En los últimos meses se han agudizado los retos sanitarios, económicos, sociales, que se añaden a los ya existentes previa pandemia de la Covid-19, como la emergencia climática. La crisis a la que nos enfrentamos es dura y desigual -con colectivos y sectores que se ven más afectados que otros- al mismo tiempo que transformadora. En un escenario cada vez más globalizado, hemos de actuar desde la anticipación para responder a las crecientes expectativas de la ciudadanía, que demanda además mayor transparencia, en un entorno de incertidumbre.

Europa ha sentado las bases para la reconstrucción con los fondos del programa Next Generation EU. Es importante el entendimiento entre todas las partes a la hora de concretar soluciones y, sobre todo, de establecer mecanismos para definir una gobernanza efectiva, a nivel país, que garanticen que avanzamos en inversiones realmente transformadoras. Para ello es esencial la colaboración público-privada; solo así podremos ejecutar las inversiones requeridas para garantizar los niveles de bienestar.

En este contexto, las empresas hemos demostrado una vez más ser actores destacados por nuestra capacidad de materializar respuestas. Formamos parte destacada del tejido social, productivo e institucional que permitirá remontar la situación actual. Es imprescindible para ello fomentar y contar con el contrato social -como compañía ya lo hacemos- como marco de trabajo para el progreso conjunto. Se trata de desarrollar nuestra actividad integrando los compromisos con los diferentes grupos de relación: con la creación de trabajo de calidad, con la cadena de proveedores, con los accionistas, con la acción social...; en definitiva, ofrecer seguridad y confianza en una gestión empresarial con valor para toda la sociedad.

Con este convencimiento, y para afrontar la reconstrucción, desde la compañía estamos proponiendo - territorio a territorio, desde el arraigo local - un pacto social que garantice una recuperación económica sostenible, pacto que debe basarse en tres ejes: uno, la solidaridad, dando soporte a los colectivos vulnerables, sin dejar a nadie atrás; dos, la ocupación de calidad, invirtiendo en formación, en desarrollo de talento y combatiendo la precariedad laboral; y tres, la reconstrucción verde e inclusiva.

Esta crisis sanitaria acelera sin duda la transición ecológica. La crisis climática ya obliga a las empresas que gestionamos el ciclo del agua a desarrollar sistemas de alta resiliencia, tanto en el entorno urbano como en las infraestructuras, que deben ser verdes, además de facilitar la conservación de la biodiversidad, con el apoyo de la tecnología y las herramientas digitales, y con el impulso también de las energías renovables.

El agua es uno de los elementos más expuestos al cambio climático, con períodos de lluvia cada vez menos regulares: se intensifican los episodios de sequía, pero también las lluvias torrenciales. Por ese motivo, estamos evolucionando nuestro modelo hacia la economía circular para la optimización de recursos naturales.

La hoja de ruta para avanzar conjuntamente nos la proporciona las Naciones Unidas con los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Son todos ellos muy relevantes, pero quiero destacar especialmente uno en particular, el número 17: "Alianzas para lograr los objetivos". Debemos avanzar hacia un nuevo modelo de desarrollo sostenible, con el impulso y el acuerdo entre todos, y con las llamadas ¨PPPP", participación público-privada, con las personas en el centro. Sólo podremos afrontar los desafíos a los que nos enfrentamos con altura de miras, cada uno desde su ámbito, y desde la fuerza de las alianzas.