El sociólogo mexicano Adrián Sotelo Valencia presentó a principios de julio en A Coruña el libro Precariado. Unha nova clase social?, editado por la Fundación Moncho Reboiras, vinculada con el sindicato CIG. Este experto defiende en la obra que la precariedad es algo inherente al capitalismo y que la precarización del trabajo -como la vivida en los últimos años- es simplemente la actualización de esa precariedad. Acabar con ella, defiende, dependerá de que el proletariado se organice e instaure un nuevo sistema económico.

- ¿Puede revelarse la respuesta al título del libro o debe leerse?

-Hay que leérselo, pero la respuesta es negativa. Precariado, como dicen algunos autores y medios, no existe, sino un proletariado en proceso de precarización. Esa es la hipótesis central del libro.

- Asegura que la precarización laboral afecta a todas las categorías profesionales, desde salarios altos a bajos y distintos tipos de trabajadores, pero que los jóvenes viven una situación especial...

-Exactamente. Dentro de las diversas capas del proletariado social, la juventud es la parte más afectada por la precarización del trabajo, pero dentro de la estructura del proletariado, no fuera de él.

- ¿Y por qué los jóvenes?

-En primer lugar por la edad. Hablamos de jóvenes de entre 18 y 35 años, que carecen de un pasado profesional que sí tienen los adultos, muchos de ellos acaban de finalizar su licenciatura o postgrado y en muchos países son trabajadores tempranos que apenas se incorporan mediante una beca o una bolsa y al final, en el plazo de seis meses o un año, quedan desempleados. Eso hace que sean más vulnerables dentro del proletariado.

- Sostiene que los empleos que se crean en todo el mundo son temporales y precarios, con bajos salarios. ¿No es algo exclusivo de países en crisis sino generalizado?

-Es una cuestión general. Incluso la Organización Internacional del Trabajo (OIT) apunta que a partir de 1997 ve un punto de inflexión en los procesos de empleo-desempleo con la creación de más empleo pero con características temporales, flexibles, polivalentes, desreguladas y una gran proporción de puestos de trabajo sin derechos laborales importantes. Se ve tanto en España como en Alemania, Francia, Japón, EEUU, México, Argentina o Brasil, donde esas características del empleo prevalecen frente a un proceso sistémico de reducción de los empleos indefinidos y con derechos. Es un fenómeno que se extiende a todo el sistema capitalista global.

- Habla de que es una precarización buscada y pone de ejemplo la Agenda 2010 de Alemania. A grandes rasgos, ¿qué características tiene este plan alemán?

-Esa agenda, pese a denominarse 2010, es previa e incluye un prototipo de empleo precario que es el que se está imponiendo en toda Europa, como lo impulsado por Macron en Francia, continuidad de la reforma de Hollande. Cuando uno ve las cláusulas, las propuestas, ve que se hicieron desde esa modalidad de empleo temporal, flexible, precario, con bajos salarios?, y la cualificación no suele ser lo más importante porque cuando un trabajador está sometido a altas tasas de rotación se produce su descualificación y cambian las variables del salario, que históricamente tienden a caer en todas partes.

- El libro sostiene además que la precariedad es inherente al capitalismo y que los trabajadores están ahora en condiciones similares a las del siglo XIX, algo que buscan las patronales y el propio Estado "imponiendo condiciones de explotación, miseria y trabajo".

-Sí. La idea fundamental es que en el capitalismo el trabajo asalariado, desde su origen, es eminentemente precario y que la precarización es un proceso de actualización de ese estado de precariedad. Con la propia crisis del capitalismo en la que estamos desde 2008-2009, las grandes empresas y los Gobiernos tienden a hacer reformas estructurales para imponer esa condición de precariedad al conjunto del trabajo.

- ¿Y realmente es así o hay algo de exageración en eso de que las condiciones laborales actuales son similares a las del siglo XIX?

-No es exagerado, al contrario. En Brasil se acaban de derogar normas laborales de mediados del siglo pasado para permitir el aumento de la jornada a 12 horas, que mujeres embarazadas y lactantes puedan trabajar si así lo pactan con las empresas, hay despido libre y se abarata el coste del trabajo. No es exagerado. Lo que tiende a imponerse es esto. Dependerá de la lucha obrera, de que el proletariado se organice o no, poder cambiar la situación.

- Sobre la organización del proletariado, el libro sostiene que la precarización se da también porque no hay una "poderosa y activa organización de la clase obrera". ¿Se refiere al debilitamiento de los sindicatos?

-Sí, aunque no solo sindicatos, toda organización que pudiera ser de defensa obrera, incluso los partidos políticos, que cada vez representan más los intereses de las clases no obreras. Los sindicatos viven una situación heterogénea en cada país pero, como tendencia, hay una seria derrota de las clases obreras a nivel mundial y una caída de las tasas de sindicalización en casi todo el mundo. Es un problema serio, corresponsable del estado precario del mercado laboral.

- En su análisis argumenta que la situación precaria provoca que el trabajador piense individualmente, no como clase social, se vuelva pasivo y dé vía libre a más precarización, un círculo vicioso. ¿Es lo que vivimos ahora?

-Sí, se fragmenta el colectivo obrero, se individualiza el trabajador y se siente vulnerable frente a la sociedad. Al no haber una organización alternativa, como un sindicato, opta por situaciones individualistas, llegando incluso al suicidio. De hecho, las tasas de suicidio por la precariedad, según fuentes como la OIT, subieron en los últimos años.

- Sí. Señala que los problemas laborales derivan en otros sociales como alcoholismo, conflictos familiares, suicidios?, y que se pasa de un empleo precario a una vida precaria...

-Exactamente, porque el problema de la precariedad no afecta solo al mundo del trabajo sino también a la vida social, que es lo más grave. Es un problema que se extiende poco a poco por toda la sociedad.

- Dice también que el principal objetivo de las empresas al buscar esta precarización es mantener sus plusvalías, sus niveles de ganancias a costa del trabajador.

-Sí, es el propósito fundamental. Muchos teóricos y corrientes de pensamiento no ven esa dimensión, piensan que la precariedad es algo positivo porque genera trabajadores más productivos, más comprometidos con su entorno laboral, profesional, pero es una gran falacia. Realmente tiende a potenciar el aumento de la tasa de explotación del trabajo, de las masas de plusvalía y la tasa de ganancia. El capital superexplota la fuerza de trabajo para poder obtener ganancias extraordinarias.

- Explica además que cuando una empresa no logra mantener sus niveles de ganancias en el país en el que está asentada, opta por la deslocalización a países con mano de obra más barata.

-Sí. Pongo ejemplos como Alemania respecto a Hungría, pero se ve en Europa, en EEUU y en América Latina. El capital tiene una tasa de movilidad muy superior a la de cualquier etapa anterior, emigra a otras latitudes donde no vea conflictos sociales, laborales y haya condiciones macroeconómicas que le permitan permanecer durante un tiempo con esos beneficios.

- Sobre los tratados de libre comercio, señala que están al servicio del poder y que buscan disolver valores ético-culturales de los países para ponerlos al servicio del capital. ¿Son todos negativos o hay excepciones?

-Los tratados de libre comercio en general menosprecian las magnitudes culturales y éticas de los pueblos y comunidades y se centran en el gran capital. Se olvidan incluso de cuestiones medioambientales para privilegiar los intercambios comerciales, la liberación de espacios en aras de privatizar empresas y extender el comercio. Hay que desechar ese modelo y buscar otras formas de integración.

- Algo difícil si estamos en plena crisis del capitalismo, como usted defiende, ¿no?

-Hay una crisis civilizacional del capitalismo histórico, lo que no implica que se derrumbe. No digo que se acabe el capitalismo, hay un agotamiento del sistema y dependerá de muchas cosas que cambie o permanezca.

- ¿Y hay alternativa?

-Creo que la única es la socialista, frente a la barbarie civilizacional del capitalismo, pero hay que descubrirla, no puede ser decretada. El nuevo sistema debería ser anticapitalista, profundamente humano, y el único sujeto que podría proceder a esa transformación es el proletariado mundial, cualquiera que sea la forma que asuma.

- En el libro apunta lo negativo del capitalismo, pero también deja entrever que el socialismo no es perfecto...

-Sí, al escribirlo estoy pensando más quizás en la problemática latinoamericana y del país que más se acerca a una organización socialista, que es Venezuela. Allí hay dificultades, pero también virtudes de un pueblo que se moviliza, discute, que todos los días está atento al acontecer nacional latinoamericano. Por ahí igual podría haber realmente un proceso mayor de definición hacia lo que Hugo Chávez llamó el socialismo del siglo XXI, podría haber una salida a la crisis capitalista profunda. Una alternativa más viable sin ocultar que hay enormes dificultades. Eso sí lo quiero aclarar, porque se podría pensar que planteo una utopía, un paraíso.

- ¿Digamos que a día de hoy no es un modelo a imitar?

-Exacto. Es un modelo a reflexionar para que, a partir de ahí, cada pueblo y cada comunidad discuta qué es mejor para una transición. Pero lo que sí creo que debe ser global, una conducta internamente característica de este nuevo proceso, es la lucha anticapitalista, antiimperialista y que primen los intereses de la mayoría, que son los trabajadores, del medioambiente y la preservación de la humanidad.