Vuelve la discusión, y preocupación, por el tamaño de los bancos, los europeos claro. El mero debate sobre la cuestión beneficia a la banca corsaria norteamericana, el ariete de Estados Unidos para mantener la primacía, y el control, financiero mundial. Si añadimos la otra discusión, la de la imposición de una tasa a las transacciones financieras, sumaremos otra ventaja para la banca estadounidense, la grande, que casi seguro no tendrá que soportar la carga, otra ventaja competitiva.

Aun así, es lógico que en Europa se plantee el debate sobre el tamaño de sus bancos pero esto se hace en función de la magnitud de un posible problema en caso de crisis y no por cuestiones de poder financiero o ventaja en los mercados. Es una discusión preventiva, una actitud de prudencia muy loable pero que quizá se esté llevando demasiado lejos por mor de unas circunstancias excepcionales. En cualquier caso, el asunto ya ha tenido consecuencias y para ello basta con contar las ocasiones en que Banco Santander ha enajenado activos financieros en las últimas semanas. El caso es que el banco que rige Emilio Botín está vendiendo para reforzar capital pero el ritmo y sobre todo la elección de las empresas a vender pone de manifiesto que se aplica a reducir tamaño.

Las circunstancias son claras y recientes crisis han venido a acrecentar los temores. No se puede decir que tengan un tamaño similar, pero desde otro punto de vista, el banco Dexia y el de Valencia han sido capaces de provocar el mismo sentimiento: temor a una cadena de quiebras y cierres en el sector financiero. El trasfondo es un asunto de liquidez, de ausencia de liquidez, y la gasolina que es capaz de acelerar ese fuego no es otro que la actividad de los temores y miedos a un crack bancario. El ejemplo de Dexia no es malo, sirve para casi todo.

Primero, es un caso real de una entidad financiera multiparticipada -Francia y Bélgica, principalmente- que ante las dificultades de la entidad deciden acudir en su ayuda y punto. Recordar de paso que Dexia había superado sin mayores problemas las últimas pruebas de estrés, las últimas. Segundo, sirve el ejemplo para, además de la rapidez con la que ambos Estados deciden emplearse en la resolución de la crisis, situar a la entidad franco belga como referencia de algunos males que amenazan -o que hace que sientan amenazados- otros bancos en otros Estados de la eurozona.

Es aquí donde aparece el caso español, unido o vinculado por burócratas y políticos europeos, al de Dexia. Unos y otros se unen a los inversores que no son ajenos a la realidad, es decir, que observan cómo en España la crisis bancaria -se había asegurado que el sector financiero español era inmune al virus, como si estuviera eso, inmunizado frente al riesgo inmobiliario- se lleva por delante nada menos que siete entidades financieras intervenidas -contando con Banco de Valencia de hace pocos días-. Los inversores y las autoridades europeas han visto de cerca, han comprobado en la realidad, que la quiebra ha visitado igualmente al sector bancario español, y que en el análisis de este han descubierto que tras el de Valencia pueden venir otros dos, tres o, incluso, cuatro más. Y seguramente tendrán razón, en parte.

La primera interpretación, o moraleja, que se puede desprender de la situación descrita, apunta en una dirección fatalista, en la que señala que el sector bancario en Europa y, por supuesto, en España, vive una situación desesperada. En este sentido, se puede afirmar que va a la par, a la altura, al mismo paso o incluso, que es consecuencia de la crisis económica que campea por el continente europeo. Las cifras de la macroeconomía que se están conociendo en esta última parte del ejercicio muestran claramente que las economías de la mayoría de los Estados se encuentran con un pie y medio en la recesión. Las entidades bancarias mostrarán en breve resultados a la baja, contracción general, ninguno se salvará de reflejar pérdidas en el entorno del 20% anual, es decir, contracción, igual que la de la economía.

Los Gobiernos apuran estos días, y antes de que comience el nuevo año, en la búsqueda de soluciones a los problemas bancarios. Encuentran una, que no gusta, que es posible que no sea conveniente porque pasa por la reducción del tamaño; balances más pequeños para plantillas menos numerosas, más eficaces. Se habla, o propone por parte de franceses y alemanes, de bancos con menos balance, con menor carga de activos, en definitiva, con menores riesgos. La única idea de pensar en que la mejor solución a los problemas -de liquidez- de la banca pasa por el tamaño, equivale a reducir en la misma proporción la actividad de la economía. La pescadilla, nuevamente, se muerde la cola.