La responsabilidad no le pilla de nuevas a Justo Sierra. Sabe lo que es llevar una empresa de referencia. Desde mayo de 2016 asumió el relevo de su padre al frente de Urovesa, el conocido fabricante de vehículos especiales para uso civil y militar. Y hasta ahora ocupaba la vicepresidencia de la Asociación de Industriales Metalúrgicos de Galicia (Asime). Así que el salto a la primera línea de la patronal del metal es "una gran responsabilidad" que puede dar con cierta comodidad de la mano de "una junta directiva de primer nivel y una plantilla compuesta por excelentes profesionales". Su radiografía destaca "el hándicap" del tamaño "excesivamente pequeño" de las empresas y la influencia que eso tiene "para afrontar proyectos estratégicos, acceder a financiación o internacionalizarse", sin olvidar la polarización de la actividad en el eje Atlántico y la gran dependencia del automóvil en la exportación. El naval parece resurgir de sus cenizas con carga de trabajo garantizada hasta 2020. La preocupación en este caso es la falta de trabajadores. De muchos trabajadores.

-Es evidente que la formación ya no es solo un objetivo. Usted mismo lo remarcaba hace unos días. Es una obsesión.

-Se ha convertido en un elemento crítico porque, si bien por sí mismo no garantiza el éxito, sin gente formada las empresas no pueden acometer los proyectos, y nadie está en condiciones de desaprovechar oportunidades. Desde hace unos meses nos enfrentamos a una escasez importante. El problema es que durante la crisis muchas personas ya formadas se movilizaron a otros sectores y hacer que retornen y actualizar su formación para que se incorporen de nuevo no es fácil.

-¿Cuánto personal se necesita a corto plazo?

-En base a la información aportada por nuestros asociados, con la carga de trabajo existente, se necesitarán unas 2.000 personas formadas en un plazo de tiempo breve, alrededor de un año.

-¿Es factible hoy por hoy cubrir toda esa oferta?

-Sí, pero con varias condiciones. Debemos motivar a las personas para que el sector sea atractivo, tanto para los que se incorporen y necesiten formarse como para los que dejaron el sector y necesitan actualizar sus conocimientos y habilidades. Adicionalmente tenemos que potenciar fórmulas que creen valor casi inmediato a las empresas, como las ayudas a la formación en el propio puesto de trabajo en colaboración con el personal ya formado de las empresas. Y finalmente, la coordinación entre todos los agentes económicos y sociales debe ser muy eficaz y estar orientada al mundo laboral y a la empleabilidad que las empresas demandan. La formación debe seguir una estrategia conjunta y global a nivel estatal.

-¿Qué parte de responsabilidad tuvo el sector por dejar marchar a la gente formada?

-En mi opinión, la responsabilidad más grande de las empresas estuvo directamente relacionada con la falta de carga de trabajo. La crisis nos afectó a todos en mayor o menor medida y en la gran mayoría de los casos haber formado durante años a muchas personas, con un coste elevadísimo, para luego perder esa inversión supuso un fuerte varapalo. Por hacer alguna autocrítica, pienso que en muchas ocasiones se tomaron decisiones excesivamente cortoplacistas y puramente financieras, prescindiendo del personal más caro, lo cual significaba en algunos casos prescindir del personal más veterano y formado. Como consecuencia, algunas empresas se desestructuraron y ahora necesitan volver a reforzar sus plantillas para acometer la carga de trabajo. Creo que esa es una lección que no debemos olvidar.

-La situación del naval, ¿es coyuntural o viene para quedarse?

-Quiero ser optimista y pienso que ha venido para quedarse porque nuestras empresas son más competitivas. Después de una crisis como la que hemos tenido y de superar obstáculos mayores como los problemas generados con el tax lease, las empresas han salido reforzadas. Pero, evidentemente, no nos podemos relajar y habrá que pelear por mantener la tasa de reposición de los contratos. En el mercado global hay nuevos competidores que fabrican en países low cost o que operan desde economías subvencionadas y en Europa hay mucha competencia entre los fabricantes. Lo de "venir para quedarse" dejó de ser así hace tiempo y que lamentablemente palabras como estabilidad o tranquilidad no van a tener mucho hueco en nuestras agendas.

-¿Qué previsiones manejan para este año?

-No hay una previsión concreta pero sí una buena sensación por las negociaciones que están en marcha. Las ferias internacionales nos ayudarán a profundizar para intentar cerrar un buen año.

-Asime pedía hace poco el desarrollo de la eólica offshore en aguas gallegas, pero no parece que sea voluntad de la Administración autonómica hacerlo.

-Creemos y apostamos por esta vía. Sabemos cuáles son los requisitos ambientales para que funcione y la costa norte de Galicia cumple con todos. Llevamos años trabajando para lograr la voluntad política necesaria para avanzar en una normativa que permita su instalación. Seguiremos invirtiendo esfuerzos para que esta apuesta salga adelante. Ya hemos demostrado las capacidades de la industria gallega para poder producirlas, y se lograría un beneficio común tanto a las empresas como a los ciudadanos y el medio ambiente.

-¿Hay verdadero interés del sector por la industria 4.0?

-Yo creo que debe haberlo sí o sí. Habrá que ver en cada empresa qué procesos y con qué intensidad podrán incorporar soluciones del ámbito 4.0, pero no tenerlo en mente, no hacer el análisis permanente de qué herramientas pueden aportar valor futuro por encima del coste actual, puede ser hoy garantía de estar fuera del mercado en el futuro.

-Pero eso requiere inversión.

-La inversión no tiene por qué ser necesariamente tan elevada como se podría pensar. Cada vez las herramientas se desarrollan de forma más adaptada a diferentes realidades empresariales, y por ello es más asequible. Hoy en día, también para empresas de tamaño medio y pequeño, los desembolsos son asumibles, mientras que hace unos años solo estaban al alcance de las grandes multinacionales.