Nubarrones grises se cernían ayer sobre la fábrica de Alcoa en A Grela. A las dos de la tarde, hora del cambio de turno, descargaba un chaparrón sobre los trabajadores, como una alegoría de su situación laboral. El anuncio del cierre cierre cayó como un jarro de agua fría sobre una plantilla que, aunque hastiada por la incertidumbre y las constantes dudas sobre su futuro, no contaba con la noticia de un final que, esta vez sí, piensan que va en serio. La noticia tiñe de negro el horizonte de 369 familias dispuestas a dar la batalla en las próximas semanas. Entre la indignación y la sorpresa, los obreros encajaron ayer el golpe e iniciaron las movilizaciones.

Después del shock inicial, visible en muchas caras a las puertas de la factoría, los trabajadores se organizaron ya por la mañana para bloquear la salida de la fábrica. "Desde este momento de aquí no va a salir ni un kilo más de metal", advertían. Unos 40 operarios, parte de ellos ataviados con mono y casco, ocuparon los accesos de la factoría, donde decidieron instalar una acampada permanente. El cuadro de personal permitió la entrada de camiones con materia prima y continuó realizando su trabajo, pero no dejó salir la producción. "No van a comercializar el producto", sentenciaba decidido el presidente del comité de empresa, Juan Carlos López Corbacho.

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Manifestación de trabajadores de Alcoa en A Coruña contra el cierre

Por la tarde, los empleados celebraron una asamblea para abordar las acciones para los próximos días. A la salida, cortaron el tráfico unos minutos. La plantilla inicia, de nuevo, su lucha por no quedarse en la calle. Llueve sobre mojado.

Óscar Varela

"Había incertidumbre pero esto es un palo con el que nadie contaba"

Óscar Varela lleva 18 años trabajando en la fábrica. Pese al ambiente de "gran incertidumbre" en el que la plantilla ha vivido en la última época, asegura que el anuncio del cierre de ayer fue "una gran sorpresa" y "un palo con el que nadie contaba". "Muchos aún lo estamos tratando de asimilar", admitía a las puertas de la planta. Al margen de la decisión empresarial, este operario lamenta las formas y se muestra escéptico sobre la posibilidad de revertir la situación y parar el cierre igual que ocurrió hace cuatro años. "Ahora es bastante distinto a 2014, va a ser muy complicado aunque si hubiese un marco energético estable sí que se podría arreglar", concluye.

Asier Lamas

"Si cierra esta fábrica a mí me van a fastidiar mucho la vida"

Asier Lamas lleva 15 años en la fábrica de aluminio de A Grela y, antes que él, su padre estuvo 30. "Cuando mi padre entró aquí ya se decía que iba a cerrar", relata en relación a la continua incertidumbre sobre el futuro de la planta. Este trabajador lamenta la "dejadez" de la empresa que, a su juicio, de un tiempo a esta parte dejó de invertir en la instalación coruñesa. "La fábrica nunca ha estado tan mal como ahora. A ver cómo lo arreglamos, tal vez la solución de la otra vez con un ERE temporal pueda ser una salida", conjetura desde una posición que él mismo califica de "optimista". "Si Alcoa cierra me fastidian mucho la vida", sentencia afectado.

Miguel Faraldo

"¿Con 52 años a dónde voy yo? Reaccionaremos con toda la fuerza posible"

"¿Con 52 años a dónde voy yo?", se cuestionaba ayer Miguel Faraldo durante un descanso de su trabajo. Este trabajador lleva 29 años acudiendo a diario a la factoría de A Grela y sabía que había "rumores", pero no contaba con la noticia del cierre. "Nos esperábamos un ERE, pero no que cerrara la planta", confiesa. Al igual que sus compañeros, se muestra a la expectativa de lo que suceda en los próximos días, pero adelanta que los trabajadores harán "toda la fuerza posible" para tratar de evitar un cierre que implica muchos dramas personales. "Para la gente joven es un palo, pero los que tenemos más edad lo tenemos peor", reflexiona.

Nazario Arias

"Las plantillas de A Coruña y de Avilés son las que pagan el pato"

"Las plantillas de A Coruña y Avilés pagan el pato y otros, nada", critica Nazario Arias, empleado de Alcoa con 42 años de antigüedad y miembro del comité de empresa. "Había rumores desde hace un tiempo —coincide en señalar— pero no pensábamos que fueran a venir tan fuerte como vinieron", asegura. A su modo de ver, la rentabilidad de las fábricas va muy ligada a las ayudas que reciban, toda vez que el precio de la energía —la factura eléctrica supone el 40% de sus costes de producción— está "desmedido", lamenta. Arias añade que la plantilla no asume el cierre y que hará frente para luchar por sus derechos.