Con la banca española en el objetivo, como se pudo comprobar con la famosa lista de dieciséis entidades financieras de la UE -entre ellas siete españolas- con necesidades de capital, el sector financiero afronta el peor escenario de los últimos años, con un desplome de los resultados, el aumento de la morosidad -se mantendrá sin freno ante la falta de crecimiento económico- y mayores necesidades de provisiones y de liquidez (cuando el sector, lejos de detenerse en el 4% de las ofertas de pasivo, se dirige al 5%, indica que el problema es más grave de lo que parece).

El desplome de la actividad y del negocio bancario es tan evidente como claro su reflejo en sus cuentas trimestrales, con una acusada caída del beneficio que se espera sea especialmente importante al término del tercer trimestre. Con este horizonte en el corto plazo, y desde el convencimiento del supervisor de que la primera fase de la reordenación del sector financiero toca a su fin, el gobernador del Banco de España se prepara para lo que será su nueva etapa en el banco, en un escenario político bien diferente y en el que conocerá -previsiblemente- a un nuevo inquilino en el caserón de Economía de Alcalá.

Con nuevo ministro, nuevo plan, piensan en Cibeles, donde se trabaja desde hace pocos meses en esa segunda ola de fusiones o concentración financiera que Ordóñez quiere abordar a partir de marzo, si bien, desde finales de noviembre ya contarán con algo más que ideas sobre el futuro del sector procedentes del nuevo Ejecutivo popular.

Ordóñez no ha ocultado nunca las necesidades de una mayor concentración del sector, y no solamente en el sector de las cajas de ahorros, con el paso desde las 46 hasta las 16 actuales, sino en la consideración del tamaño de los bancos, como medio para hacerlos más eficaces y competitivos. En otras palabras: en el futuro inmediato, a partir de mediados del próximo ejercicio, en el sector financiero español no habrá lugar -negocio rentable- para más de ocho cajas de ahorros y dos bancos medianos de los cinco actuales.

En concreto, el nuevo diseño del mapa financiero español contemplaría no más de cuatro grandes grupos bancarios y menos de una docena de entidades especializadas y con implantación preferentemente local. El proceso que comenzará a abordarse en los próximos meses, contará con el impulso del nuevo Ejecutivo, consciente de que la fase de la crisis económica, particularmente financiera, necesitará entidades más fuertes y cohesionadas, con balances más consistentes y donde será necesario aprovechar sinergias, ahorros, inversiones, redes y productos y, por supuesto, plantillas y mercados.

La coyuntura juega ahora, curiosamente, a favor de esa segunda ola de fusiones, uniones o concentración financiera con la que el Banco de España planea recibir al, previsiblemente, nuevo Ejecutivo popular. Segundo ola propiciada por las necesidades de mayor volumen de capital y recursos, también con más diversificación del negocio y de mercados, con menor exposición de riesgos y fuerte implantación tecnológica. Aunque para todo esto será necesario el entendimiento del nuevo ministro de Economía y del gobernador del Banco de España.