Teresa López nació en un pueblo de Galicia de menos de 3.000 habitantes y "en una parroquia que no llega a 500". Es decir, es una mujer rural; pero su visión trasciende las fronteras de su pueblo: esta ingeniera agrónoma comenzó su carrera en la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA) como técnica ganadera y ahora preside Fademur, la Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales.

Fue mientras asesoraba a las explotaciones cuando empezó a asociarse con otras compañeras, para afrontar unos problemas a los que no se daba respuesta desde el punto de vista sindical o que quedaban fuera de ese espectro. "Había obstáculos que encontrábamos por el hecho de ser mujeres y vivir en el ámbito rural y pensamos que merecía la pena intentar ampliar la red y llegar a muchas más para canalizar sus reivindicaciones". Hoy Fademur tiene presencia nacional y cuenta con alrededor de 55.000 miembros.

Se considera una especie de "emprendedora social", porque aunque nunca ha fundado una empresa, su labor y la del resto de mujeres de la Federación genera dinámicas e impulsa estructuras que ayudan a "dinamizar el tejido social de los pueblos" y a fomentar la unión de fuerzas de los habitantes de la llamada España vaciada.

Últimamente se habla mucho de la España vaciada, ¿pero qué se hace por ella?

Llevamos mucho tiempo hablando de los problemas del mundo rural que, desde nuestra perspectiva, derivan sobre todo de la falta de atención a las necesidades de las mujeres. Si no encontramos oportunidades económicas para ser independientes y tener autonomía en nuestros pueblos y no gozamos de unos determinados servicios que nos permitan tener calidad de vida, al final nos marchamos. Ese proceso migratorio interior se ha agudizado en los últimos años y más de la mitad de los municipios de España están en riesgo de extinción.

Afortunadamente, estos temas han entrado en la agenda política y se han marcado unas directrices para enfrentar este reto demográfico.

¿Es la sociedad consciente del problema de la despoblación?

Hemos conseguido que cambie la mentalidad y que el conjunto de la sociedad tenga en cuenta que este problema nos afecta como país. Con la despoblación rural, la gente se concentra en grandes ciudades y se crean bolsas de pobreza, con empleos cada vez más precarios y problemas como los niveles de contaminación. Estos desequilibrios nos afectan a todos. Ahora necesitamos que se apruebe cuanto antes una estrategia para diseñar todas las políticas, acciones y medidas que puedan influir en el desarrollo de los territorios.

¿Cómo está influyendo la pandemia en estos flujos? Porque también se habla mucho de los que dejan la ciudad para volver al campo...

Nuestra percepción es que son casos puntuales. Sobre todo de gente que o bien tiene una segunda residencia o bien es originaria del mundo rural y se replantea si puede organizar su vida volviendo al pueblo. Pero realmente debería ser una tendencia a apoyar. Porque los que lo están haciendo son precisamente los que pueden hacerlo, por ejemplo los que pueden teletrabajar desde su pueblo. Esto en el mundo rural es un lujo, porque la gran mayoría tiene unos problemas de conectividad importantes.

Además, somos consumidores cautivos y tenemos que pagar unos precios muy elevados para poder acceder a las nuevas tecnologías, que es algo vital.

Además de la conectividad, ¿qué otros factores dificultan la vida en el mundo rural?

Hay problemas de infraestructuras y de servicios. Precisamente, garantizar el acceso a los servicios en igualdad de condiciones es uno de los retos. En la sanidad seguimos con los protocolos de los años 80, cuando la distribución poblacional del territorio era muy distinta a la actual. Y la vida, los recursos y las tecnologías han evolucionado mucho.

También está el caso de la educación o los cuidados. Debe haber una red de cuidados, porque las mujeres queremos trabajar y, cuando esa red no existe, tradicionalmente quien cuida son ellas.

Precisamente, existe la visión de que la mentalidad en el campo es más tradicional y se potencian algunas desigualdades de género...

Existe un gran desconocimiento. Casi todo el mundo tiene un pueblo o viene de él, pero le ha dado la espalda. Tenemos que trabajar para reencontrarnos y reconocernos. Quizá estas sociedades, que son más pequeñas y tienen su propia idiosincrasia, son más cerradas. Probablemente los cambios cuestan más y llegan más tarde. Pero al final avanzar en igualdad es un reto complejo en el conjunto de la sociedad y hay que hacer pedagogía constante.

El desempleo de las mujeres rurales supera con creces la media nacional. ¿Faltan oportunidades o no están a su alcance?

Mayoritariamente faltan oportunidades: es complicado que una gran empresa se establezca en el entorno rural, aunque esperamos que la transición ecológica de la economía sea una oportunidad y se creen empleos estables y de calidad. Pero a veces también hay problemas para obtener la cualificación para cubrir la demanda que sí existe.

Se puede dar la paradoja de que haya puestos en un pueblo a los que no pueden acceder las mujeres que viven en él, pese a estar en paro, tener capacidad y deseo de cubrirlos; porque a lo mejor el curso de formación necesario se imparte a 30 kilómetros de su municipio y no tienen disposición o no hay transporte. Esto hace que la mayoría busque oportunidades para crear su propio puesto de trabajo.

Con los datos de los fondos de desarrollo rural, vemos que quienes emprenden más son las mujeres, al contrario que en las ciudades. Y lo hacen porque en muchas ocasiones es la única manera tener sus propios ingresos. Aunque cada entorno rural es distinto, hay carencias que coinciden. Y hay muchas emprendedoras que detectan qué es lo que falta en sus territorios y sacan adelante negocios con todo en contra, incluyendo la falta de financiación.

A finales de 2020 publicaron un informe que mostraba correlación entre el tamaño del municipio y la violencia machista. ¿Hasta qué punto influye la falta de independencia económica de las víctimas?

Este estudio nos ayudó a reforzar las impresiones que ya teníamos. No hay más víctimas en el entorno rural frente al urbano, pero sí tienen más dificultades para identificarse como tales. El año pasado pusimos en marcha el programa Cultivando Igualdad, específico para el mundo rural. Somos sociedades pequeñas, donde todo el mundo se conoce y es imprescindible, por ejemplo, crear espacios seguros donde se pueda preservar el anonimato de las mujeres.

Otra cuestión importante que nos confirmaron es que es limitante la preocupación de pensar de qué vas a vivir cuando no tienes ingresos propios. Por eso todas las actividades dirigidas a facilitar su empleabilidad son imprescindibles.

En los sectores más masculinizados se habla con frecuencia de la falta de referentes femeninos. ¿Se puede trasladar esto al campo?

A los únicos que les extraña que una mujer se suba a un tractor es a la gente de ciudad, que tiene una visión del campo de hace 40 años. No es que falten referentes en la agricultura y la ganadería, es que falta consideración. Hay muchas más mujeres en el campo de lo que reflejan las cifras, porque hay mucho trabajo oculto.

Cuando las explotaciones se empiezan a dimensionar, normalmente quien se pone al frente es un hombre y el trabajo de las mujeres se ve como 'ayuda familiar' aunque desempeñe las mismas tareas. Esto es en lo que se pretende avanzar con la Ley de Titularidad Compartida, que no está consiguiendo el efecto deseado, en la mayoría de casos por desidia de la Administración.

¿Qué supone la Ley de Titularidad Compartida para las mujeres?

La Titularidad Compartida afecta a la gestión de la explotación, no a la propiedad. Si dos personas gestionan de forma conjunta una explotación agraria o ganadera y desempeñan el mismo trabajo deben tener los mismos derechos. Eso significa que ambos deben cotizar a la Seguridad Social, figurar como titulares y tener unos ingresos propios derivados de su trabajo. En las explotaciones familiares no siempre ocurre.

La mayoría de veces es por tradición: hay un titular, que suele ser hombre, al que se asignan los rendimientos. Con lo cual, incluso aunque estés reconocida como agricultora y ganadera y cotices, no tendrás ingresos propios y cada vez que tengas que hacer una gestión en la oficina comarcal agraria te van a pedir la autorización firmada por el titular. Hay mujeres que llevan trabajando toda la vida y no hacen la declaración de la Renta por este motivo.