"En los tiempos que corren yo no me puedo permitir el lujo de no trabajar por un día". En Valença, ayer era día de mercadillo. María Samil, con su puesto de ropa ambulante, acudió, como todos los miércoles desde Barcelos, a su cita semanal en la feria valençana. Ajena a la huelga general que paralizó a la mitad del país, sobre todo en las grandes ciudades como Oporto y Lisboa, para María fue un día de lo más normal: con la misma clientela y la misma caja al acabar la mañana. "A los autónomos no nos afecta. Tampoco a los empleados de las compañías privadas, que van todos a trabajar. Se nota en la empresa pública, eso sí", comenta Manuel Faría desde su zapatería móvil, con sus "botas á escolha" por 10 euros, al igual que el resto del año.

A los ciudadanos del norte de Portugal no les afectaron los mensajes sindicales ni les molestaron los piquetes en un día supuestamente histórico para el estado luso, en el que los dos sindicatos mayoritarios (CGTP y UGT) apoyaron juntos una huelga general contra las medidas de austeridad que ultima su gobierno. No ocurría desde 1988. Pero 22 años de espera no calaron en la conciencia de los minhotos. Ni un comercio cerrado, los obreros en su obra, cafeterías y terrazas al 100%, si cabe con más afluencia, y ni rastro de concentraciones en las plazas de Valença, Caminha o Viana en señal de protesta.

¿Dónde está la huelga, entonces? En las estaciones de trenes, escuelas e institutos, centros de salud, ayuntamientos y empresas públicas; aunque con servicios mínimos. Eso sí, cientos de vuelos cancelados, de hecho, Peinador sirvió de pista de aterrizaje a una línea desviada, ante el bloqueo total del Sá Carneiro.

En Valença, la estación de buses funcionó al 90%. "Están saliendo todos los buses excepto los que van a Lisboa", comentaba ayer la encargada. En efecto, de Valença a Viana por la carretera de la costa, con el habitual tráfico, un autocar se dirige a su destino: Oporto. Seis euros el trayecto.

¿Y el ferry de Caminha? ¿Todo en orden? La línea que une esta población con A Guarda estuvo activa toda la mañana. "Mucha gente no se animó a venir en ferry porque no aseguramos el viaje de regreso por la tarde", según Antonio Gonçalvez, en el control central.

La Caixa Geral de Depósitos y el Espírito Santo se unieron a la "Greve Geral", pero las demás entidades financieras abrieron sus puertas. En Correios: servicios mínimos. Solo una persona para atender ocho mostradores. Justo el día en que la prensa portuguesa destaca en portada el elevado riesgo de que Portugal sea intervenida, en breve, por su elevado déficit, tras el iniciado proceso de rescate de Grecia e Irlanda, el transporte y los trabajadores públicos portugueses protestan, tímidamente, ante lo que se avecina.

En la Cámara de Viana (ayuntamiento), cerrada por greve, los carteles de los sindicatos convocantes advierten de la dureza del plan de austeridad del Gobierno luso. "Contra as injustiças, mudar as políticas". Ese es el lema de la jornada. Pero no el más duro. "Hoje é o único dia em que nao facendo nada, podes mudar alguma coisa", reza otra pancarta. "Deixate estar, deixate estar, que eu luito por ti" o "A geraçao hipotecada nao pode continuar parada", son, quizás, los que más duelen en un estado a punto de ser rescatado con una tasa de desempleo que roza el 11%, que no se recuerda desde los ochenta, y una deuda pública que supera el 82% de su PIB.

En la estación ferroviaria de Viana no partió ningún tren mientras decenas de adolescentes jugaron al skate en la explanada, aprovechando el día sin aulas. El centro de salud abrió sus puertas pero no hubo citas. Al menos por la mañana. "No sabemos si los médicos del turno de tarde trabajarán", comenta una pareja de ancianos un poco perdidos ante la dificultad para hacerse con recetas. "Cada trabajador está en su derecho de acudir o no a la huelga. En España es igual, ¿verdad? Hasta cierran comercios y cafeterías", les cuenta una señora a los mayores en el hall del ambulatorio para que entiendan el parón.

La zona comercial de Viana estuvo a pleno rendimiento. Al igual que las cafeterías y terrazas próximas a la Avenida dos Combatentes. Mientras, transcurren las horas para que las autoridades del país aprueben un presupuesto de austeridad sin precedentes, con el objetivo de dar respuesta a las alarmas internacionales y recortar el déficit público del 7,3% al 4,6% del PIB. El plan de ajuste incluye una subida de impuestos, disminución de las prestaciones sociales y reducción de salarios. Y el Fondo Monetario Internacional continúa presionando. Ayer mismo aconsejaba a Portugal pagar menos por el despido. "Los impuestos son muy altos y hay demasiado paro. Yo soy incapaz de encontrar trabajo a mi edad. ¿Por qué tenemos que pagar peaje? La gente que trabaja acumula contrato tras contrato. La empresa no quiere que tengan antigüedad. Hoy (por ayer) muchos empleados no van a la huelga porque temen que sus contratos no sean renovados. Las personas aquí no consiguen manifestarse libremente", explica Ana Moreira, desempleada e indignada por la situación del país. "Parece uma segunda escravitude", concluye con rabia.