Elon Musk, fundador del fabricante de automóviles eléctricos estadounidense Tesla, tiene en común con Donald Trump, presidente de EEUU, que ambos se comunican preferentemente por Twitter. Trump combate a sus enemigos domésticos y declara guerras económicas internacionales utilizando la red social del pajarito y el inventor-empresario de origen sudafricano menea el valor de las acciones de su empresa con el mismo procedimiento. Algo de lo más reciente que ha hecho ha sido anunciar en un tuit que planeaba sacar a Tesla de Bolsa y que tenía apalabrada la financiación para la recompra de acciones.

El movimiento generó reacciones en cadena: una subida inmediata de la cotización, una demanda de los inversores que apuestan en el corto plazo (al entender que Musk maniobró para perjudicarles), una investigación del regulador bursátil (SEC) ante la sospecha de que la información era incierta y más volatilidad en las acciones, abonada también por unas declaraciones del ejecutivo en las que dio a entender que está personalmente al límite por su dedicación a Tesla (trabaja 120 horas a la semana, dijo) y nuevos informes adversos que llegan al mercado (JP Morgan ha reducido su estimación del valor de las acciones).

¿Quiere realmente Elon Musk sacar a Tesla del mercado y si es así, con qué propósito? Es muy difícil acertar con lo que pasa por la mente de un individuo que compagina evidentes cualidades para la innovación con la habilidad para persuadir a los inversores de que el suyo es o va a ser un gran negocio, a pesar de que solo ha dado pérdidas desde que salió a Bolsa en 2010, incumple de manera sistemática los objetivos de producción de sus coches y consume sin parar cantidades ingentes de capital y de liquidez que capta de los propio accionistas, de prestamistas y también de los clientes (para comprar un Tesla hay que pagarlo por adelantado).

Los mercados de acciones y bonos hablan dos lenguajes distintos sobre Tesla. La visión y la mercadotecnia de Musk han cosechado fervores en el parqué por un individuo que sueña con revolucionar la industria automovilística, con frenar el cambio climático y con volar a Marte. Sin anotar ni un dólar de beneficios en la cuenta de resultados, esta especie de Tony Stark (el multimillonario inventor qe se transforma en el superhéroe Iron Man en la narrativa marveliana) ha logrado que las accione hayan multiplicado por diez su valor desde 2013.

La otra versión está en los mercados de deuda, que Musk frecuenta para sujetar su proyecto industrial. Allí, la últimas emisiones de Tesla han tenido la calificación de bono basura (deuda de alto riesgo). Los gráficos de la Bolsa retratan por tanto fe y pasión por Tesla y trazan aparentemente el perfil de una burbuja especulativa que distintos expertos llevan años señalando. La percepción de quienes le prestan el dinero a Musk es en cambio de reserva y desconfianza.

Tesla tiene a la vista vencimientos de deuda por valor de cientos de millones de dólares. ¿Cómo impactaría en la cotización un posible impago? Los tuits sobre a recompra de acciones pueden llevar a pensar que Musk quiere abandonar la disciplina del mercado por razones que no ha explicado, pero que podrían tener conexión con los riesgos crecientes de Tesla. El magnate ha anticipado que tiene negociaciones con el fondo soberano de Arabia Saudí (sin confirmar por este último) para financiar con petrodólares una operación de recompra que podrían requerir 70.000 millones y de la que Musk, dueño del 20% del capital, podría sacar 14.000. De esto último no ha hablado por ahora en sus tuits.