En el año 2012, con Mariano Rajoy en Moncloa, el Gobierno elevó el Impuesto sobre el Valor Añadido (IVA) del 19 al 21%. Hasta esa fecha, de cada euro que un consumidor pagaba en la estación de servicio, 41,6 céntimos equivalían a impuestos; el alza del IVA elevó esa proporción hasta los 43,4 céntimos. Después llegó, en Galicia, la imposición del llamado céntimo sanitario, que se fijó en 4,8 céntimos por litro (el tope máximo previsto en la ley). El porcentaje de impuestos sobre el precio de venta final alcanzó, a partir de ahí, el 44%. El pellizco que se queda el fisco del coste final de los carburantes irá in crescendo „hoy, también en Galicia, es del 48%„ para disgusto de los usuarios.

Primero, por la anunciada decisión del Gobierno de elevar la tributación sobre el gasóleo en 3,8 céntimos a partir del próximo enero. Segundo, porque el objetivo es equiparar los gravámenes que se aplican ya a la gasolina, con lo que las tasas al diésel medrarán a medio plazo casi cinco céntimos más por litro. Quedarán exentos los transportistas y los combustibles bonificados (transporte agrícola, barcos).

Aún con estas alzas „las ya ejecutadas y las previstas„, España es uno de los países con menos peso de los impuestos en el coste final del gasóleo. El trono lo tiene Rumanía, con un 65%; Malta, con un escaso 45,1%, ocupa el último lugar en el ranking.