El año 2020 nos demostró que somos vulnerables, puso en crisis muchas de las certezas que creíamos tener a mano. Nos enseñó limitaciones, dolor, dudas e impotencia. El carrusel de acontecimientos aciagos entraña siempre el doble golpe del daño efectivamente causado y otro, tan demoledor y de efecto aún más duradero, que desgasta el ánimo, la actitud positiva, y erosiona la esperanza extendiendo la percepción de que el túnel puede no acabar nunca o, simplemente, que al final no haya luz alguna. Pero no es así. Lo ocurrido también nos ha mostrado la importancia de interesarse por el otro, la necesidad de estar conectados porque el mundo no se puede entender aisladamente.

Nos adentramos en el año 2021, un tiempo de nuevos retos y desafíos mayores si cabe. Será ilusionante ver cómo doblegamos al virus con la ciencia y notar la reactivación de todas las economías y de sus sectores.

En España esperamos que a finales de año ya hayamos recuperado buena parte de lo perdido por la crisis sanitaria, que tan asimétricamente nos está afectando. La reorientación, sin duda, va a estar enfocada en la digitalización y en la eficiencia medioambiental, ideas ya bien asentadas en nuestro país y que la pandemia ha reafirmado con contundencia, pero también se van a centrar los esfuerzos en redirigir parte de nuestra industria hacia áreas de mayor valor añadido. En digitalización, tenemos una infraestructura de red que destaca no sólo por su amplia cobertura sino también por su fiabilidad, situando a España entre los líderes mundiales en conectividad. Está la base para la escalabilidad y el desarrollo de capacitaciones digitales. El nuevo mundo digital nos coge bien preparados. Ahora hay que acelerar.

Sobre la eficiencia medioambiental, el ambicioso Green Deal nos sienta ante la oportunidad de convertirnos en un líder en energías renovables, ya que no sólo disponemos, por ejemplo, el doble de radiación solar que Alemania, sino que además, nuestra geografía nos otorga una magnífica oportunidad para la energía eólica. En la industria automotriz, responsable del 10% del PIB y de más de 2 millones de empleos, somos el segundo mayor fabricante de Europa y el octavo a nivel mundial, y como uno de los tres principales fabricantes a nivel mundial de infraestructura de recarga eléctrica. Otro sector con enorme potencial es el biotecnológico, gracias al que España está siendo el cuarto país del mundo con mayor número de ensayos clínicos durante la Covid-19, y en el que nuestros centros sanitarios participan en una de cada tres pruebas que se lleva a cabo a nivel europeo. A veces, las cifras pueden relativizar el tamaño del logro, pero detrás de cada estadística, tirando del hilo de fríos porcentajes y clasificaciones, llegamos a personas, a vidas de personas. Porque esto va de personas y de sus vidas.

Además, en esta ocasión, España va a disponer de 140.000 millones de euros en los próximos años para poder abordar el reto de transformar económicamente nuestro país, importe equivalente al 11 % de nuestro PIB o a la suma total que Europa recibió del Plan Marshall americano. El proyecto de aterrizar esos fondos es desafiante y ambicioso, necesitará una colaboración histórica público-privada y una rapidez, transparencia y capacidad de ejecución en la que todos seguimos trabajando con esperanza e ilusión. Ahora es el momento de superarse.