El Báltico es una inmensa y arrugada lengua gris alrededor de Rügen, la mayor isla de Alemania, lugar habitual de vacaciones para los ciudadanos de Berlín durante el siglo pasado y reconvertido ahora en un destino termal de la tercera edad. Hace mal día. Pero es que aquí el otoño tiene temperatura y vientos de invierno. Desde el aire, los únicos destellos que rompen la oscuridad hoy del mar vienen de los tenues rayos de sol escurridos entre tanta nube y el amarillo de la armadura sobre la que se asienta el primer parque eólico en el mar construido en solitario por Iberdrola y símbolo ya de la nueva generación del naval made in Galicia. De la factoría de la empresa pública Navantia en Ferrol salieron casi la mitad de todas las jackets que mantienen en pie los 70 aerogeneradores del complejo de Vikinger, a 40 kilómetros de esta zona al norte del país. Es un hito histórico para la multinacional líder en renovables, pero también un antes y un después en el negocio energético español y en un sector clave de la economía en la comunidad, que ve la luz al final del túnel gracias a la carga de trabajo convencional en los astilleros y a la demostración con este proyecto de que la eólica offshore es una alternativa en firme para ampliar las líneas del negocio del naval y evitar una jubilación anticipada.

"Tenemos suerte con el tiempo, no son las mejores condiciones para un avión, pero sí para ver el parque eólico activo", cuenta Estanislao Rey-Baltar, director de Wikinger, en un vuelo de reconocimiento previo a su inauguración hoy. El parque está conectado a la red eléctrica alemana desde diciembre. Por ajustes de operatividad, la producción este año alcanzará un 75% de su potencial, capaz de suministrar energía limpia a 350.000 hogares. La inversión rondó los 1.400 millones de euros. Estará en explotación durante un cuarto de siglo y la previsión es facturar alrededor de 220 millones de euros por ejercicio.

Después de comprar los derechos del parque al Deutsche Bank y el grupo GHF en marzo de 2010, Iberdrola decidió revisar la parte tecnológica para adaptarlo a lo último que había en el mercado, tanto desde el punto de vista de las turbinas como de sus soportes. La compañía apostó por ganar tamaño en los aerogeneradores -de 5 MW de potencia cada uno- y colocarlos sobre estructuras ancladas directamente al fondo debido a las especiales características del Báltico.

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Una innovadora estrategia en la que se rodeó de capital español para los grandes contratos. Gamesa se encargó de las turbinas. La asturiana Windar asumió los pilotes que anclan los molinos y las 70 torres. Y Navantia construyó la subestación en su fábrica de Cádiz y 29 jackets en la de Ferrol. "La alianza Navantia-Windar ha sido muy buena, una aportación muy positiva al proyecto por su competitividad, la calidad del producto final y el compromiso de plazos cumplido", valora Rey-Varela.

El parque de Wikinger ha supuesto "sin duda" una auténtica escuela en eólica marina para Iberdrola y para sus proveedores. "Muchos, como Navantia -continúa este ingeniero de padre compostelano-, se han sumado al carro con un sector nuevo para ellos". Y dejan el ADN gallego para todo lo que puede venir, que no es poco.

Iberdrola se adjudicó en la subasta organizada por la Agencia Federal de Redes de Alemania en abril otros dos parques eólicos en el Báltico, ubicados a solo 4 kilómetros de Wikinger. Entre ambos suman 486 MW, con lo que la compañía superará aquí los 800 MW en explotación. La experiencia acumulada y las sinergias entre proyectos -como la disponibilidad de un centro de operación y un puerto para la logística- permitirán a la empresa presidida por Ignacio Sánchez Galán un importante ahorro de costes. De hecho, a pesar de que es más potencia, el presupuesto para Baltic Eagle y Wikinger Süd es menor, 1.000 millones.

Navantia entra en todas las quinielas para repetir como proveedor de jackets tras el éxito de Wikinger y su participación también en el East Anglia One, un macroparque de Iberdrola de 714 MW y 2.800 millones de euros, el de mayor tamaño del mundo, ahora mismo en construcción en el Mar del Norte. Lo que sí es seguro es que el astillero es uno de los candidatos en otro de los proyectos inmediatos de la multinacional energética para instalar 496 MW eólicos en la Bretaña francesa. Ha presentado una oferta para asumir los soportes del parque al completo y en principio el veredicto de Iberdrola se conocerá a principios del próximo año. Rey-Baltar recuerda que la experiencia previa es uno de los criterios que Iberdrola tiene en cuenta para valorar el encargo de nuevos trabajos. "Y lo cierto es que, si antes había oportunidades, ahora hay más", resume.