La última vez que las acciones de Pescanova SA cotizaron en Bolsa eran las 13.27 horas del 12 de marzo de 2013. Era una compañía en preconcurso de acreedores que presumía de 36,6 millones de beneficio (en realidad tenía unos números rojos de 775 millones) y problemas "puntuales" de tesorería. Acabaría siendo el mayor concurso no inmobiliario de España, tras el que la empresa sufrió una metamorfosis que la ha llevado a convertirse únicamente en propietaria de un pedacito de la verdadera pesquera, Nueva Pescanova SL, entregada a la banca tras una quita de deuda de 1.560 millones de euros. Ahora, cuatro años después y sin haber despejado su futuro, la antes matriz (conocida por vieja Pescanova) regresa mañana al parqué. Para algunos fondos es la puerta a través de la cual aspirar a escalar posiciones en Nueva Pescanova; para otros, la vía libre para una futura OPA de exclusión. Después están los 9.000 accionistas, muchos de ellos minoritarios, atrapados en las ampliaciones de capital lanzadas por Manuel Fernández de Sousa. Ellos podrán monetizar al fin una inversión fallida, canjear un papel por el que pagaron hasta 22 euros (julio de 2012) por algo de cash. Los títulos fueron suspendidos de cotización por la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) a 5,91 euros. "Se hundirá al principio, pero después no sabemos cómo se va a comportar", vaticina un socio y experto en el mercado bursátil. La pregunta es si al mercado le interesa participar en una compañía cuyo único activo es un 1,6% de otra empresa (aún en pérdidas), con formato de SL (aporta escasa información sobre su negocio) y controlada por bancos que saldrán de su capital a medio plazo. Como ingresos aspira a percibir de Nueva Pescanova 255.000 euros anuales (corregidos con el IPC) hasta 2044, cuando ésta terminará de pagar su deuda concursal. Aun con este escenario la CNMV entiende que la sociedad "no está incursa en ningún supuesto de exclusión de negociación".

Lo más previsible, y así lo asumen la CNMV y vieja Pescanova, es un periodo de alta volatilidad de "días o semanas". "Yo daría orden de venta a no menos de cinco euros", dice el asesor de uno de los fondos de referencia, que compró títulos de la compañía a menos de cinco céntimos cada uno. Solo si Carolina Masaveu siguiese este mismo patrón con el último paquete de acciones que adquirió (950.000 títulos en abril de 2014) se embolsaría 4,75 millones de euros. La asturiana gastó 5.070 euros. Lo mismo podría aplicarse a Broadbill Partners, máximo accionista de Pescanova SA, y particulares que entraron en el capital en pleno preconcurso confiados en una buena ola de plusvalías que nunca llegó.

"Es una buena noticia pero llega muy tarde. Tendrían que habernos dejado cotizar cuando teníamos el 20% de Nueva Pescanova", condición que perdió el 19 de abril. Este socio entró con la empresa ya en crisis, pero los gallegos Pío Moa y Antolín Franco son accionistas desde hace diez años. En la ampliación de 2012, en la que participaron, la acción se pagaba a 14 euros.

"El levantamiento de la suspensión cumple uno de los objetivos estratégicos que se marcó este consejo de administración desde su renovación en marzo de 2017", manifestó la empresa a través de un comunicado, en el que agregó que la decisión de la CNMV "representa un paso más dentro de la hoja de ruta de la compañía". Y tiene tres patas: anular la ampliación de capital de Nueva Pescanova para recuperar el 20% de la multinacional, mantener su statu quo dentro de ésta (gracias a sus transferencias de efectivo) y recomprarla después de haber cogido músculo en Bolsa. Era el plan primigenio trazado por el antiguo consejo, con Alejandro Legarda y Fernando Herce como máximos exponentes, y que sus sucesores se han propuesto defender.

Para cumplir este plan las tres patas del plan deben cumplirse sin excepción, aún a costa de la propia multinacional en la que la vieja Pescanova participa como accionista. De momento posee un 1,6% de sus títulos, la porción más pequeña entre los socios de relevancia que encabeza Banco Sabadell.