Suena el teléfono. Es la mujer que trabaja para un amigo de Carlos. Explota en llanto con su empleador, desconsolada. "Con lo que gano en su casa no me alcanza para pagar la luz", lamenta. El pasado diciembre el recibo le costaba mil pesos (21,5 euros, al cambio actual); en agosto el debe con la eléctrica superó los 5.100, que equivale a más de la mitad del salario mínimo de Argentina. Lo cuenta desde Buenos Aires Carlos Alberto Otero, abogado de 62 años y uno de los miles de descendientes gallegos en el país austral. La mayúscula crisis que afronta su economía revive aquella letra de Enrique Santos Discépolo: "Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé. En el quinientos seis, y en el dos mil también". Como dice el nombre de la canción (escrita en 1934), la quinta provincia de Galicia vuelve a ser un cambalache.

"Es un país muy complejo y difícil de entender, con una dirigencia casi siempre corrupta. Pareciera que no podemos salir de esto", se lamenta Marta Calviño, hija de ourensanos y residente como Carlos en la capital del país. La realidad es que el invierno ha sido duro y la primera señora no puede calentar su casa; que la inflación supera ya el 34% interanual, y roza el 53% en electricidad y gas; que Marta, maestra jubilada, ha vuelto a trabajar "en otra cosa para poder subsistir".

La guerra del presidente argentino, Mauricio Macri, contra el vendaval económico se cuenta de momento por bajas en el bando local. Si el 1 de abril hacían falta veinte pesos para compran un dólar, ayer eran necesarios casi 40. El rescate del Fondo Monetario Internacional (FMI) por importe de 50.000 millones de dólares no ha rebajado la presión ni aplacado los miedos de los que se entregan al billete verde por temor a que el IPC siga subiendo. La pescadilla que se muerde la cola. Sobre todo porque la previsión es que septiembre cierre con una inflación del 6% mensual, y el año culmine con un alza del 48%.

"La depreciación del peso se nota, y mucho, especialmente en la comida", señala Daniel Pazos. Aprendió a hablar gallego en Argentina de boca de sus abuelos, ha dirigido una banda de gaitas y relata con normalidad todo tipo de términos económicos; los argentinos están acostumbrados. "Lo que más joroba es la devaluación, que nos ha afectado también a las prepagas", explica. Se conoce así a los seguros privados de salud, con los que "mejorar" la atención clínica en hospitales o sanatorios. Daniel es profesor de gaita y percusión.

En agosto de 2017 el kilo de pan (en barra) se pagaba en Argentina a 39 pesos; hoy hacen falta 58, según datos oficiales del Instituto Nacional de Estadística y Censos de la República Argentina (Indec). Medio kilo de café molido costaba 90,4 pesos, por 122 actuales. Incluso el mate, mucho más que un producto de consumo, se ha encarecido por encima del 46%. Aunque es uno de los mayores caladeros de pesca del mundo, el consumo de pescado en Argentina es testimonial; su departamento estadístico ni siquiera lo incluye en la lista de bienes de consumo para calcular el IPC. "Los productos que compramos en el supermercado han aumentado durante el mes de agosto un 3,60%. Es imposible no notarlo", señalan. Y, recuerda Marta Calviño, la pérdida de poder adquisitivo es gigantesca porque "los haberes (sueldos) no acompañan esta variación de precios".

Volvemos a la fuente oficial, el Indec, que constata que los salarios crecieron el 1,4% en junio, último dato disponible. Carlos, nieto de emigrantes de Carballo y Betanzos, ataca con vehemencia al Ejecutivo neoliberal de Macri, el líder del "peor de los gobiernos". "Llevamos tres años perdiendo poder adquisitivo. La gente ha dejado de comprar kilos de patatas o de fruta, estamos comprando por unidad. En Argentina producimos alimentos para 440 millones de personas y nosotros, que somos 40 millones, estamos pasando penas", denuncia. Este abogado es antiMacri; no lo esconde ni lo disimula. Pero la sensación que arrojan los testimonios de descendientes de gallegos es de un país partido en tres: los peronistas (o defensores de Kirchner), los macristas y los que, resignados por tanto mambo y corralito, parece que asumieran que no va a aparecer nadie nunca a ponerle remedio al país.

Teresa Porto, jubilada, cree que tienen "malos gobernantes", pero también que en Argentina ha faltado cultura del trabajo. "Mis opiniones no están cargadas de ningún fanatismo", quiere matizar Marta, que no votó a Macri ni a Cristina Fernández Kirchner. Pero, añade, "objetivamente todos vivíamos un poco mejor" con el anterior Ejecutivo. "Mucha gente que los votó confiando en el discurso que realizaron en campaña está muy decepcionada, desencantada y no apoyando las medidas que se están tomando. Todos estamos mal. Salvo, supongo, porque no tengo amigos en ese ámbito, los dirigentes de grandes empresas", sentencia.

"No es nada agradable que venga de vuelta el FMI a traer dinero a Argentina, pero lamentablemente no teníamos otra opción como país", dice Daniel, el gaiteiro, que sí apostó y apuesta por Macri. Reprocha a la anterior inquilina de la Casa Rosada la política de subsidios y la gran factura en cheques sociales que, asegura, "alcanzan el 30% del presupuesto" del Gobierno. "Los mercados cerraron la canilla y nos quedaba o pedir ayuda al FMI o darnos contra una pared", concluye. Tras la expulsión del Fondo Monetario de Argentina el Gobierno kirchnerista se refugió en países como Rusia y China a través de acuerdos bilaterales de financiación. A la llegada de Macri éste pactó con los fondos buitre y retomó las emisiones externas, pero el incremento de los tipos en Estados Unidos y del precio del combustible generó un aluvión de ventas de pesos por la pérdida de confianza. De ahí que la gente se refugie en dólares y el peso se devalúe. Para frenar las ventas masivas de pesos el Banco Central de Argentina ha ido elevando los tipos de interés, hasta el 60%, de momento sin éxito.

"En lo cotidiano se nos ve mal, tristes, enojados, irascibles. La gente discute en la calle o en los medios de transporte, y realmente hay personas que lo están pasando muy mal", señala Marta. Relata que aumenta la gente sin techo, los que piden por la calle. "Están a punto de suspender la cobertura de medicamentos de la tercera edad por la enorme deuda del Gobierno -a través del Instituto Nacional de Servicios Sociales para Jubilados y Pensionados, PAMI- con las farmacias", añade. Profesores de educación primaria llevan semanas pidiendo comida para prepararla en la calle y darla a los niños con más dificultades. Son las "ollas populares". "La derecha -ataca Carlos Otero- lo ve como un acto político. Lo dicen ellos, que van a tener siempre los millones". Esta semana una profesora del barrio bonaerense de San Martín denunció su secuestro; le marcaron un "ollas no" en el abdomen con un punzón.

El 3 de septiembre Mauricio Macri compareció por televisión para trasladar un mensaje claro: "Estamos en emergencia". "Con esta devaluación la pobreza va a aumentar. Claro que quisiera pagarles más a los profesores universitarios, a los enfermeros, a los policías? Me encantaría tener más presupuesto para ciencia y tecnología. Pero cualquier estrategia de desarrollo necesita empezar por ahí: gastar menos de lo que se recauda", dijo el mandatario. La receta de siempre del FMI, inspiración -no a su gusto- para miles de pintadas que adornan la capital del país con mayor o menor mérito artístico. Daniel Pazos, complaciente con el Ejecutivo, dice que los recortes anunciados son los "habituales" cuando un país atraviesa una situación como ésta. "Trata de contener la inflación", apunta. Aunque su complicidad política no maquilla su discurso. "Muchos obreros de la industria han perdido lamentablemente su trabajo, y en el campo este año hubo una sequía grande. Por eso hubo falta de dólares en el mercado también y se tuvo que pedir plata extra al FMI", indica. Argentina es un país altamente dependiente de servicios exteriores, no solo de financiación, sino también de medicinas, bienes industriales o de consumo. Son productos referenciados a una divisa que cada vez se aleja más de la suya; solo en el último mes la depreciación frente al dólar ha pasado del 33%.

Para Carlos la compraventa de dólares está monopolizada por los movimientos especulativos porque resulta rentable. "Un país no es un Excel. Han cerrado miles de pymes, que han echado a la calle a más de 250.000 personas", lamenta. Continúa Marta: "Para que el FMI acepte negociar necesita un pueblo pobre". Incide Carlos otra vez: "El Fondo ya no tiene a día de hoy a quién prestarle, quitando quizás a la pobre Grecia. Y luego estamos nosotros". Tras una semana en la que el dólar llegó a superar los 40 pesos al cambio, el jefe del Gabinete argentino decidió salir ayer a patear la calle -eso sí, en un distrito gobernado por el oficialismo- para dar un mensaje de tranquilidad a sus vecinos. Es una liturgia parecida a la de las campañas, con selfies y sonrisas; allí lo llaman salir a timbrear. Son campañas que no calman el enfado social. "Es muy duro lo que estamos viviendo. Los docentes están en paro porque desde principio de año solo ofrecen 15% de aumento. No mandan insumos a nuestros hospitales públicos, que eran gratuitos", denuncian. Este jueves el Hospital Posadas (El Palomar, Buenos Aires) cerró el área de cirugía cardiovascular infantil por falta de suministros.

"Yo vivo humildemente, trabajo como músico por cuenta propia, que es lo que da la posibilidad de ir sobreviviendo y tratando de salir adelante", relata Daniel, que dice que la única manera de salir "es poniendo un poco todos". "Pero mientras siga existiendo el peronismo en el país no podremos hacer una cosa seria de él, está más que comprobado. Siempre estará tratando de destruir para volver a asumir el poder. Son como un virus", asevera. Esta opinión es la antítesis de la del abogado, que recuerda con emoción a su abuelo. "Mi padre nació en 1926, ya en Argentina. Pero yo recuerdo a mi abuelo llorar con un discurso de Perón", dice sobre Juan Domingo Perón, cuyo legado sigue partiendo el país 44 años después de su fallecimiento.

"Sé que el mayor esfuerzo, el más grande, es el que están haciendo cada uno de ustedes y sus familias. Queremos que nuestro país sea mucho más que una colección de cuadernos escandalosos. Quizás esta es la última oportunidad que tenemos de que la verdad salga a la luz. Estamos en un siglo lleno de conflictos, pero existe una gran oportunidad para los argentinos", proclamó Macri en su mensaje a la Nación hace quince días. Con la factura de la electricidad subiendo un 6% mensual tendrán que hacerlo, como recitó otro tango que popularizó Carlos Gardel, a media luz.