Los sindicatos afrontan el Primero de Mayo en un momento de recuperación de la afiliación, pero con el bisindicalismo cuestionado y nuevas formas de activismo social que eclipsan el movimiento obrero. Hace 129 años que se celebran los derechos de los trabajadores, aunque el día comenzó con la reivindicación de una jornada laboral de 8 horas y, posteriormente, como homenaje a los ejecutados en Chicago defendiendo la dignidad trabajadora.

Hoy en día la lucha contra la precariedad laboral centra las exigencias sindicales, aunque otros movimientos sociales han logrado entrar en el espacio reivindicativo mostrando una gran capacidad de movilización, más transversal y menos identificada con el sindicalismo de clase. Es el caso de los movimientos feministas, las Kellys (camareras de piso) o las plataformas en defensa de las pensiones, que atraen a multitud de personas que se sientes más representadas por ellos que por los sindicatos tradicionales.

Tras perder casi 600.000 afiliados durante la crisis, la recuperación económica del mercado laboral en los últimos años y las nuevas brechas creadas por la precariedad impulsan al alza los socios y los delegados sindicales. Desde el récord de 2009 y 2010, las cuatro mayores centrales de España fueron reduciendo el número de afiliados hasta el mínimo de 2015, según los datos aportados a la agencia Efe por los propias sindicatos.

Actualmente, el mayor sindicato de España es UGT, con 941.485 afiliados en 2018 (2.000 más que el año anterior); seguido por CCOO, con 934.809 (14.000 más); CSIF, con unos 200.000 (unos 10.000 más), y USO, con 121.041 (casi 4.000 más).