El Banco Central Europeo (BCE) se ciñe al guion: más adquisiciones de deuda pública y privada para facilitar la financiación de los Gobiernos y más liquidez a los bancos para que den créditos. Y todo ello durante más tiempo, hasta pasados lo dos años del estallido de la pandemia, con el objetivo de reactivar una economía de la zona euro tumbada por el coronavirus y noqueada por su segunda ola.

La mayoría de las previsiones estiman que el PIB de la unión monetaria no volverá al nivel previo al COVID-19 antes de 2022, con lo que el nuevo paquete de medidas del BCE busca hacer de “puente” para las empresas y los hogares hasta que se alcance una “suficiente inmunidad de rebaño” a finales del 2021 que permita que la actividad, particularmente la del sector servicios, “empiece a funcionar bajo circunstancias más normales”. Así lo aseguró ayer su presidenta, Christine Lagarde, que también urgió a los líderes políticos de la UE a desbloquear el plan comunitario de reestructuración, que dará aire al BCE para ir retirando sus apoyos.

El banco central ha cumplido las expectativas que generó en el mercado tras la reunión de octubre. Su consejo de gobierno ha ampliado el programa de compras de emergencia frente a la pandemia (PEPP) desde finales de junio de 2021 hasta “al menos” el cierre de marzo de 2022, al tiempo que ha incrementado su dotación en 500.000 millones desde los 1,35 billones de euros —de los que aún quedan unos 630.000 millones por utilizar— a los 1,85 billones. Además, ha extendido la tercera ronda de subastas de liquidez masiva y barata a las entidades financieras y ha flexibilizado las condiciones.

La inyección de liquidez a los bancos trata de fomentar que estos presten a empresas y familias, al contrario que en la crisis de 2008-2012. El BCE ha aumentado en 12 meses, hasta junio de 2022, las condiciones favorables de las subastas (las entidades pueden devolverle hasta un 1% menos de lo que reciban si al cierre de 2021 han mantenido o aumentado el volumen de créditos respecto a este octubre).

El enésimo impulso a las medidas excepcionales de política monetaria en los últimos años se basa en las nuevas previsiones macroeconómicas del banco central. En septiembre mejoró las que había emitido en junio, tras constatar un “fuerte repunte” de la actividad en el tercer trimestre (12,5% frente al segundo), pero ahora ha vuelto a aumentar su pesimismo sobre la velocidad de la recuperación a causa de la segunda ola de coronavirus, más dura de lo que se esperaba, con las consiguientes medidas de contención por parte de los Gobiernos. Lagarde ya advirtió hace unas semanas de que las vacunas son una buena noticia, pero no tendrán un efecto positivo en la economía a corto plazo.

El BCE estima que el PIB del euro caerá el cuarto trimestre frente al tercero un 2,2%, frente al crecimiento del 3,1% previsto anteriormente. El desplome de la economía de este año será del 7,3%, menos pronunciado de lo esperado hace tres meses (8%) y hace seis (8,7%) gracias al fuerte rebote del verano. Pero la recuperación será más lenta de la prevista: 3,9% el año que viene (frente al 5,2% esperado en junio y el 5% augurado en septiembre), 4,2% en 2022 (3,3% y 3,2%, respectivamente) y 2,1% en 2023. La institución también ha revisado a la baja ligeramente sus expectativas de inflación, ahora en el -0,3% y que seguirá lejos del objetivo de que se sitúe cerca pero por debajo del 2%: 0,2% este año, 1% el próximo, 1,1% en 2022 y 1,4% en 2023.

El programa de compras de deuda busca contener las primas de riesgo para que los Gobiernos puedan financiar a bajo coste sus medidas mitigadoras. El 93% de las adquisiciones se han centrado en deuda pública. En consecuencia, el Tesoro español subastó ayer por primera vez bonos a 10 años con interés negativo.