El Pacto de Toledo viene de 1995, de cuando España se recuperaba de otra crisis y arreciaba como ahora la preocupación por el futuro de las pensiones públicas, entonces en déficit, igual que ahora. Agonizaba el felipismo y emergía el aznarismo en un clima de crispación política, pero los partidos fueron capaces de llegar a un acuerdo que los comprometía a sacar las pensiones de la refriega electoral y a buscar el consenso para apuntalarlas.

La expansión económica de los lustros siguientes y la inmigración que la acompañó taponaron la hemorragia financiera y apagaron la inquietud ciudadana y también las urgencias políticas para reformar las pensiones, aunque algunos cambios no menores se abordaron a partir de recomendaciones consensuadas previamente en el Pacto de Toledo: la ampliación de los años de cómputo de 8 a 15 para evitar abusos (1997) o la creación del Fondo de Reserva (2003).

La Gran Recesión reabrió la herida y, bajo presión de Europa, los gobiernos del PSOE y del PP acometieron cambios que rompieron el consenso. Las pensiones volvieron de lleno a la arena electoral cuando el PP rechazó en 2011 apoyar la reforma socialista para elevar la edad de jubilación, aunque luego se negó a derogarla, y nadie de la oposición quiso apoyar en 2013 otra reforma de los populares, aprobada con su mayoría absoluta y centrada, por fuerza del contexto, en reducir la generosidad de las prestaciones.

El Pacto de Toledo descarriló entonces y vuelve a hacerlo ahora, esta vez alejando la posibilidad de concertar cambios en tiempos de crecimiento económico, cuando sobre el papel es más sencillo llegar a soluciones equilibradas sobre el reparto de sacrificios (entre gastos e ingresos) que con el tiempo llegarán, quizá en medio de la siguiente crisis.

De momento, durante estos días preelectorales escucharemos a unos decir que son capaces de sujetar el Estado del bienestar bajando la mitad de los impuestos y suprimiendo la otra mitad y a otros prometer que harán que el déficit de las pensiones lo paguen entre las entidades financieras y las principales fortunas del país. No les crean.