Nadie tiene la brújula que indica el camino de vuelta a los niveles de renta y empleo previos a la pandemia. Nadie. Y desconfíe de quien diga tenerla. Según la OCDE, España tendrá que esperar a 2023 para que ello ocurra, suponiendo que no haya tropiezos, ni imprevistos. Pero, no se sabe con certeza. Lo que nos está pasando se sitúa tan lejos del saber económico convencional que las recetas precocinadas no sirven, la mayoría de los manuales pueden echarse a la basura y todos los países y organismos multilaterales del mundo están haciendo camino al andar. Y me refiero a una pandemia disruptiva que limita, por razones sanitarias, la movilidad y el consumo de las personas, pero también a la aceleración asociada de la digitalización de la economía y de las relaciones sociales que nos ha hecho recorrer en cinco meses, el camino de cinco años.

Tras la pandemia, esperemos que ya en 2021, saldremos a un territorio nuevo, en gran parte inexplorado, para el que ya podemos dibujar algunos rasgos que se asemejan a un esbozo de mapa cuya fisonomía dependerá mucho de las decisiones que adoptemos ahora y, en especial, de cuál sea la respuesta a las siguientes preguntas. ¿Habrá en el primer trimestre del año próximo una tercera ola de la pandemia, tan virulenta como la segunda que ya causa en Europa más muertos que la primera? Dependerá de lo que ocurra con la aplicación de las medidas sanitarias compatibles con el "salvar la Navidad" que se ha convertido en mantra repetido desde todos los espectros políticos.

Es bastante evidente que la intensidad de la segunda ola ha estado muy relacionada con una desescalada prematura y demasiado rápida tras el confinamiento a que nos llevó la primera ola. ¿Ocurrirá lo mismo ahora? ¿Por "salvar la Navidad" pondremos en riesgo la recuperación o, cuanto menos, la retrasaremos unos meses, incrementando, además, el saldo de muertes? ¿Cuánto tardará la vacuna en acabar con la pandemia?

Suponiendo que cualquiera de las vacunas existentes sea plenamente efectiva y las campañas de vacunación masiva se cumplan sin problemas, es difícil que antes del verano hayamos alcanzado una situación tal de inmunidad que permita declarar a España como territorio libre de la pandemia. Eso plantea una duda fundamental: ¿cuántos de los 60 millones de turistas que han dejado de visitarnos durante 2020 se animarán a venir a lo largo de 2021? Incluso si compartimos las críticas respecto a la excesiva dependencia que tiene nuestra economía del turismo y de las actividades conexas (hostelería, ocio, trasporte), que no es mi caso, tendremos que reconocer que cualquier alternativa a dicho modelo se irá bastante más allá del año próximo donde, todavía, el número de turistas que nos visiten será una variable clave para nuestro desempeño económico.

¿Cuántas empresas habrán aguantado la pandemia? En estos momentos, más allá de los que ya han cerrado de forma definitiva, tenemos 350.000 autónomos que sobreviven gracias a las ayudas extraordinarias y más de un millón de trabajadores en ERTES o cese de actividad. El Banco de España calcula que hasta un 20% de las empresas caerán en insolvencia en 2021 y la mitad, acabarán cerrando si no hay cambios. Todo el mundo, incluido el FMI, insiste en la necesidad de ir más allá de las ayudas de urgencia puestas en marcha en el principio de la pandemia si queremos evitar un fuerte incremento de quiebras y despidos ante la larga duración de esta excepcional situación. Todo el mundo, menos el Gobierno, de momento. En concreto, se solicita arbitrar nuevas ayudas directas a empresas de los sectores más afectados por la limitación de movilidad, como han hecho otros países europeos como Alemania. Si se pone en marcha estas nuevas ayudas, salvaremos una parte mayor de nuestro tejido productivo, pero, a cambio, tendremos un mayor déficit público del ya elevado 8% del PIB previsto en los Presupuestos.

¿Con cuanta rapidez volveremos los ciudadanos a impulsar el crecimiento económico con nuestro gasto? El consumo de las familias españolas representa en torno al 60% del PIB, razón por la cual, que el ahorro haya alcanzado unas tasas históricas superiores al 22% de su renta disponible sólo se entiende por la pandemia y ello, a su vez, explica una caída del PIB, no menos histórica, del 11,8%. Sin graves alteraciones previstas en los ingresos, los ciudadanos irán trasladando ahorro a consumo conforme las restricciones sanitarias se vayan suavizando, en paralelo con el avance de la vacuna, según sean sus temores sobre la superación definitiva de la pandemia y en función del número de empresas que hayan quebrado y de ERTES que acaben en ERES.

¿Qué pasará con los Fondos Europeos de Recuperación? Es casi imposible que logremos ejecutar en 2021 los 27.000 millones de euros previstos por el Gobierno en los Presupuestos, provenientes de los Fondos Europeos para la Recuperación. Por mucho que el nuevo Decreto Ley próximo a aprobarse, acelere los trámites burocráticos y la tramitación de los proyectos, entre unas cosas y otras podemos aspirar a comprometer esa cantidad, pero difícilmente es esperable que se puedan gastar ni la mitad a lo largo del año próximo. Y ello, ya sería un éxito.

España ha sido el país de la OCDE donde la pandemia más ha golpeado a la economía, por ser un país muy dependiente de sectores que viven de la movilidad personal (servicios) y uno de los países donde las medidas públicas de apoyo han sido menores en relación al PIB, como consecuencia de un Estado debilitado por las políticas de austeridad y por políticas fiscales insuficientes. Si, además, todo apunta a que será uno de los países que más tiempo tarde en recuperarse, no es aventurado concluir que las desigualdades sociales, todavía sin cerrar las brechas abiertas por las anteriores crisis de 2008 (financiera) y 2010/11 (del euro), se volverán a ensanchar, a pesar del bonito eslogan gubernamental de no dejar a nadie atrás.

Se empieza a acuñar la expresión de los "sin trabajo" para esos jóvenes que han enganchado ambas crisis y todavía no conocen la experiencia laboral, ni como precarios. En paralelo, aparece el temor hacia una automatización digital acelerada que deje en la cuneta a muchos trabajadores adultos sin la preparación adecuada. Los "escudos sociales" (palabro que remite a un marco mental muy alejado de la socialdemocracia) del Gobierno están llenos de grietas o tan cargados de requisitos burocráticos que muy pocos pueden levantarlos para protegerse.

Ante tantas preguntas sin respuesta, la aprobación de los Presupuestos tiene más valor político que económico: augura una legislatura larga que pondrá fin al periodo de inestabilidad parlamentaria que arrancó en 2014. Lo que no pondrá fin es a la política frentista que tanto acentúa la polarización del país en momentos en que la unidad transversal debería de ser mucho más que un significante vacío. Al final, los que más han interiorizado el fin del bipartidismo han sido los dos partidos mayoritarios del hemiciclo, que están atrapados en el famoso cuadro de Goya 'Duelo a garrotazos' para no perder votos a su derecha o a su izquierda, respectivamente. La política, pues, la marcan hoy los extremos del arco parlamentario y ello, también afecta al desempeño económico en forma de incertidumbre añadida.