El paro general convocado para el próximo miércoles no servirá para aportar soluciones a la profunda crisis que atravesamos y que requiere un esfuerzo colectivo.

El próximo miércoles hay convocada una huelga general en España que coincide con una de las crisis económicas más profundas que se recuerdan. La convocatoria retardada de los sindicatos responde a una reforma laboral que si bien por una parte recorta algunos de los derechos de los trabajadores hasta ahora vigentes, por otra resulta insuficiente para reactivar el mercado laboral necesitado de medidas que permitan la creación rápida de puestos de trabajo y una agilización de la contratación para combatir una tasa de paro realmente insoportable y sin comparación en el entorno europeo. Las numerosas razones que esgrimen los sindicatos para la convocatoria del paro no la eximen de inoportunidad, al tiempo que ponen de manifiesto sus propias carencias: han dejado pasar más de dos años de negociaciones con la patronal sin llegar a ningún acuerdo y sin proponer ninguna revisión, aún a sabiendas de que era necesaria, para limitarse a poner la proa a la reforma una vez aprobada. La postura del Gobierno ante la crisis, errática y lenta hasta la exasperación, tampoco ha contribuido a alcanzar un consenso que era más necesario que nunca.

España atraviesa un momento delicado, cuya superación resultará aún más difícil sin la contribución de todos: sindicatos, partidos, patronal, Gobierno... Salvando las distancias, los Pactos de la Moncloa deberían de ser un referente para todos los implicados a la hora de plantear una salida consensuada a la actual crisis.

El país necesita decisiones drásticas para mejorar la competitividad y elevar su productividad. Cualquier otro enfoque nos condena a empobrecernos más. Hay que recobrar la confianza de los mercados. Y no parece que una huelga general sea la mejor manera de conseguirlo. Se está demostrando en Francia en estos momentos de incertidumbre. Y se demostró antes del verano con las diferentes convocatorias que paralizaron repetidamente la actividad económica en Grecia. La solución que proponen los sindicatos es regresiva y sólo conduce a empobrecernos más y a vivir peor.