Pedro Solbes, Elena Salgado y Luis de Guindos son los nombres que han capitalizado la gestión de la economía española durante la doble recesión en decisiones y titulares, pero la reconversión más agresiva y numerosa fue la que se produjo en los hogares. Las familias pasaron de depender mayoritariamente de un trabajo a equipararse a las que subsisten con prestaciones (pensión o paro), se han duplicado las que no ingresan ni 300 euros al mes (más de 32.500 en Galicia a cierre de 2015) y la emancipación de los jóvenes se frenó con una tasa media de paro del 33%. Las familias gallegas recortaron su gasto en alimentación en todos los años de la crisis hasta 2015, cuando la factura en este concepto alcanzó los 4.552 euros por hogar. En 2008 había sido de 5.287 euros, un 14% superior. El precio de los alimentos no acompañó al ahorro porque, según los datos oficiales publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), Galicia fue la segunda comunidad donde más se encareció la cesta de la compra con la recesión.

El contexto es el siguiente. Entre 2008 y 2016 el coste de los alimentos y bebidas no alcohólicas se incrementó en la comunidad un 1,3% de media, frente al 1% de promedio en el conjunto del Estado. Es un avance en apariencia poco significativo, pero coincide con un abrupto descenso de la renta per cápita y de los ingresos declarados a Hacienda. En el primer caso, pasó de 21.226 euros (2008) en Galicia a 20.483 (2015, último dato disponible). En el segundo, los trabajadores gallegos declaraban ingresos de 19.725,78 euros antes de la crisis, por los 19.600,61 de la última fiscalización de la Agencia Tributaria (2014). Así las cosas, el coste de la alimentación se elevó tres veces por encima de la capacidad económica de los ciudadanos. Solo una comunidad experimentó un alza superior en el coste de los alimentos: Cataluña (+1,4%). Por detrás de Galicia se sitúa el País Vasco (+1,25%). Entre ambas el PIB per cápita es, de media, un tercio más elevado que el gallego.

¿De quién ha sido la culpa? Las patatas, que solo en 2016 registraron un incremento del precio de casi el 17%, se han encarecido más de un 5% en los años de recesión y posteriores a la crisis. El precio de los huevos se elevó otro 4% en el mismo periodo, por el 2,6% del aceite, otro 2,4% de la fruta fresca y otro 2,6% de crustáceos y otros derivados del pescado. El análisis detallado de la estadística muestra cómo las subidas fueron generalizadas en otros muchos alimentos: cereales, pan, pescado y legumbres.

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En el último año y medio las lluvias torrenciales y la sequía llevaron al colapso al rural gallego, lo que derivó en una masificación de importaciones de algunos de estos productos. La compra de patatas del exterior se disparó casi un 30%, con una factura que pasó de los 3,5 a 4,9 millones de euros en el último año. Y se compró un 40% más cara, lo que se tradujo en los precios finalistas para el consumidor. La importación de tomates, cebollas y hortalizas alcanzó niveles precrisis, y las materias primas para alimentar al ganado también tuvieron que adquirirse en otros países por la sequía. La importación de trigo y cebada avanzó solo en 2016 un 50% y 43% respectivamente, y este sobrecoste también hubo que trasladarlo al bolsillo familiar.

De entre los productos que sí abarataron su coste entre 2008 y 2016 (o prácticamente se mantuvieron sin cambios) hay varios básicos para el consumo, como la leche, el azúcar, la carne de cerdo y la de pollo. Eso sí, otros conceptos primordiales en el gasto de los hogares fueron en detrimento de la salud de los bolsillos con alzas notables. Aquí están, por ejemplo, el alquiler (1%); calefacción, luz y agua (3,5%), los medicamentos (1,4%), el transporte privado (1,5%); la educación infantil (2,2%) o la universitaria (3,3%).