor de cerveza de la UE, sólo por detrás de Alemania y Reino Unido. El consumo por persona y año había mejorado y se situó a la cabeza de los países de la cultura del vino.

En estos años, la factoría hizo importantes inversiones en I+D e incluyó en sus instalaciones un laboratorio. Los resultados más espectaculares se produjeron con la introducción en el mercado gallego de las primeras cervezas extra en 1982. En 1993 se comercializó la 1906, en conmemoración del año en que se había inaugurado la fábrica, una cerveza que se puede calificar de autor. Dos años después nació la primera embotellada sin alcohol, fruto también de la investigación en el laboratorio y bautizada con el logotipo River.

El traspaso a la cuarta generación se produjo hacia 1999, y desde entonces hasta 2004 se duplicaron las ventas. Contribuyeron a este incremento, por un lado, la climatología, que fue muy favorable con inviernos poco rigurosos y veranos calurosos y, por otro, la intensificación de la actividad turística en estos años. En este periodo, la estrategia empresarial se centró en la diversificación del producto y, además de cerveza, incluyó en el negocio aguas, zumos, sidra y vinos.

Tras la celebración de su centenario en 2006, La Estrella se ha situado como una de las empresas más solventes, rentables y saneadas.

Alonso, Luis; Lindoso, Elvira;

Vilar, Margarita. Construyendo

empresas. La trayectoria de los emprendedores coruñeses en perspectiva histórica