Caída de precios, sequías, subida del salario mínimo, exigencias comunitarias, retos tecnológicos, crisis de aranceles con Estados Unidos… El sector agrícola vive momentos muy duros y, como ya ha sucedido en otros años, los agricultores han decidido ponerse en pie para reivindicar el abandono que sufren.

“El problema del campo no es coyuntural, puede que la subida del salario mínimo interprofesional haya puesto de relieve su situación o que haya afectado de forma puntual, pero no es un problema de hoy, sino que se lleva arrastrando tiempo. El campo está bastante abandonado”, afirma el profesor de EAE Business School, Mariano Íñigo.

Lo cierto es que son muchas las dificultades a las que se enfrentan los agricultores. Además de los precios que imponen las grandes cadenas de distribución -reclaman un precio 'justo'- y las ventas a pérdidas, muchos otros son los factores que influyen en la precaria situación del campo. La gran dispersión de la oferta, los productos importados que no tienen que cumplir las mismas normas fitosanitarias ni las restricciones en el uso de fertilizantes, nuestro modelo de exportación y la escasa capacidad para que los consumidores perciban la calidad de los productos son algunos de los desafíos del sector agrícola en nuestro país, según este experto.

“El precio es algo más que el coste, es una expresión de valor, lo que depende de la percepción que se tiene del producto. El problema que tienen los agricultores españoles es que no han sabido poner en valor nuestros productos. Tienen una calidad extraordinaria, pero la gente no parece dispuesta a pagar más por ellos”, afirma rotundo Mariano Íñigo.

Y si con esta falta de percepción no fuera suficiente, a esto se le suma que más del 70% de la producción española se comercializa en el exterior, de ahí que sacar músculo sea otro reto al que nos enfrentamos. “Para poder negociar con esas potencias internacionales hay que ganar dimensión”, aclara el profesor.

La Política Agrícola Común

Otro de los principales inconvenientes que afronta la agricultura convencional en España es la falta de agua, así como el reparto de los fondos de la Política Agrícola Común (PAC). “Muchas explotaciones agrícolas han dependido de las subvenciones para su subsistencia. Si se reforma la PAC, puede ocasionar que muchas de ellas no sean rentables, por lo que entramos en un problema superior ya que España ha sido receptor neto de ayudas, mientras que a partir de ahora, con la incorporación de los países del este de Europa, va a ser financiador”, explica Mariano Íñigo.

Además, según manifiesta este experto, la 'amenaza' sobre nuestros agricultores no solo proviene de la reducción del importe de la PAC -que consume más del 30% del presupuesto-, sino también de la disminución de las aportaciones con el Brexit. Es decir, en vez de recibir, aportar, lo que cambia por completo las reglas del juego.

Ante este escenario aciago para los agricultores, el Consejo de Ministros aprobó un paquete de medidas entre las que se incluye la reforma de la Ley de la Cadena Alimentaria,Ley de la Cadena Alimentaria a través de la cual se van a incluir los costes de producción, con lo que se intentará que los precios mejoren en origen o que por lo menos se cubran los costes.

Cambios en materia de trabajo

Aparte de esta medida, se han incluido en el Decreto-ley otras para proteger a los trabajadores eventuales del campo con vistas a que este sector sea más estable. Tal es así, que se ha aprobado una bonificación para aquellos contratos temporales que pasen a ser fijos discontinuos o indefinidos -bonificación que será mayor en los casos que afecten a las trabajadoras-, al mismo tiempo que se cambiará la ley de Inspección de Trabajo para supervisar los alojamientos y locales de descanso de los agricultores, con el objetivo de garantizar unas condiciones laborales dignas.

Asimismo, se ha reducido a 20 el número de jornadas de los agricultores para acceder al subsidio de desempleo, así como a la renta agraria a trabajadores eventuales de Andalucía y Extremadura. ¿Serán suficientes estas medidas para calmar la 'voz' del campesinado?