La recuperación del mercado laboral ha pasado de puntillas sobre la población más joven. En diciembre 2008, antes del desembarco en España de la mayor crisis desde los años treinta, estaban dados de alta en la Seguridad Social en Galicia 178.658 trabajadores menores de 30 años. Entonces el ladrillo empleaba a más de 40.000 personas de esta franja de edad, en muchos casos con estudios básicos, y la industria hacía lo propio con cerca de 60.000. Gran parte de estos nichos de actividad se esfumó durante la doble recesión; a 31 de diciembre de 2017 quedaban 106.215 asalariados de menos de 30 años dados de alta. Equivale a una sangría de 22 puestos de trabajo destruidos cada día. Así las cosas, la economía gallega continúa lejos de los niveles precrisis en cuanto al empleo de los menos veteranos, aunque encadena tres años con ligeras subidas en la afiliación. Eso sí, una recuperación que se limita a uno de cada tres concellos. En los 206 concellos restantes no se han creado puestos de trabajo para los menores de 30 años pese a la mejoría económica.

De hecho, el incremento de cotizantes jóvenes se ha mantenido prácticamente plano desde que tocó suelo en 2014, al caer hasta los 104.149 trabajadores. Si la afiliación general -sin discriminación por edad- se elevó un 2% el año pasado, la de los menores de 30 lo hizo una quinta parte de ese repunte, según las cifras oficiales de la Seguridad Social. En cuanto a los concellos, la mayoría de los que sí lograron reclutar trabajadores jóvenes son de la provincia de Pontevedra. Destaca la comarca de Vigo, donde la afiliación creció un 2% (frente al 0,36% de la media gallega). A la cabeza se situó Redondela, con un avance de cotizantes jóvenes del 7,6%, por delante de la ciudad viguesa (+2,3%). En el primer caso fue la industria el factor clave con la creación de 130 puestos de trabajo en un año (un 6% más).

Un sector clave

Es más, en la mayoría de los municipios donde repuntó la actividad industrial sí aumentó la afiliación de los jóvenes. Es el caso, además de los dos mencionados, de Nigrán, O Porriño o Mos. No sucedió lo mismo en la comarca del Deza o Tabeirós (A Estrada fue la única excepción), pero sí en las de O Morrazo (salvo Moaña), O Salnés o Pontevedra. En el conjunto de la provincia el empleo entre los más jóvenes repuntó veinte veces por encima de la media gallega. Resulta sorprendente que Ourense sea la segunda provincia con más concellos donde aumenta la afiliación en esta franja de edad, aunque los datos pueden dar a engaño. La cifra de cotizantes menores de 30 años repuntó en 33 localidades, aunque a nivel general el avance apenas superó el 0,5%. En la mayoría de los casos se ganaron uno o dos afiliados junior; en toda la provincia consiguieron trabajo 59 jóvenes a lo largo del pasado ejercicio.

Santiago, por ejemplo, no figura entre las urbes donde aumentaron los cotizantes menores de 30 años. En toda la provincia de A Coruña solo un tercio de los concellos escapó de la situación que se dio en la capital gallega, y los que lo hicieron fue principalmente por el tirón del sector servicios y, en casos como el de Arteixo, la construcción. En la ciudad de A Coruña la afiliación en administración y hostelería creció cuatro veces más que la de la industria; en Fene o Mugardos sucedió al revés. Entre las grandes urbes donde la recuperación del empleo joven pasó de largo también está Lugo, con un retroceso de algo más de medio punto. Fue la provincia lucense en la que menos puestos de trabajo se generaron para los más jóvenes: en diciembre de 2016 tenía 13.557 trabajadores menores de 30 años en alta laboral; ha perdido 264. Así, solo una cuarta parte de los concellos lucenses (15 de 67) mejoró en este aspecto, por lo que fueron franca minoría.

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