Tras la irrupción del coronavirus, la actividad económica vuelve paulatinamente a su normalidad. Y eso incluye a la banca que, en plena reorganización de su negocio, reactiva los planes que tenía antes de la pandemia. Entre ellos, el incremento del cobro de nuevos recargos a los clientes menos vinculados con la entidad con el objetivo de fidelizarlos. Es decir, a más servicios contratados, menos comisiones.

El último ejemplo es Caixabank, la entidad que está a punto de fusionarse con Bankia cobrará a partir del 1 de octubre una comisión de hasta 240 euros al año (60 al trimestre) por el mantenimiento de las cuentas corrientes si no se cumplen una serie de condiciones.

El objetivo de la entidad es fomentar la fidelización de los usuarios y pasar de los 8,1 millones de clientes vinculados que tiene en la actualidad (el 62,7% de la base de clientes particulares) a los 9 millones. La entidad catalana supera las 4 millones de nóminas domiciliadas, con una cuota de mercado que alcanza el 27,1%.

El cambio de condiciones estaba previsto que se pusiese en marcha en el mes de abril, pero la pandemia del coronavirus provocó que se aplazara hasta octubre, cuando entrará en vigor. Para evitar el recargo más alto (240 euros anuales), el banco fija la obligación de tener domiciliada una nómina superior a 600 euros mensuales o una pensión de más de 300 euros o bien un saldo de 20.000 euros en fondos de inversión, carteras de fondos, estructurados, carteras gestionadas, seguros de ahorro y planes de pensiones individuales con una empresa del grupo Caixabank. Entonces, los clientes tendrán que pagar 15 euros al trimestre, en lugar de 60.

Es decir, 60 euros al año. Si además de cumplir con todo lo anterior, el cliente tiene tres recibos domiciliados o hace tres compras con tarjeta de crédito al trimestre, la comisión se reducirá a cero.