La batalla por salvar las fábricas de aluminio de Alcoa de A Coruña (con 369 trabajadores) y Avilés (con 317) se trasladó ayer a las calles de Avilés en forma de manifestación multitudinaria -50.000 personas, según los cálculos coincidentes de la organización y del Ayuntamiento- y se convirtió en la lucha de Galicia y Asturias por el futuro de su industria. Es el mensaje que lanzan al unísono los sindicatos en los últimos días sobre el riesgo de un "efecto dominó" que afecte a otras fábricas altamente dependientes de la energía.

Entre la marea amarilla que tomó las calles de Avilés destacaba un pequeño grupo que vestía de naranja. Eran los trabajadores de la planta coruñesa de Alcoa. "Hay que parar esto porque detrás de nosotros van a caer muchas más", sentenció Felipe Casal, empleado de la factoría de A Grela. La plantilla se niega a caer en el desánimo. "Estamos convencidos de que lo vamos a lograr, vamos a conseguir que Alcoa dé marcha atrás", agregó otro de los trabajadores coruñeses, Diego Chans.

El grupo destacaba, además de por sus camisetas naranjas, llamativas incluso por la noche, por su juventud. No pasaban de los 35 años. "Hubo una renovación de la plantilla importante, llegó mucha gente joven a la empresa", detalló Casal.