El origen de la fábrica de Lápices la Hispania está vinculado al emprendedor ferrolano Alberto Fernández Martín, quien ejercía de representante de material de escritorio. Su trabajo le permitió observar cómo la venta de lápices y plumillas disponía de una amplia demanda en el mercado, por lo que constituyó en 1934, junto a otros socios, la sociedad limitada Hispania Fábrica de Lápices.

Tras la separación a los pocos meses de uno de los socios, los demás miembros decidieron ampliar el capital. La fuerte apuesta inversora pronto comenzó a dar sus beneficios, que sólo se vieron frenados durante los primeros meses de la Guerra civil. Una vez pasados estos momentos de incertidumbre, las cuentas de la sociedad se recuperaron. Durante sus primeros años de actividad, la empresa ya lograba fabricar aproximadamente unos 36.000 lápices al día.

Su conocido logotipo compuesto por dos figuras humanas con las manos entrelazadas se convirtió también en su marca registrada. Bajo este símbolo de identificación, fabricaba lápices de mina de grafito y de colores, plumillas de acero y peines de caucho. Uno de sus productos más exitosos fue el lápiz de la marca Johan Sindel, muy apreciado por la calidad de su madera de cedro americano y su mina de grafito. El lápiz llevaba el nombre del técnico alemán que había llegado a Ferrol en los años 30, huyendo probablemente de la situación política de su país. Además de ceder su propio nombre para el producto, Sindel dirigía el proceso de fabricación, lo que suponía un elevado coste para la fábrica, ya que su sueldo estaba incluso por encima de los ingresos salariales del gerente. Otra de las claves del éxito de la Hispania fue su exquisita presentación en el mercado.

Durante la Guerra civil, Galicia contó con una posición privilegiada al encontrarse en la zona del bando vencedor. En esta época las expectativas empresariales no debían de ser malas, ya que los socios decidieron trasladar la fábrica a un nuevo emplazamiento más amplio en pleno conflicto bélico.

Los años cuarenta trajeron muchas novedades para la sociedad: se terminaron las obras del nuevo edificio social al que se trasladó el proceso de producción y se produjeron cambios en la distribución de los fondos de la empresa, ya que Alberto Fernández Martín se convirtió en el socio mayoritario. En estos años el capital social aumentó de forma espectacular. Hay que tener en cuenta que los intereses de los socios de la Hispania iban mucho más allá de la fábrica de lápices. Compartieron mesa en el consejo de administración en empresas como Parma, Fenya y Astano, además de fundar varias empresas.

Durante este periodo la empresa ya era capaz de producir alrededor de 180.000 unidades al día de lápices Johan Sindel. Las ventas se incrementaron en esta época debido a la escasez de lápices alemanes en el mercado durante la II Guerra Mundial . Tras el conflicto mundial, los productos alemanes recuperaron su posición en el mercado, pero la Hispania logró sostenerse.

Durante los difíciles años de la autarquía, caracterizados por la escasez , la fábrica de lápices tuvo que buscar estrategias de supervivencia. De un lado, el recorte de las llegadas de maderas de importación obligó a utilizar materia prima autóctona, de calidad inferior y menos adecuada para la fabricación de lápices.

El mercado interior quedó prácticamente cerrado y las restricciones comerciales y la escasez de dólares dificultaron la importación de maderas de cedro, lo que provocó un encarecimiento de los costes de producción y alargó el proceso de fabricación.

El contexto autárquico también dificultaba la compra de maquinaria y tecnología, básicamente alemana, imprescindible para mantener activo el proceso de producción. Para hacer frente a estas dificultades se creó dentro de la fábrica un taller de maquinaria donde se imitaba la tecnología alemana, lo que permitió superar la obsolescencia típica de la industria española en la posguerra civil.

Gracias a la buena gestión de la empresa frente a un contexto adverso, la facturación no dejó de crecer. Alrededor del 60 o70% de la producción se dirigía al mercado interior. En esta área de mercado, entre los principales competidores se encontraban los fabricantes de lápices catalanes que operaban con las marcas Masat y Jovi. El 30 o 40% restante se destinaba a Europa y a Estados Unidos, unos mercados donde los productos alemanes disfrutaban de amplia acogida. El crecimiento y diversificación de la producción provocó que las instalaciones de la fábrica resultaran insuficientes. Con este fin decidieron trasladar la sección de carpintería a otro edificio. La ampliación del espacio fabril permitía producir mayor cantidad de madera en un tiempo más breve, con lo que la fabricación de lápices se multiplicó.

En los años 50, la fábrica presenció una pequeña revolución tecnológica: la llegada del bolígrafo, que desplazó a la pluma estilográfica como utensilio universal para escribir (con el Bic se podía escribir en línea durante 5 km). La Hispania comenzó muy pronto a fabricar bolígrafos a principios de los años 50.

A finales de los 50, con la segunda generación ya dentro de la empresa, la fábrica alcanzó su mayor momento de apogeo. Paradójicamente, la aprobación del Plan de Estabilización, que dio lugar a un creciente aperturismo de la economía española, hirió de muerte a la fábrica, debido a la importación de lápices procedentes de otros países.

Para hacer frente a la nueva situación era necesaria una completa renovación tecnológica, pero decidieron no llevarlas a cabo ante las escasas expectativas de crecimiento. Decidieron mantener la fábrica abierta hasta 1981. La vida de la empresa se prolongó cinco más de lo previsto, hasta 1986, cuando se tomó la decisión de disolver la sociedad, y se aprobó su liquidación y se vendió la fábrica.

Alonso, Luis; Lindoso, Elvira;Vilar,Margarita. Construyendo empresas. La trayectoriade los emprendedores coruñese sen perspectiva histórica.