Jarrod Haar, profesor de la Universidad de Auckland (Nueva Zelanda), llevó a cabo un estudio en 2018 para testar la viabilidad de la implantación de una semana laboral de cuatro jornadas. Lo hizo en una de las firmas del país que pretendía iniciar la experiencia y se apuntó para documentar los cambios. Sus resultados, a menudo citados por aquellos que ven posibilidades a una propuesta similar, van en la línea de que la productividad no tiene por qué resentirse y que, en cambio, hay un gran potencial en cuanto a la satisfacción de los empleados y la conciliación de la vida familiar y laboral. Con la pandemia del coronavirus y el riesgo que supone para los empleos, la idea vuelve a estar sobre la mesa. Al menos, en Alemania. Allí el sindicato IG Metall, el que más afiliados tiene en la Unión Europea (más de 2,3 millones), ha lanzado la propuesta a su Gobierno, que parece dispuesto a, por lo menos, debatirlo. En España, sin embargo, esa posibilidad parece más lejana. Pese a que algunos partidos políticos lo han promovido (como Más País) o a la insistencia por parte de los sindicatos, la idea no parece cuajar. En Galicia, las centrales se basan en la idea de "repartir el trabajo" y "fomentar el consumo" para defender las cuatro jornadas de trabajo por semana, mientras que las patronales discuten que el momento quizá "no es el más adecuado" y que, de plantearse en algún momento, tendría "matices".

El ejemplo del profesor Haar y la empresa que llevó a cabo aquella prueba, Perpetual Guardian, sirvió de mecha para que el fundador de la firma, Andrew Barnes, lanzase una campaña de promoción en favor de los cuatro días laborales por semana, denominada 4 day week. En plena pandemia la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, sacó el tema a debate como opción para reactivar la economía, aunque limitándolo a una decisión "entre empleadores y empleados". Antes se planteó en otros países como Japón o ciudades como la de Estocolmo, en Suecia, mientras que en España fue una empresa de Jaén la que ocupó espacios informativos por apostar por esta medida.

Ahora es Alemania la que lo valora, con el impulso del sindicato IG Metall (que representa a trabajadores en el sector metalúrgico y eléctrico) y con el Gobierno -que acaba de extender la protección de los ERTE hasta finales del 2021- mostrándose a favor. "La reducción de la jornada laboral puede ser una medida adecuada si los interlocutores sociales están de acuerdo", apuntó el ministro de Empleo, Hubertus Heil.

Al igual que IG Metall, los sindicatos gallegos tienen entre sus propuestas actuales y futuras la reducción a cuatro jornadas por semana. "Vendría muy bien ir reduciendo la jornada, porque es un mecanismo que serviría para apoyar el trabajo", explica el secretario general de CCOO en la comunidad, Ramón Sarmiento. Su homólogo en la CIG, Paulo Carril, cree que serviría para "repartir trabajo, generar empleo y, al mismo tiempo, reducir el riesgo para la salud" durante la pandemia.

En el caso de UGT, la propuesta figuraba entre las principales a debatir en el congreso confederal que se celebraría en noviembre (aplazado por el coronavirus). "La pandemia está acelerando este tipo de cosas y de lo que estamos hablando es de cómo conciliar trabajo, ocio y familia", apunta el secretario general del sindicato en la comunidad gallega, José Antonio Gómez.

Problemas

Sin embargo, los planteamientos de los sindicatos no parecen tener muy buena acogida. CIG, UGT y CCOO ven "casi imposible" que salga adelante en España por lo que llaman una "falta de cultura empresarial" y también por la reticencia del Gobierno a derogar la reforma laboral de 2012. "La legislación laboral que tenemos implica que sea imposible aplicar medidas como estas", lamentan desde las tres centrales gallegas.

El vicepresidente de la Confederación de Empresarios de Galicia (CEG), Jorge Cebreiros, explica por su parte que una medida así tendría que venir con ciertos matices. "Si no afecta a la producción podría negociarse", comenta el empresario, "porque las propuestas que veíamos hablaban de rebajar las horas trabajadas, algo que además no es nada propicio en estos momentos".

Cebreiros comenta que "la economía española no está ahora para inventos de este tipo", que supondrían sumar "un elemento de incertidumbre más". Para Sarmiento, en cambio, el país "va un paso por detrás" en materia laboral respecto a otros países. "Las empresas creen que cuantas más horas echas más cobras y más se produce; mientras ese sea el factor principal que condiciona la retribución ya nos imaginamos qué pasaría: si bajamos la jornada, bajamos lo salarios. Una ecuación que no es muy viable", estima el líder de CCOO en Galicia.

Al igual que Comisiones, UGT y CIG ven las "más ventajas que inconvenientes". De hecho, Gómez apuesta porque "todos pongan su granito de arena". "La reducción a cuatro días haría que la gente trabajara más a gusto y aumentase el consumo, lo que mejoraría también las cuentas del estado", recuerda. Carril, mientras, recuerda que la central nacionalista tiene entre sus propuestas instaurar la jornada de 35 horas semanales, pero también que "Galicia está precisamente en un momento de un aumento injustificado de las horas de trabajo". "Hay que pasar a la acción", sentencia.

Los expertos, además, tampoco concuerdan en la efectividad de una propuesta de este tipo. Maite Cancelo, economista y profesora de la Universidade de Santiago de Compostela (USC), valora que "es algo que depende de muchos factores" y, como Cebreiros, que "dependerá del tipo de sector". Para la experta, lo ideal sería "recortar el número de días y que se produjera más", pero matiza que "la idiosincrasia y las costumbres de cada del país" marcan que esto suceda o no. "Es como cuando hablamos de equipararnos a los nórdicos: no siempre es posible y no creo que nos beneficiara", comenta.