El desafío de la deuda
Sólo el 20% del endeudamiento español tiene su origen en el Estado
Javier Cuartas | A Coruña
El Estado español (el conjunto de las administraciones públicas nacionales, autonómicas y locales) suma una deuda pública equivalente al 55% del producto interior bruto (PIB) del país. La previsión es que a finales de este año alcance el 66%. Por el contrario, la deuda acumulada por el sector privado español representa el 339% del PIB (es decir, seis veces lo que debe el Estado) y se desglosa entre familias, que adeudan el 89% de la riqueza generada en un año por el país; bancos, cajas y otras entidades financieras (107%) y el resto de las empresas (143% del PIB).
Los mercados están penalizando a España por su deuda. Pero el mayor drama deudor español no es el del sector público, sobre el que está pivotando la gran presión de analistas, inversores y organismos internacionales, sino el desmedido endeudamiento privado nacional que se acumuló durante los años de la euforia económica (1996-2007).
El banco helvético UBS cifró en mayo la deuda total de España en más del 350% del PIB. Cálculos atribuidos a Analistas Financieros Internacionales (AFI) la sitúan en el 390%. Y economistas como el profesor Santiago Niño la evalúa en el 400%. Es decir, del orden de 3,9 billones de euros, lo que supone casi cuatro veces el valor total de la producción española en un año. El Estado sólo sería responsable en este caso del 15% del total de ese débito.
Depurando esas cifras, y desagregando del monto total de deuda española los cruces de endeudamiento que mantienen entre sí todos los agentes implicados (Administraciones, hogares, empresas y bancos), el servicio de estudios de La Caixa ha cuantificado la "deuda-país" neta total de España en el 289% del PIB. La contribución del Estado a esos débitos representaría en este caso una proporción del 20%. El 80% restante de la deuda nacional ha sido generado por la economía privada.
Los inversores, los ahorradores internacionales, las agencias de calificación crediticia, los analistas de riesgos y los especuladores que apuestan a la caída de valores y activos para enriquecerse, apenas pierden el tiempo en discernir en si son galgos o podencos. Miden el conjunto de la deuda nacional (la llamada deuda-país) y actúan en consecuencia, sin importarles en demasía si el origen de ella es público o es privado. De hecho, cuando se apuesta contra España no se la está penalizando porque su Estado haya incurrido en un excesivo endeudamiento. Las estadísticas evidencian que no es así. De los 27 países de la UE, hay 13 con más deuda pública que España.
El endeudamiento de las administraciones públicas españolas es 13 puntos porcentuales inferior a la media de la UE y 22 puntos menor que el promedio de los 16 países del euro. Y ello aun cuando el déficit público entró en 2009 en una velocidad vertiginosa de crecimiento (hasta el 14,2% del PIB) a resultas de la dramática caída de ingresos fiscales (del orden del 25%, más aguda en España por el desplome del sector inmobiliario), la enorme factura del seguro de paro (33.000 millones, también muy superior en España) y las políticas de gasto con las que se intentó el estímulo fiscal de la actividad económica tras el retraimiento de la iniciativa privada a resultas de la crisis.
Pero si el Estado español es de los menos endeudados de Europa (pasó de una deuda pública del 36% del PIB en 2007 al 55% en 2009 mientras la media europea saltó del 80% al 120%), empresas y familias están entre las más apalancadas del continente.
Cuando se mide la solvencia de un país se evalúa el conjunto de sus débitos, con independencia de su origen (público o privado). Por eso, cuando el 28 de abril Standard & Poor's (S&P) rebajó la calificación de España lo atribuyó como causas más relevantes al exceso de paro (que perjudica a las cuentas públicas y a la recuperación de la demanda) y al gran endeudamiento privado. Y cuando el 11 de junio el Financial Times Deutschland especuló con un hipotético rescate de España por la UE, lo atribuyó de forma preponderante al grave endeudamiento privado, lo que atenaza a su vez, dijo, al sistema financiero nacional.
El gran endeudamiento privado español tiene efectos inducidos porque mientras familias, empresas y bancos no reduzcan su apalancamiento y recompongan su fortaleza, es difícil que repunte la actividad privada y que el sector financiero recupere la concesión crediticia con la intensidad que se espera de él. Pero si el PIB vuelve a retroceder (por la política de ajuste fiscal del Estado para reducir su deuda y porque el exceso de endeudamiento del sector privado tampoco le permita a éste recobrar la iniciativa), la resultante es que no mejorará la ratio de endeudamiento con el que se mide la capacidad de pago de cada país. La tasa de endeudamiento en relación al PIB crece si lo hace la deuda, pero también aumenta, aunque se mantenga constante, si cae la riqueza nacional.
Familias y empresas comenzaron ya hace meses a reducir su exposición al crédito, pero ello tiene que acompasarse a la capacidad de generación de recursos, lo que, en circunstancias de crisis, no permite un proceso acelerado.
De ahí que hayan sido los Estados, que eran los que más estaban tirando de la economía, los que se hayan plegado a ajustar de forma severa su propia deuda cuando, debido al fortísimo endeudamiento de administraciones, empresas y particulares, el euro, desprestigiado por el caso griego, se puso en cuestión.
En estas circunstancias, cuando el Estado se ve obligado a recortar gasto e inversión y cuando empresas, bancos y familias no pueden aumentarlo de forma relevante por su excesiva carga financiera y el elevado riesgo ya asumido, la opción que queda para aumentar el PIB -y en consecuencia para salir de la crisis y al tiempo para reducir el peso de la deuda- es espolear las exportaciones, que es lo que, de hecho, ya está ocurriendo en el caso español.
Fue en este escenario de máxima preocupación por la acumulación de deuda en Europa cuando el 7 de junio la canciller alemana, Angela Merkel, y el primer ministro británico, David Cameron, anunciaron planes históricos de ajuste fiscal. Ambos lo justificaron porque sus ciudadanos, dijeron, habían vivido "por encima de sus posibilidades" en los años precedentes.
En el caso español ha sido mucho más evidente. Y más severo. Porque mientras el Estado español redujo su déficit de forma progresiva durante la etapa de prosperidad de los últimos quince años (la más larga e intensa de crecimiento económico constante que haya conocido Europa desde los años 60) y logró además tres ejercicios completos con superávit en ese plazo (en concreto, en los años 2005, 2006 y 2007), la deuda privada no dejó de crecer durante ese largo tiempo de bonanza. A ello contribuyeron muchos factores. Desde causas culturales (una mayor propensión al consumo que al ahorro, a diferencia de naciones austeras, como Alemania) a razones económicas. Entre éstas, no fue menor la combinación de algunos factores perversos. Uno fue el de unos tipos de interés bajos en la eurozona que, unidos a una inflación española superior a la media europea, arrojó tasas negativas en el precio del dinero durante algún tiempo y una relajación de las estimaciones de riesgo. Endeudarse parecía lo sensato. Y más cuando otro factor, la espiral de revalorización de activos, contribuyó a la euforia inversora y a una verdadera huida hacia adelante. Entre un dinero muy barato y unos bienes que prometían su apreciación continua se gestó la burbuja española.
La banca contribuyó a ello porque el estrechamiento de márgenes a que le abocó una política monetaria muy expansiva, con tipos de interés excepcionalmente bajos, le forzó a una multiplicación de operaciones para sostener los beneficios, bajo el señuelo de que, en caso de impago o mora, los activos que servían de garantía a los préstamos se habrían revalorizado la suficiente para cubrir los riesgos asumidos.
A todo ello se sumaron las políticas fiscales expansivas y la generación de empleo raudo y fácil al calor de la construcción, el turismo y sectores con poco valor añadido, todo lo cual contribuyó a alimentar una sensación de riqueza, que a su vez agudizó la propensión al endeudamiento privado.
La factura sin pagar de aquella euforia pesa como una losa para la recuperación de la demanda interna.
Hay quien cree que, a la luz de los datos de deuda pública española, e incluso de la deuda global del país, el volumen deudor español no debe dramatizarse y que resiste la comparación con otros países. Pero la singularidad española es que tal deuda reposa sobre un tejido y estructuras productivas que están en revisión.
- Alegría para los conductores en España: no tendrán que pasar la ITV a partir de 2025 si su coche está en este listado
- Así serán las bajas médicas a partir de 2025: Un nuevo sistema que evaluará la situación de cada trabajador
- Qué es el mieloma múltiple, el cáncer incurable que sufría el presentador de TVG Xosé Manuel Piñeiro
- Ikea recupera la estantería para el baño que arrasa entre los jóvenes: menos de 6 euros y se monta sin obra, ni agujeros
- Una influencer madrileña se deshace en elogios con 'el restaurante más icónico de A Coruña': 'Menos de 15 euros por cabeza
- Muere Xosé Manuel Piñeiro
- El importante aviso de la DGT para todos los conductores con gafas o lentillas
- El Como sube la oferta por Yeremay pero el Dépor se aferra a la cláusula