En la última planta de la sede de Cándido Hermida en Narón todo brilla. Es un espacio diáfano, enorme, que este ebanista de 75 años creó como una suerte de salón de actos para acoger presentaciones ante clientes, diseñadores y arquitectos. El nogal y el palisandro brillan en un suelo impoluto, en las paredes, donde las vetas naturales de la madera se han hecho coincidir para crear un dibujo que parece pintado en serie. Cándido Hermida recibe a las visitas tan inmaculado como las majestuosas piezas clásicas artesanales que guarda en su planta noble, pero sus zapatos le delatan. Una fina capa de polvo deja claro que el jefe del grupo que decora y amuebla las tiendas de Inditex pisa el taller. Igual casi más que el despacho. Y a pesar del potente sistema de aspiración de la nave, a media mañana sus empeines son negro mate.

"El mueble clásico me gusta diseñarlo a mí, es mi debilidad, y además, solo hay dos personas aquí a las que enseñé todo lo que sé", explica mientras muestra los bocetos a tamaño natural que atesora en el taller: "Éste es de un trono de la Semana Santa de Ferrol, esto es para una fragata de Navantia y esta de aquí es una cama estilo imperio con armario incorporado".

Cándido Hermida da empleo a 500 personas repartidas en cinco centros de trabajo entre Narón y Valdoviño que suman 120.000 metros cuadrados. Sus creaciones llegaron a más de 70 países y 500 ciudades de los cinco continentes y cerró el año pasado con una facturación de 54 millones. "¿Beneficios? Pocos. Facturamos poco para todo lo que trabajamos", sostiene con una media sonrisa. El 60% de ese volumen de negocio se lo debe a Inditex, la multinacional que le abrió las puertas de la gran expansión. Del restante 40%, un 80% se genera en Francia, donde tiene una filial.

El grupo cuenta también con una oficina en Dubái y es allí, en los Emiratos Árabes Unidos, adonde llegará su último proyecto y el más complejo de los que pasaron por el equipo de ingenieros, arquitectos y diseñadores de Cándido Hermida, una isla artificial de unos 20.000 metros cuadrados de superficie para el emirato de Sharjah con un circuito cerrado para mariposas, una zona de ocio y un restaurante, elaborado en superficie sólida (solid surface). El grupo naronés se especializó en este material termomoldeable inventado para la construcción de quirófanos. "Al ser cero poroso permite conseguir altos estándares de limpieza y las piezas se ensamblan sin hacer juntas", explica Juan Carlos Domínguez, yerno de Cándido Hermida y director de la sección de nuevos materiales que el grupo creó hace ocho años. "La presentación de este producto en España se hizo aquí", añade el jefe.

La superficie sólida, muy consistente cuando enfría, se ha generalizado para todo tipo de aplicaciones, desde decoración y menaje hasta fachadas. El material permite darle casi cualquier forma aunque para ello es necesario elaborar un molde. "Primero hacemos el boceto, diseñamos el molde en madera, metemos las placas en esta máquina para calentarlas y luego ponemos el molde sobre esta otra, con la placa caliente encima y la cerramos con esta membrana de silicona que hace el vacío para darle la forma", explica Domínguez.

La isla de Sharjah es todo un reto para Cándido Hermida. "Nos enviaron estos planos y nos dijeron: '¿Podéis hacer esto?'. Y en ello estamos", dice su yerno. "No hay muchas empresas que puedan hacerlo", añade él orgulloso.

El de nuevos materiales es el último departamento creado en el grupo que, además de la ebanistería, tiene constructora propia, fábricas de madera y metal, habilitación naval para construir yates y un departamento de montaje que viaja por todo el mundo para instalar sus creaciones.

El grupo de Narón conserva la línea de negocio con la que irrumpió en el mercado en 1984, el mueble exclusivo. Sus talleres ultiman columnas de madera en estilo árabe que, según explica su fundador con naturalidad, "son para el palacete de un jeque". Algunos de estos clientes son famosos, como Víctor Valdés o Cristiano Ronaldo, que duerme en una cama redonda con un espejo superior diseñada en Ferrolterra. Pero al fundador del grupo no le gusta dar detalles de estos clientes, que le llegan a través de exclusivos estudios de arquitectura de todo el mundo. "Si ellos quieren decir que se lo hicimos nosotros, no me importa, pero a mí me gusta la discreción. Aquí los montadores van a las casas muy enseñados de que no pueden decir nada", admite el patrón.

Esa discreción hace que las piezas de este artesano no lleven marca ni firma, salvo que el cliente lo pida. En ese caso graba su nombre y la fecha a mano con una gubia. Tampoco las naves donde ejecuta sus trabajos tienen rótulo exterior. "Nunca me gustó ver mi nombre ahí", explica Hermida mientras escenifica con un aspaviento un "quita, quita".

Además de Inditex, Michael Korrs, Bimba y Lola, Mango, Loewe o Guess -que encargó a Cándido Hermida el equipamiento de un edificio de oficinas en París- el grupo es proveedor del astillero británico Sunseeker, especializado en yates de lujo. En su nómina de trabajos figuran los interiores de 48 embarcaciones de unos 30 metros de eslora y más de un centenar de un tamaño inferior, un sector en el que Hermida se inició con el astillero vigués Rodman. El showroom de la sede central contiene un yate piloto con acabados impecables que ayudan a comprender por qué Sunseeker les escogió como su mejor nuevo proveedor en 2011.

Junto a los camarotes piloto, otra puerta da acceso una habitación de hotel de lujo, diseñada enteramente por el grupo. Es para la cadena norteamericana Breathless Resort and Spa, detalla Hermida. "No nos pidieron que hiciéramos esta habitación, pero así vienen y ven cómo trabajamos", añade.

Y es que a pesar de la amplia y exclusiva cartera de clientes de Cándido Hermida, el grupo no tiene departamento comercial. Cuenta de hecho con una web que resume sus líneas de negocio porque al fundador le convenció su equipo de que era necesario. "La web lo aguanta todo, pero cuando ves algo terminado y lo tocas, ves el trabajo que tiene", tercia. Por eso la sede sin rótulo en el exterior esconde varios lugares privilegiados para exponer lo que el grupo es capaz de hacer.

Pero Cándido Hermida tuvo grandes clientes desde el principio. Antes de Inditex le llegó de hecho un encargo de la exclusiva firma de joyería estadounidense Tiffany. Y eso que como empresario era casi un neófito porque montó su taller, el germen de su grupo, en 1984, a los 45 años, después de quedarse en el paro con seis hijos y en medio de la terrible crisis que la reconversión naval dejó en Ferrolterra.

Era nuevo en aquello de montar una empresa, pero no en el oficio, en el que se inició como aprendiz de un taller, a los 17 años. De allí pasó por varias firmas, casi siempre con cargos de responsabilidad. Le gusta decir que ya antes de aprender a leer le interesaba la ebanistería y antes de tener su primer contrato ya había diseñado "una ventana francesa" para su casa y tallado unos cuantos pares de zocas. "Era labrador en San Sadurniño, vivía con mis abuelos y mi madre y me encantaba esa vida", recuerda.

Los trámites para darse de alta como autónomo le llevaron ocho días. Luego compró las herramientas de la última empresa en la que había trabajado y montó su primer taller en Ferrol. "Mi idea era crear una empresa pequeña con seis empleados" -rememora- especializada en la realización de muebles a medida de muy alta calidad para clientes particulares y en 1986 ya cobró seis millones de pesetas por un comedor. "Entonces era dinero", relata.

Cuatro años después le llegó el encargo de Tiffany. Cuenta el empresario que estableció contacto con la cadena norteamericana tras una misión comercial de la Cámara de Comercio de Ferrol. Dos meses más tarde se puso en contacto con la firma un estudio de arquitectura suizo. "Primero vino un creativo y poco después un directivo que estuvo tres días viéndonos trabajar. Y se enamoró. Nos encargaron los expositores para los escaparates de una tienda y luego quisieron que hiciéramos todo el mobiliario de la de la Quinta Avenida pero le dije que no estaba preparado. Éramos un taller artesano y no quería quedar mal. Además hablaban en inglés, teníamos que tratar con un traductor... Luego vino Inditex, que era de aquí, hablaba español y la cosa cambió", comenta.

Tiffany volvió a tentarle tiempo después pero, para entonces, Hermida tenía 30 trabajadores y había dejado de ser un taller artesano para empezar a industrializarse. "Lo de Inditex fue un misterio porque nunca fuimos a pedirle trabajo. Me dijeron que fue porque Amancio Ortega había visto algo nuestro que le gustó, pero no lo sé". El primer encargo de la multinacional, en 1992, fue de 50 mostradores que tenían que estar listos en menos de quince días en vísperas de la Semana Santa. "Hasta entonces, el ritmo lo marcábamos nosotros, pero aquello era otra cosa. Me reuní con mis trabajadores y les dije que Inditex podía darnos mucho trabajo, pero que teníamos que trabajar en Semana Santa y que decidieran qué hacíamos. Dijeron que sí y lo hicimos", explica.

Los noventa empezaron para Cándido Hermida con una decisión difícil, dejar al resto de los clientes y trabajar en exclusiva para Inditex. "Fue el motor de todo -de pasar de ser un artesano a un empresario- y lo sigue siendo", añade. Un año después del primer encargo, la plantilla era más del doble, 70 empleados, y la expansión no había hecho más que empezar. Once años después, sus creaciones estaban presentes en 50 países y de la nave inicial de Ferrol, Cándido Hermida se mudó a una de Valdoviño, gemela de la que luego levantaría en Narón.

La logística de las fábricas del grupo recuerda a la de los centros de Inditex, donde cada pieza de madera o metal está perfectamente identificada para que no se pierda o confunda en medio del proceso industrial de corte, lijado, pulido, montaje y pintado, y llegue terminada al palé que le corresponda para su montaje o envío en un contenedor.

El grupo tiene su sede en Río do Pozo desde 2006 y allí retomó el camino inverso tres años después, dejar de trabajar solo para Inditex y diversificar su industria a otras líneas de negocio. Ese camino de retorno que Hermida emprendió "viajando por toda Europa y copiando" permitió al grupo recuperar sus orígenes, el trabajo de alta calidad, aunque con diferentes aplicaciones.

El fundador revela que cuando cumplió los 65 años decidió montar la espectacular escalera maciza de roble que recibe al visitante a la entrada de la sede principal, que la imagen "hable por nosotros", dice. "La hice pensando en dejar algo hecho por mí aquí", expone en una especie de aviso de despedida del negocio que sin embargo aún parece lejana a la vista de la cantidad de proyectos que Cándido Hermida aún tiene pendientes. Entre ellos un museo de la madera que la crisis le obligó a aparcar. La primera piedra ya está puesta en la planta noble. Sus vitrinas acogen las primeras herramientas que el propio Hermida fabricó cuando la mayoría de sus compañeros de oficio suplían su desconocimiento en aritmética con un compás que les bastaba para calcular las medidas de una creación. "Yo aprendí en aquella época, siempre me he beneficiado de mi equipo, primero de la sabiduría y la experiencia de los mayores y luego de la juventud, de la que hay mucho que aprender", cierra.