Los números avalan, al menos de momento, el giro radical en el timón de Adolfo Domínguez desde que la hija del fundador, Adriana, asumió las riendas, primero, en julio de 2017, como directora general, y un año después como consejera delegada con plenos poderes de mando. La compañía está empeñada en recuperar los orígenes que tanto éxito le dieron en los años 80 y, a la vez, aprovechar el gran rendimiento que le está dando su red internacional y la oportunidad del despegue de la venta online. En su primer semestre fiscal, que va de marzo a agosto, los números rojos se redujeron un 43,5%. El grupo textil perdió 2,8 millones de euros, frente a los casi 5 millones del mismo periodo de 2017. Todo apunta a que este será su mejor ejercicio en la última década y el antes y el después de la grave crisis que atravesó.

Una de las claves de su "reposicionamiento", como la propia empresa denomina al ajuste del negocio en el que trabaja bajo la batuta de Adriana Domínguez, es la apuesta por menos tiendas, pero con más ventas en ellas y mayor margen de ganancia. Con la concentración de la red, la facturación cae ligeramente en estos seis meses, un, 4,9%, hasta los 52 millones de euros; pero en superficie comparable, el incremento es del 5%. "El avance de los datos del primer semestre no solo nos permite generar ventas más rentables y un reposicionamiento fuera de España -explica el director de Operaciones, Antonio Puente, en el informe remitido ayer por la compañía-; también en España nuestras ventas comparables están evolucionando muy bien y de hecho el acumulado se sitúa en agosto cuatro puntos por encima del sector". En dos años, el ascenso de la facturación media por cada tienda se dispara cerca de un 29%.