El que fuera presidente del Banco Popular en los últimos meses previos a su intervención, Emilio Saracho, aseguró ayer que la entidad "engañaba", era "un desastre", "una caca", y con un valor muy cercano a cero.

La evolución de la acción, dijo, en ningún momento le quitaba el sueño porque sabía que "tendía a cero", ya que el Banco Popular era incapaz de dar una buena noticia. No solo tuvo que modificar sus cuentas del ejercicio 2016, algo que se hizo evitando una reformulación, que incluía algún ajuste que en su opinión era "una trampa, ilegal e irregular".

Y todo ello llegó a principios de 2017, en un momento que Saracho consideró "la tormenta perfecta" porque el banco ya había consumido todo el capital captado en su última ampliación y había probabilidades de que hubiera incumplido el ratio de liquidez. De constatarse ese último extremo el Banco Popular ya no podría abonar ciertos intereses a los inversores, lo que habría sido una situación grave, en sus palabras, "categoría 1 de terremoto".

Por eso y por el propio desconocimiento de la entidad de las necesidades que tenía de provisiones, Saracho llegó a la conclusión de que el banco "era un desastre". El banquero dijo que, además, había un problema muy grande de credibilidad. Para el directivo, las reglas para dirigir un banco deben basarse en "no defender lo indefendible, no negar lo innegable y no mentir". "Este banco hizo las tres cosas. No tenía credibilidad alguna y pretendía alquilar la mía", criticó. "Yo no podía hacer ningún milagro. Nadie quería que el Popular cayera, pero no se pudo solventar los problemas acumulados durante diez años. Hemos fracasado en la misión, pero yo no quería hundirlo. Eso es absurdo". aseguró.