El politicólogo estadounidense Francis Fukuyama anunció el "fin de la historia" en sentido hegeliano en 1989. La caída del comunismo suponía la desaparición del gran contrincante de la democracia liberal occidental y el triunfo arrollador del modelo económico, social y político ligado al liberalismo y al libre mercado, con lo que se daba por finiquitado el mecanismo de avance de la historia fundamentado en la dialéctica "tesis, antítesis y síntesis" como motor de cambio y de transformación.

Sin embargo, la gran crisis del siglo XXI ha gestado fuerzas antitéticas desde el seno del propio sistema triunfante que cuestionan el triunfo pletórico del liberalismo. La irrupción de los extremismos en alza, los autoritarismos iliberales, los nacionalismos, el proteccionismo, la xenofobia (incluso en países con pleno empleo técnico como Estados Unidos y con récord histórico de ocupación como Alemania), los movimientos secesionistas y el refuerzo creciente de los populismos amenazan con erigirse en la peor consecuencia de la debacle económica de 2008. Como en la Gran Depresión de los años 30, los efectos de la depauperación y la desigualdad se traducen en movimientos de desafección y malestar social que amenazan al orden liberal.