Dice un refrán español que "la avaricia rompe el saco", y eso es lo que puede pasarle a la poderosa empresa alemana del sector químico Bayer con su adquisición de la estadounidense Monsanto.

Con esa operación, el grupo alemán hereda un montón de demandas interpuestas en EEUU contra Monsanto por los supuestos efectos cancerígenos de su producto estrella, el herbicida Roundup, uno de cuyos componentes es el glifosato.

Muchos de los 3.200 trabajadores de Currenta, filial que pertenece todavía a Bayer en un 60% mientras que el 40% restante pasó a Lanxess, empresa escindida de Bayer, temen que, acuciado por las demandas judiciales, el grupo de Leverkusen acabe vendiendo su parte.

Aunque Bayer no ha querido hacer ningún comentario al respecto, no es ningún secreto que el grupo alemán parece haberse metido con la compra de Monsanto en un embrollo que puede terminar saliéndole caro.

Los mayores inversores en Bayer, el fondo estadounidense BackRock y el singapurés Temasek parecen seguir de cerca la situación.

Según diversos medios, un tribunal californiano obligó este verano a Monsanto a indemnizar con 39 millones de dólares al portero de una escuela enfermo de cáncer, mal que ése atribuye al herbicida glifosato. El tribunal impuso además a Monsanto, lo que equivale a decir a Bayer, una sanción de 250 millones de dólares, que la juez de una instancia superior redujo, sin embargo, a otros 39 millones.

El grupo alemán no acepta, sin embargo, el veredicto y, según explicó un portavoz al semanario Die Zeit, recurrirá, aduciendo que más de 800 estudios científicos así como las agencias de la salud o del medio ambiente de distintos países, entre ellos EEUU, no han confirmado la supuesta nocividad de su producto.

Pero, como señala la citada revista alemana, la compra de Monsanto supone heredar no sólo 8.700 demandas interpuestas contra esa empresa, sino un problema adicional que puede causarle a Bayer nuevos disgustos y que tiene que ver con la creciente resistencia al Roundup. Para combatir a las hierbas resistentes a ese producto, Monsanto lanzó al mercado en noviembre de 2016 otro producto conocido como XtenditMa VaporGrip y que la EPA (Agencia de Protección Medioambiental de EEUU) autorizó en principio por un par de años.

Ése sigue el mismo principio que el Roundup, que sólo ataca a las malas hierbas que puedan encontrarse en medio de un cultivo, pero no a las semillas transgénicas.

Es decir, que un agricultor puede emplearlo sin problemas siempre y cuando adquiera antes la correspondiente semilla, que produce también Monsanto. En principio, un nuevo negocio redondo.

Pero ocurre que ese nuevo producto se basa en una substancia desarrollada en los años sesenta, bautizada Dicamba. Volátil en extremo, el viento puede transportarla fácilmente a los campos próximos y atacar allí otras semillas.

Según Bayer, hasta ahora sólo se han presentado contra Monsanto un puñado de demandas por contaminación atribuida al empleo de Dicamba, pero no se descarta que lleguen más.

En este caso se acusa a Monsanto de atentar contra la legislación antimonopolio ya que, como explica Die Zeit, debido a la fácil difusión de ese producto, prácticamente se obliga a los propietarios de los campos próximos a adquirir también semillas resistentes al Dicamba.

Los demandantes acusan a la empresa de haber creado el problema de los hierbajos resistentes para resolverlo con un producto que destruye a la competencia y aumenta artificialmente la demanda del herbicida, algo que Monsanto, sin embargo, niega porque, según la empresa, aquél es mucho menos volátil que productos equivalentes.