El diseño definitivo del sector bancario español sigue abierto pese a haberse producido cinco reformas financieras en tres años, tres de ellas en los últimos seis meses. El alcance real de las necesidades de capital de los grupos desveladas el viernes no se conocerá hasta fines del mes de octubre. Ni tan siquiera se conocen los activos que comprará a las entidades el llamado banco malo ni a qué precio.

Este asunto es crucial. Porque de ello dependerá la solvencia y viabilidad de algunos grupos. Y no solo por el importe al que el banco malo comprará activos dañados a los bancos como por la naturaleza y alcance de lo que se entienda por tales. Las necesidades de capital de las entidades se pueden reducir de forma drástica con solo deshacerse de riesgos que le consumen capital y provisiones. El reglamento de la llamada Sociedad de Gestión de Activos se aprobará en noviembre. Todo va con mucha calma, aunque el viernes el Gobierno anticipó que quizá desvele sus características la próxima semana.

En todo caso, y al cabo de cuatro años de la quiebra de Lehman Brothers, y de cinco y medio de la crisis de las hipotecas basura, España y la UE se han concedido al menos otros ocho meses más para culminar la recapitalización bancaria.

Y hay muchos datos que siguen en el aire. Hasta ahora se dijo que los activos que la banca entregase al banco malo se valorarían a un "valor razonable" para no dañar más al sector, pero el viernes se aseguró que se aplicará un precio de mercado. Quizá sea esta la única forma de atraer capital privado al banco malo, una vez que el Estado, por ley, tendrá menos del 50%.

Todo va por entregas y con cambios sobre la marcha. Ni tan siquiera se sabe si al final la ayuda europea a la banca seguirá contabilizando como deuda pública. La indefinición es total. Y los banqueros tampoco saben a qué atenerse. Desde 2009 se les exigió de forma alterna, consecutiva e incluso simultánea recapitalizarse y consumir capital para hacer provisiones. Es decir, sorber y soplar a la vez.

Desde febrero, una de las mayores potencias bancarias europeas lleva tres reformas financieras consecutivas, con cambios de criterio y de exigencias incluso antes de que se terminase de aplicar el plan precedente. El Gobierno lo ha denominado "fases".

Por el camino ha habido una sucesión de cambios de posición. El 22 de abril el ministro Luis de Guindos dijo que no iba a haber "ni banco bueno ni malo", pero en julio todo cambió por imposición europea y fue aprobado el 30 de agosto. El 2 de mayo el titular de Economía afirmó que no habría "más ayudas y dinero público para la banca", pero un mes más tarde se decidió que las hubiese estatales y además europeas. La capitalización bancaria iba a requerir menos de 15.000 millones el 11 de mayo pero anteayer se situó en casi 54.000. De la negación del rescate bancario por Europa el 28 de mayo se pasó al entusiasmo por su bondad (Rajoy, 9 de junio) para diez días después juzgarlo "enormemente dañino" para España en la cumbre del G-20 en Los Cabos (México) porque aumentará la deuda pública. Y, de considerar que el rescate europeo no incorporaba condicionalidad macroeconómica alguna, se pasó a acatar la subida del IVA (11 de julio) y otras contrapartidas.

Por eso, y aunque ningún otro país ha sometido a tantas entidades crediticias a tantos exámenes y pruebas de esfuerzo ni a la dureza de las elevadas exigencias de capital y solvencia que se están imponiendo a los bancos españoles, la credibilidad sobre el sector sigue dañada, sin importar que otros países europeos lleven consumidos más de 1,1 billones de euros en sanear sus bancos.

La estigmatización recae ahora sobre la banca española, lo que guarda relación con haber sido el país con la mayor burbuja inmobiliaria del mundo y uno de los mayores endeudamientos privados.

El Banco de España y el Ministerio de Economía admitieron anteayer que "en la calidad" de las carteras crediticias de los bancos "se concentra la creciente preocupación de los mercados". De los casi 3 billones de deuda total del país, más de 2 billones están en los bancos tras la desmedida actividad prestamista en la que se incurrieron las entidades y sus clientes en la década y media previa a la crisis.

Este factor está dañando a la prima de riesgo del país, que mide no solo la solvencia del Estado sino la del conjunto de la economía española. Y más cuando el riesgo creciente que más temen los mercados de capitales es que la deuda privada acumulada en los balances bancarios españoles siga engrosando el endeudamiento público. De ahí que el miércoles se disparara la prima de riesgo nada más trascender la exigencia de Alemania y sus aliados de que el préstamo europeo a la banca española contabilice como deuda estatal para garantizar su devolución.

El elevado riesgo crediticio acumulado por los bancos españoles con empresas y particulares y los elevados débitos contraídos a su vez por las entidades con los prestamistas internacionales fueron clave en la interrupción del crédito exterior a España (a los bancos españoles solo les presta el BCE) y es la causa que impide que la banca pueda reanudar la financiación de la economía nacional para salir de la crisis.

El saneamiento bancario es por ello condición necesaria, pero no suficiente para que se restablezca la normalidad crediticia. La recesión y las políticas de ajuste público sumen a la economía en una mayor contracción, por lo que el saneamiento de la banca no corregirá el problema en su origen: mientras no se restablezca el crecimiento y el empleo, a los bancos les seguirán entrando nueva morosidad y más activos dañados. Por ello, el viernes, el subgobernador del Banco de España admitió que la normalización del crédito tardará en producirse.