La crisis de deuda soberana no empezó a golpear a España (y al resto de la periferia europea) en 2008-2009, cuando el país estaba en recesión y en plena aplicación de políticas de estímulo fiscal, sino en mayo de 2010, una vez que la economía española y la europea habían vuelto al crecimiento, aunque tenue, y cuando el Gobierno de Zapatero había empezado ocho meses antes (septiembre de 2009) a abandonar la respuesta expansiva de gasto una vez que se había atemperado la recesión.

La falsificación de las cuentas públicas de Grecia generó un espanto de desconfianza en los mercados financieros y la estampida de inversores hacia los países centrales y valores refugio. La prima de riesgo de los países con mayor deuda externa y privada (España seguía siendo el decimocuarto país con menos deuda pública de los 28 de la UE aunque en 2009 tuvo el cuarto mayor déficit fiscal del área) remontó con fuerza: en el caso español hasta los 99 puntos básicos y, a medida que se dirimía el rescate o no de Grecia, llegó a los 150.

En las últimas semanas, tras cuatro años y medio de crecimiento (tres de ellos a una tasa del 3% o superior), el diferencial español estuvo levemente por encima de los 100 puntos básicos hasta que las tensiones en Italia provocaron su repunte hasta los actuales 118 puntos básicos. Rajoy se despidió de La Moncloa el 31 de mayo, sin ninguna tensión externa, en los 115 enteros.

El récord se alcanzó el 25 de julio de 2012, con 649 puntos. Esto fue dos años después del giro de España y Europa hacia la austeridad. Fue un momento crítico, con una fuga de capitales de España que no se había visto en los cuatro años anteriores de crisis, y que llevó al BCE a anunciar medidas extraordinarias y a España a pedir la ayuda financiera a la troika.

Más allá de la intensidad del déficit público y de la destrucción de empleo por el pinchazo de la burbuja y de la virulenta intensidad con la que se disparó la deuda pública en España desde entonces (siguió al alza pese a las políticas de ajuste, el crecimiento económico, la caída del paro, la compra ingente de bonos por el BCE, los tipos de interés en el 0% y un gasto público inferior al promedio europeo), no se aprecia la singularidad que enfatiza algún prestigioso autor al presentar con insistencia la crisis española como un hecho insólito, invocando que entre 2008 y 2013 el país vivió su mayor recesión desde la Guerra Civil. Porque también fue en ese tiempo cuando el conjunto del mundo avanzado vivió su mayor hecatombe desde la Gran Depresión de los años 30.