La nómina de los trabajadores supone muchísimo más que el sustento de un hogar. Funciona como un revulsivo para el consumo, para la recaudación de las administraciones por la vía de los impuestos e incluso sirve de motivación para mejorar la competitividad de las empresas. Pero en Galicia el engranaje está fallando. Los sueldos pesan cada vez menos en la economía por la evolución demográfica -hay cada vez más mayores, gente inactiva, mientras la pirámide de población se desangra en los escalones de los jóvenes- y por el proceso de devaluación salarial vivido durante la crisis.

El gasto privado fue uno de los grandes damnificados del recorte en las retribuciones y la disparada tasa de desempleo. En los cinco años de la doble recesión en la comunidad, el gasto de las familias que tienen los salarios como principal fuente de ingresos se desplomó más de 4.500 millones de euros. El papel de los pensionistas como colchón de apoyo a familiares y, en general, del mermado consumo, era un secreto a voces que ahora se puede cuantificar: un subidón del 25% en su gasto.

El desembolso de los hogares alimentados por pensiones contributivas alcanzó en 2008 los 9.600 millones, un 26,7% del total del consumo realizado en Galicia ese año. En 2013, el colectivo de jubilados superó el 35%, con 12.029 millones -un extra de 2.500 millones-, según los datos publicados ayer por el Instituto Galego de Estatística (IGE).

Para hacernos una idea del importantísimo esfuerzo del colectivo para echar una mano en su entorno basta con mirar cuánto se pagó en pensiones. Fueron 8.000 millones, como recoge el balance de la Seguridad Social. Así que los mayores, además de exprimir su prestación, tiraron de ahorros y otro tipo de rentas para completar su ayuda.

En los hogares en los que básicamente entran sueldos, el desembolso se situó en 14.940 millones tras un descenso del 23% en comparación con el último ejercicio de la etapa de bonanza. La brecha de gasto se redujo a mínimos históricos, pese a que tradicionalmente los mayores tienen necesidades mucho menores que el resto de la sociedad.

En las familias donde predominan las rentas mixtas -pequeños empresarios, autónomos o con actividades agroganaderas en sus propias viviendas-, la caída del gasto fue también muy destacada: 1.560 millones, un 26% menos. En el resto de hogares -incluidos aquellos que vivieron en estos años del cobro del paro u otras prestaciones- también el alza es espectacular, del 200% (1.722 millones de euros), a consecuencia del aumento del número de desempleados y de personas que se vieron obligadas a pedir algún tipo de subsidio.

La todavía tímida recuperación en 2015, con un aumento de la masa salarial del 1,8% (hasta 19.069 millones de euros) sobre 2013, permitió volver, aunque solo en parte, al reparto tradicional del gasto en Galicia. El desembolso en hogares con, sobre todo, salarios remontó un 10,5% y un 9,7% en los de rentas mixtas, mientras que los pensionistas redujeron su presupuesto un 7% y un 38,7% el de resto de hogares.

Ese avance del importe total de los sueldos no impide que su peso en el Producto Interior Bruto (PIB) no deje de caer. En 2008 aportaban el 36,3%. En 2015 se situaron en el 33,6%.

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