Rosalía Mera compra mucho en Zara, pero no por su vinculación al gigante textil. "Hay cantidad de prendas que me gustan más que las que ofertan otras tiendas y, sobre todo, compro en Zara porque son mucho más baratas", asegura. La segunda mujer del mundo con una mayor fortuna derivada de su trabajo presume de tener muy claros sus orígenes, una familia humilde en el popular y entonces modesto barrio coruñés de Monte Alto que la vio nacer hace ahora 65 años, y por eso piensa bien cada inversión.

Quienes conocen bien a la cofundadora de Inditex y ex mujer de su presidente, Amancio Ortega, aseguran que no miente cuando asegura que el dinero no la ha cambiado ni un ápice. A simple vista, Rosalía Mera da la impresión de ser una mujer elegante, detallista, que se preocupa de cuidar su aspecto, pero no aparenta ni de lejos tener el patrimonio de 2.839 millones de euros que la revista Forbes le atribuye. Se comporta como una coruñesa más que disfruta de paseo por el centro de su ciudad y a la que se puede ver sentada en un café junto a cualquier hijo de vecino.

La discreción parece mamarse en Inditex. Antes de la salida a Bolsa del grupo textil gallego, Amancio Ortega era un ilustre desconocido para sus vecinos y se podía permitir el lujo de entrar de incógnito en una de sus tiendas o desayunar unos churros con total tranquilidad en la más concurrida de las cafeterías coruñesas. Desde que Ortega accedió a incluir una foto suya en una memoria de Inditex, poco antes de su salida a Bolsa, en 2001, el cofundador de la multinacional textil gallega ha abierto progresiva y ligeramente su círculo íntimo. Su actual mujer, Flora Pérez Marcote, es la cara pública de la familia en los actos sociales que Amancio rehúye. Y la hija de ambos, Marta Ortega, llamada a convertirse en la gran heredera del emporio, posó en 2006 para ¡Hola! en un reportaje fotográfico de siete páginas.

Rosalía Mera no frecuenta esos círculos. Su notoriedad se limita al activismo a favor de la inserción socio-laboral de los discapacitados que ejerce en su fundación Paideia Galiza, y a apoyar empresas "con alma", como Zeltia y su anticancerígeno fabricado a base de algas, Yondelis. Y para eso, para difundir sus proyectos, es casi para lo único que se presta a hablar con la prensa. "Es una pena no usar los medios para cosas que tienen un poquito más de sustancia, y que se comuniquen de forma continua temas banales o muy vacíos".

Eso es lo que opina esta empresaria de la difusión de las listas como la de Forbes que esta semana la destacó como la segunda mujer más rica del mundo "por sus propios méritos", para a continuación etiquetarla como "la que ayudó a su entonces marido, Amancio Ortega, a crear albornoces y lencería en su propia casa; un negocio que luego se convertiría en Inditex". Una visión tan reduccionista como inexacta porque quien conoce bien los orígenes de Inditex sabe que los cimientos del grupo textil los pusieron Amancio, sus dos hermanos, su mujer y una cuñada, y recuerda los cientos de horas que Rosalía Mera le dedicó en su primer domicilio social, un modestísimo bajo de Os Mallos, una barriada creada en pleno desarrollismo.

Aquellos primeros diez años en los que Rosalía Mera empezó a compaginar el negocio con la llegada de su hija Sandra, cuando ni existía el concepto de baja por maternidad, fueron los más difíciles y los que sentaron las bases de un gigante que hoy, dice Mera, tiene "vida propia".

Con la trayectoria de esta mujer de fuertes convicciones no es extraño que le disguste que todavía hoy la sigan presentando como "la ex mujer de". Hace sólo tres días que se quejó públicamente de este cliché durante una conferencia en Barcelona en la que se preguntó por qué nunca se cuenta la historia al revés, que Amancio Ortega fue quien ayudó a Rosalía a crear Inditex. Ante ese mismo público restó importancia a su nueva aparición en una lista de Forbes, que la situó en el puesto 258 de entre los más ricos del planeta y como una de las cien mujeres más influyentes del mundo: "Hoy estás aquí y mañana estás en otro lado", dice.

Aunque hace 24 años que Rosalía Mera y Amancio Ortega rompieron su matrimonio, comparten algunas señas de identidad. Hijos de la cruenta posguerra que dejó la Guerra Civil, a ninguno le quedó más remedio que empezar a trabajar antes de abandonar la niñez. "Con nueve años ya hacía transacciones económicas y cuando mi padre pescaba como ayuda para que toda la familia pudiera vivir, yo vendía el pescado o lo intercambiaba por otro servicio", comentó hace años en una entrevista. Mera era entonces Rosi y vivía en los alrededores del matadero del Orzán, enfrente a la playa del mismo nombre y en el solar que hoy ocupa el cuatro estrellas Meliá María Pita. El negocio de la carne daba de comer a muchos de sus convecinos, pero ella se decidió a probar suerte como aprendiz en una casa de modas. Así fue como a los 13 años anunció a su familia que abandonaba la escuela para ponerse a trabajar en La Maja, un refinado y céntrico establecimiento que sirvió como espontáneo centro de formación a otros conocidos nombres del mundo de la moda gallega, como José Antonio Caramelo, uno de los fundadores de la Caramelo que hoy regenta el ex presidente de Fadesa, Manuel Jove.

Allí conoció al que después sería su marido. Con la tercera fortuna de España -tras la de Ortega y el propietario de Mango Isac Andik- trabajaban a finales de la década de los 50 dos hermanos, Antonio y Amancio y con ellos, y con la mujer del segundo, emprendió años después Rosi su primera aventura empresarial; Goa, acrónimo de los apellidos de los hermanos Ortega Gaona. "Después supe que era el nombre de una isla, claro que nosotros por aquel entonces, en Galicia, estábamos como en una isla, en el Finisterre de Europa", explicó la empresaria hace tres años, tras recoger la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo. El primer éxito de aquella empresa fueron las batas de boatiné: "En aquellos tiempos, las casas no tenían las estupendas calefacciones que tienen ahora, por lo que las batas gorditas para estar en casa venían muy bien a la gran masa de población".

Pero la apertura en 1975 del primer Zara en A Coruña, fue una revolución para la mujer de una entonces incipiente clase media que se lanzó a comprar un producto de calidad, con un diseño similar al de la alta costura, pero al alcance de cualquier bolsillo. El éxito fue rotundo y sirvió de base para el imperio desarrollado después que hoy "trasciende a las personas que la creamos", dice su cofundadora. Aquel fue el germen del milagro que hoy se estudia en las escuelas de Economía de todo el mundo.

"A veces, la historia permite que los que estábamos abajo nos coloquemos arriba, pero nunca se puede olvidar que se puede volver a estar abajo. Y esto, que nunca haya posiciones fijas y establecidas, es muy positivo porque cumple una función redistributiva", comentó Rosalía Mera en una entrevista en la que no dudó en destacar la importancia de la ahora tan en boga Responsabilidad Social Corporativa: "El capital debe ponerse al servicio de otros; es lo que hace que nos gustemos cuando nos miramos al espejo".

Y es que la madre de Inditex no ejerce de nueva rica sino todo lo contrario. Siempre ha mantenido a sus hijos en la más absoluta intimidad y en contra de lo que harían muchos de quienes tienen una décima parte de su patrimonio, se empeñó en que su hija mayor, Sandra, estudiase en un instituto público. La otra gran heredera del imperio no sale en el ¡Hola! y es tan desconocida para el gran público como lo fueron sus padres. Sus hijos, destacó el jueves en Barcelona Rosalía Mera, estudian en un centro público "donde conviven con niños de distintos orígenes". Semejante afirmación no debería sorprender en alguien que se confiesa "de izquierdas" porque, defiende, "sé muy bien dónde nací y de dónde vengo. Lo que soy tiene mucho que ver con eso".

A Rosalía Mera le hace feliz "vivir de forma coherente" y quizás por eso en plena catástrofe del Prestige no dudó en colgar varias banderas de Nunca Máis de las ventanas de su fundación, en la misma plaza de María Pita que se cerró al público para celebrar un polémico consejo de ministros que el Gobierno de Aznar convocó en A Coruña.

La experiencia Paideia

La fundación Paideia Galiza es el instrumento con el que Mera intenta cambiar el mundo. La creó en homenaje a su hijo Marcos, discapacitado, cuyo nacimiento dio a esta empresaria de bruces con una realidad incontestable; que rara vez el Estado dispone de recursos suficientes para dar respuesta a esas otras enfermedades, que no matan, que a veces ni se ven. La discapacidad abrió un abismo ante sus pies y Mera volvió a la escuela, primero a la rama sanitaria de Formación Profesional y luego, a Magisterio, para especializarse en la atención temprana.

El proyecto de Mera tiene dos vertientes empresariales, el grupo Trébore de integración sociolaboral de discapacitados, y el centro Mans, un vivero de empresas con 3.500 metros cuadrados a disposición de emprendedores de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC). Mans alberga además un estudio de grabación-plató musical único en España.

Aunque hace seis meses, durante la presentación del libro de su amigo Guillermo de la Dehesa La primera gran crisis financiera del siglo XXI, Rosalía Mera confesó no tener "ni idea" de economía, su discurso de los últimos años destila sentido común. "Hay una insatisfacción tremenda por tener, cuando eso es algo que se agota enseguida. No leemos, no comprendemos. Estamos en un momento crítico, el medio ambiente nos está avisando. Hay que inventar otras reglas de juego para sobrevivir", advirtió en 2007. Mera avisa del riesgo al que se enfrentan quienes lo tienen todo: "El bienestar en exceso no beneficia al ser humano. Hay que aprender a conseguir las cosas".