A la ingeniera industrial Margarita Albors (València, 1981) le cambió la vida su paso por Estados Unidos tras descubrir la cara b del capitalismo. Albors se dio cuenta durante un máster de dos años en Boston que hay una alternativa al capitalismo salvaje y se lanzó a emprender proyectos que mejoran la vida de las personas y protegen el medio ambiente sin descuidar los intereses de los inversores. De regreso a España hace diez años, fue una pionera al fundar la primera incubadora de startups de impacto.

Las empresas emergentes de impacto combinan los intereses de las compañías tradicionales (obtener beneficios) con los de las oenegés (resolver problemas donde no llega la Administración). Su trayectoria profesional ha estado marcada desde entonces por el liderazgo innato, la capacidad para empatizar con sus interlocutores y su sensibilidad ante los retos sociales, según destaca su entorno más cercano.

Estudió ingeniería industrial, como su padre, y en la Universitat Politècnica de València conoció a su marido (con el que tiene dos hijos de 5 y 7 años), el emprendedor Iker Marcaide. En 2008 se fue a Boston para realizar un máster de gestión de empresas en la Universidad de Harvard. Dio el salto a Estados Unidos porque Iker Marcaide tiene un vínculo académico muy fuerte con las universidades estadounidenses ya que su padre estudió en el Massachusetts Institute of Technology (MIT). Mientras Marcaide sentaba en Boston las bases de la startup Peer Transfer (que ha cerrado este año una ronda de 113 millones de euros y que ahora se llama Flywire), Albors acudía a clase.

Allí empezó su transformación personal. "Era la primera vez que visitaba Estados Unidos y estaba feliz. Harvard tiene un entorno estimulante que te abre mucho la mente. En Boston coincides con emprendedores de todo el mundo que son muy interesantes", asegura Margarita Albors. Sin embargo, a los dos meses de llegar estalló la crisis financiera de 2008. La ingeniera no se imaginaba los contrastes tan fuertes de Estados Unidos y le impactó la pobreza que había alrededor del campus de Harvard. En las puertas de la librería donde iba a comprar los libros de texto dormía un homeless.

Esa visión le hizo un clic en el cerebro y le llevó a dedicar su vida al emprendimiento social con el apoyo a proyectos que cambian la sociedad para que las oportunidades llegue a todos. Margarita Albors comprobó que el emprendimiento social llevaba diez años desarrollado en Inglaterra y Estados Unidos y comenzó a colaborar con una oenegé de San Francisco que ayudaba a mujeres inmigrantes a emprender con formación y microcréditos.

Durante los dos años que estuvo en Boston le dio vueltas a cómo canalizar esa inquietud y decidió con su marido volver a València y volcarse con el emprendimiento de impacto. "Era consciente de que era un salto al vacío y me cerraba las puertas de la ingeniería, pero estaba convencida", confiesa.

De vuelta a València impulsó en 2010 la fundación Social Nest, germen de la incubadora de proyectos de impacto The Nest (El Nido). En aquel momento ni siquiera había incubadoras y aceleradoras de startups en España. La fundación tiene tres ejes: la aceleración de startups con un trasfondo social, el fomento del emprendimiento de impacto y la divulgación educativa. Su fundación ha ayudado en la última década a más de un centenar de startups que han captado más de 6 millones.

Evangelización

Un colaborador estrecho de Albors incide en que el interés por la formación y la divulgación son dos pilares fundamentales de su filosofía vital. "Ejerce una labor de evangelización, como dicen los americanos. Cuando ella empezó con el emprendimiento social no había nada parecido en España. Es una pionera", sentencia. Su marido añade que es una persona que "escucha muy bien. La capacidad de escucha es muy importante en un líder". Marcaide destaca su sensibilidad especial con los retos sociales como reducir la pobreza y la desigualdad porque le llegan al alma.