Más de dos millones de fallecidos. Cien millones de contagios. Las cifras que acumula el letal covid-19 dibujan, aún hoy, un escenario escalofriante. Al drama que representan las pérdidas humanas se suma un cataclismo económico que atenaza a los países, a las empresas y a las familias.

La esperada vacuna es la luz al final del túnel que alimenta hoy las expectativas de recuperación, pero la magnitud de la pandemia, el elevado gasto para aliviar sus peores efectos, el frenazo en la actividad, la retracción del consumo, el número creciente de empresas en quiebra o al borde de ella, la dificultad de los autónomos para salir adelante y el posible final este año de los ERTE auguran estragos que no permitirán, en el corto plazo, lanzar las campanas al vuelo.

"Este año se va a iniciar la recuperación, sin duda. Pero todavía estará marcado de lleno por el riesgo sanitario. La vacunación y el inicio de la ejecución del Fondo de Recuperación europeo son las luces, pero la sombra del virus será alargada, en particular durante el primer semestre", asegura Emilio Ontiveros, presidente de Analistas Financieros Internacionales.

El presidente del Instituto de Estudios Económicos, Íñigo Fernández de Mesa, que cree que "va a ser un año con mucha incertidumbre", considera que "ser capaces de inmunizar a la población lo antes posible" es esencial para que "haya un efecto rebote de la economía".

Los expertos coinciden en señalar que 2021 será un año de crecimiento, pero insisten en que una cosa es crecer y otra, distinta, es que la economía recupere el vigor de las cifras precovid. "Volver al nivel de recuperación de 2019 nos va a costar entre tres y cinco años, o puede que incluso más, dependiendo de cómo lo hagamos", advierte José María O'Kean, catedrático de Economía de la Universidad Pablo Olavide. Y "será además una recuperación asimétrica porque no todos los sectores se recuperarán por igual", señala Rafael Doménech, responsable de Análisis Económico de BBVA Research.

Todo indica, no obstante, que el repunte de la economía, una vez se logre la inmunidad de grupo, puede ser esta vez más rápido que tras la crisis de 2008 porque se trata de dos colapsos muy distintos. Aquella fue una profunda crisis sistémica, que tuvo su epicentro en el sistema financiero, y esta es una recesión que ha sobrevenido por un parón abrupto de la actividad para hacer frente a la pandemia.

"Una vez que las restricciones se levanten, lo lógico es que la economía tienda a repuntar siempre y cuando no hayamos destruido parte del tejido productivo. Esta crisis es una crisis de empresas", sostiene Fernández de Mesa. "El problema que estamos teniendo y que tuvimos en la crisis anterior es la pérdida de tejido productivo", apunta en este mismo sentido O'Kean, que, en alusión al sector de la construcción, recuerda que en 2008 se dañó uno de los grandes pilares de la economía. "Y ahora vamos a perder una parte muy importante del tejido productivo de otro sector, que también sostenía, que es el turismo", agrega.

Oxígeno para las empresas

Muchas de las medidas articuladas por el Gobierno, como el impulso a los créditos ICO o la ampliación de los ERTE y las ayudas a los autónomos, han ido dirigidas a insuflar oxígeno a las empresas, asfixiadas por la falta de ingresos como consecuencia del bloqueo de la actividad. Los avales del ICO han servido ya durante esta crisis para financiar a casi 600.000 empresas, la mayoría pymes y autónomos, por valor de 115 millones de euros a través de casi un millón de préstamos garantizados.

De hecho, el profundo alcance de la recesión en España responde, en buena medida, a que una parte sustancial de su economía depende de las pymes, que representan más del 99% del total y crean el 74% del empleo del país. "A corto plazo hay que contener la reestructuración de deuda con moratorias, períodos de carencia y refinanciaciones", aconseja Doménech.

Otro de los mecanismos activados para proteger a las empresas y a sus trabajadores son los expedientes de regulación temporal de empleo, que el Gobierno, previo acuerdo con los agentes sociales, ha prorrogado hasta el próximo 31 de mayo. A la altura del pasado mes de abril, en la fase más crítica, casi 3,5 millones de trabajadores fueron incluidos en ERTE para evitar una destrucción masiva del empleo.

Fernández de Mesa, aunque reconoce que estas medidas impulsadas por el Ejecutivo han sido positivas, echa en falta ayudas directas, "como se hace en Francia o en Alemania", a los negocios más afectados. "Cuando una empresa está cerrada todo el año por motivos sanitarios y tiene que hacer frente a sus costes fijos y al aumento del endeudamiento, se puede volver insolvente siendo solvente antes de la crisis", advierte.

El turismo y la hostelería, muy afectados

El peso específico que tiene en la economía española el sector servicios -y en particular, el turismo y la hostelería- explica, en gran medida, por qué España está siendo uno de los países más castigados. El confinamiento domiciliario, las restricciones a la movilidad y las medidas de distanciamiento social han puesto en jaque a un sector, el turístico, que en España mueve más de 175.000 millones de euros al año, genera 2,8 millones de empleos y representa el 14,6% del PIB, según datos del Consejo Mundial de Viajes y Turismo.

En 2019 visitaron España casi 84 millones de turistas, que gastaron más de 92.000 millones de euros. En los primeros once meses de 2020 nuestro país registró apenas 18 millones de visitantes. "Tenemos una gran infraestructura turística de hoteles y restaurantes, pero es posible que esas cifras de turistas ya no se vuelvan a repetir nunca", lamenta O'Kean.

La hostelería, que representa el 6,2% del PIB y sostiene a casi dos millones de familias en España, es probablemente el sector más perjudicado. En 2020 se cerraron 85.000 negocios y se perdieron 67.000 millones de euros, según la Confederación Empresarial de Hostelería.

Mientras el Gobierno recuerda que en esta crisis se han destinado ya más de 62.000 millones en apoyo del turismo, la hostelería y el comercio, las patronales del llamado canal HORECA (hoteles, restaurantes y cafeterías) siguen reclamando un plan urgente de ayudas más ambicioso.

Es el sector más afectado, pero todos han sentido, en mayor o menor medida, los efectos de la crisis. Así lo muestra el índice de producción industrial que, en la comparativa interanual, registró un claro retroceso en los meses más duros del confinamiento. En abril llegó a caer el 34,1% y en mayo, el 27,8%.

Los datos de la última Encuesta de Población Activa (EPA) revelan que la pandemia ha destruido más de 600.000 empleos, situándose la tasa de paro al cierre de 2020 en el 16,1%. El número de hogares con todos sus miembros en paro volvió a crecer y ronda los 1,2 millones.

El 'maná' de los fondos europeos

En este contexto de tanta dificultad, los 140.000 millones del Fondo de Recuperación europeo que en los próximos años le corresponden a España se esperan ya como agua de mayo en la convicción de que van a suponer un revulsivo para la economía.

De los 550.484 millones de euros de gasto público que el Gobierno contempla en los Presupuestos Generales de 2021 (un 20% más que el año pasado), 26.634 millones proceden de la inyección europea.

"El fondo de recuperación encarna, por primera vez en la historia de la integración europea, una respuesta fiscal común a una crisis, que tiene además una orientación transformadora de la economía española; no la podemos dejar escapar", asegura Emilio Ontiveros.

Europa pretende que sus ayudas sirvan de impulso a la digitalización y a la transición energética, dos campos en los que España no va a la zaga. "Desde el punto de vista digital, tenemos una de las mayores coberturas 5G del mundo y una de las mejores infraestructuras. Y desde el punto de vista ecológico, tenemos unas compañías y una tecnología de primera línea", apunta Fernández de Mesa.

Si a algo ha contribuido esta crisis, en la que ha proliferado el teletrabajo y la interacción no presencial, es a acelerar el proceso de digitalización. Las pymes son ahora más conscientes que nunca de que el comercio online y la innovación digital no son ya una opción, sino una necesidad a la que han de adaptarse con premura.

En el lado positivo, los expertos vaticinan estímulos fiscales y monetarios. El BCE mantendrá los tipos de interés muy bajos durante años y continuará la actual política de compra de deuda pública, que tan importante ha sido para evitar una crisis aún más aguda.

Los precios, por su parte, son aún una incógnita. No se prevé que se desboquen, pero hay factores que presionan a la baja, como la caída del consumo, y otros que inducen al alza, como el descenso de la producción. En todo caso, la reactivación del consumo se antoja clave para la recuperación.

La paradoja china

En el mapa geopolítico, resulta llamativo que sea China el país que vaya a salir más rápido de esta crisis, puesto que fue en la ciudad de Wuhan donde empezó a golpear con fuerza el coronavirus. Analistas Financieros Internacionales considera que el país asiático "ha demostrado capacidad para mantener a raya el virus y devolver la normalidad a la actividad. Sus políticas de estímulo fueron importantes cuantitativamente y oportunas". Emilio Ontiveros, presidente de AFI, cree que "China puede llegar a crecer el 9% anual; EEUU, en el entorno del 7%, y la UE puede quedarse en un 4,5%".

La eficacia que muestra Pekín en la recuperación de su economía abona la tesis que sostiene el Centro de Investigación Económica y de Negocios de Londres, que augura que China desbancará a Estados Unidos como la mayor economía del mundo en 2028, cinco años antes de lo que esta consultora británica preveía antes de la crisis de 2020.