El año de la irrupción de la pandemia de coronavirus, 2020, se cerró con 15.000 personas menores de 30 años en la cola del paro en la provincia de A Coruña. Son casi 4.000 desempleados más que los 11.200 que había al terminar 2019, lo que supone un espectacular incremento del 34% en la cifra de jóvenes coruñeses en busca de empleo. El paro juvenil se dispara en más de un tercio en la provincia, que encaja un golpe mucho más fuerte del que registra el paro juvenil gallego en su conjunto (aumentó un 14% en el mismo periodo) y también del que experimenta la población parada general en A Coruña (se incrementó un 9,5% interanual).

Incorporarse al mercado laboral o mantenerse dentro de él ha sido misión imposible para muchos jóvenes coruñeses en los últimos meses, que han visto minimizadas sus posibilidades de realizar prácticas o becas y muy dificultadas sus opciones de conseguir un contrato de trabajo en empresas que en muchos casos han tenido que mandar a sus plantillas a casa con ERTE (expedientes de regulación temporal de empleo). Este mecanismo de suspensión laboral financiado por el Gobierno para evitar una sangría de despidos con la crisis del COVID ha ayudado a mantener sus ingresos a trabajadores con contratos estables a la vez que ha aliviado los costes de los empresarios. Sin embargo, de poco han servido los ERTE para la mayoría de trabajadores jóvenes y menos en una ciudad —y una provincia— con un mercado laboral fuertemente ligado al sector servicios, en el que impera la temporalidad. Los cierres de la hostelería o las restricciones al comercio (castigado además por la crisis de demanda) han dejado en la calle a muchos trabajadores jóvenes en los últimos meses.

“Cuando no tienes un contrato fijo, sino que te de dan de alta unos días, no tienes acceso a los ERTE. No tenemos estabilidad ni tenemos ayudas”, expone Andrea Lara, una joven coruñesa de 24 años a la que, como a tantos otros, la pandemia ha truncado el inicio de su vida laboral y la ha obligado a regresar a casa de sus padres. La lacra del desempleo y la precariedad laboral en los jóvenes tiene consecuencias para el conjunto de la sociedad, que se ven agravadas con la crisis del coronavirus. “Se está retrasando tanto la edad para tener hijos porque con 25 años tenemos que seguir en casa de nuestros padres”, reflexiona Lara, que mantiene su búsqueda diaria del trabajo “de sus sueños” en LinkedIn, en portales de empleo y mediante candidaturas espontáneas, al tiempo ha podido volver a trabajar unas horas en el comercio gracias a la desescalada de restricciones antiCOVID, que a principio de año la volvieron a dejar en el paro.

Los números de la última Encuesta de Población Activa (EPA) son elocuentes, sobre todo en el colectivo de entre 25 y 29 años, una edad en la que la mayor parte de jóvenes tiene su formación terminada y aspiración independencia económica. En el cuarto trimestre de 2019 había en A Coruña 6.500 personas de ese rango de edad en paro. A finales de 2020 eran 8.900. Son 2.400 más, un incremento del 37%.

La subida es generalizada. De 16 a 19 años hay 1.200 personas en busca de trabajo en la provincia (+33%) y de 20 a 24 años, 4.900 (+29%).

Los ERTE salvan a partir de 30

El desempleo no es exclusivo de la juventud, pero las cifras revelan que la pandemia se ha cebado especialmente con este colectivo. De hecho, hay franjas de edad (más avanzadas) en las que los datos del paro han mejorado respecto al año anterior, gracias a las medidas estatales para proteger el empleo más que a la expansión del mercado de trabajo. Es el caso de los trabajadores de entre 30 y 34 años: a finales de 2019 había 7.000 en la provincia en situación de desempleo y un año después eran solo 5.400, un 23% menos.

De 35 a 39 años aumentó el paro pero de forma ligera, un 5%, hasta los 7.700 demandantes. Más crudo lo han tenido los coruñeses de entre 40 y 44 años, con un incremento del desempleo del 41%, hasta alcanzar los 7.500 demandantes. En cambio, la curva se vuelve a suavizar de 45 a 49 años, con una pequeña subida del 2,4%, hasta los 8.600.

En los últimos años de la etapa laboral, los ERTE han servido para frenar el desempleo de forma notable. Según los datos de la última EPA hay 6.800 coruñeses sin trabajo de entre de 50 y 54 años (solo un 1,5% más), 5.700 de 55 a 59 años (la misma cifra que el año anterior) y tan solo 2.700 en la franja de 60 a 64 años (un 13% menos).

España llegó a la pandemia con los deberes por hacer en materia de empleo juvenil y la crisis del COVID la aleja todavía más del cumplimiento de los objetivos de la Estrategia Europa 2020, que marca retos como lograr empleo para el 75%, reducir el abandono escolar a menos del 10% y bajar de los 20 millones de personas en situación de pobreza.

Según la última EPA, con datos del cuatro trimestre de 2020, en la provincia de A Coruña están censados 130.500 jóvenes de entre 16 y 29 años. De ellos, 54.000 son población activa (en disposición de trabajar) pero solo 39.000 tienen algún tipo de empleo. Los otros 15.000 están en paro, lo que eleva la tasa de desempleo en esta franja de edad hasta el 28%. Es más del doble que el porcentaje de desempleo que afecta al conjunto de la población de la provincia: el 11,6% (5.900 parados sobre una población activa de 514.700 personas). En el conjunto de Galicia, hay 142.600 parados (el 11,6%) de los que 37.000 son menores de 30 año, lo que arroja una tasa de desempleo juvenil del 26% en el conjunto de la comunidad.

Paula Gende, 26 años, FP en Comercio y Márketing

Paula Gende, 26 años, FP en Comercio y Márketing: “Se ha reducido la oferta y tenemos más competencia”


Paula Gende tiene 26 años y cierta vida laboral a sus espaldas: “He trabajado un poco de todo, de dependienta en tienda, de camarera, de socorrista...”, enumera trabajos temporales que acompasaba con sus estudios. Desde la irrupción del COVID no ha tenido ocasión de volver a firmar un contrato, ni siquiera temporal, y se ha centrado en formarse. Después de completar un FP en Comercio y Marketing, esta joven se especializó en márketing digital y desde octubre ha estado buscando una compañía en la que aplicar sus conocimientos para vender a través de internet. “Poco a poco las empresas se van metiendo en el tema de la transformación digital pero deberían invertir más”, considera. Paula Gende envía su curriculum a firmas de distintos sectores y tamaños, “sobre todo a agencias especializadas de la zona de A Coruña y a portales con ofertas de empleo, por ejemplo para puestos de community manager”, detalla. En los últimos meses ha participado en algunos procesos de selección, pero hasta ahora la única tarea remunerada que ha conseguido es participar en un taller de atención sociosanitaria al que ha accedido a través del Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE). La mayor parte de sus compañeros y amigos de su misma edad están “igual”, apunta. “Con el tema de la pandemia se ha reducido la oferta de empleo en todos los ámbitos y nos encontramos más competencia”, explica Paula Gende, que ve en el teletrabajo —total o parcial— una buena opción para subirse al carro del empleo en la actual situación de pandemia.

Pablo Díaz, 20 años, FP en Carpintería

Pablo Díaz, 20 años, FP en Carpintería: “No he firmado un contrato en mi vida”


Hace más de un año que Pablo Díaz Seoane busca trabajo sin encontrarlo, desde que terminó el FP de carpintería en madera que cursaba en el instituto Calvo Sotelo, en diciembre de 2019. Su experiencia más próxima al mercado laboral son las prácticas formativas que realizó en Grupo Caamaño. Después de eso no ha podido poder en práctica los conocimientos adquiridos, ni tampoco ganarse un dinero con otro tipo de empleo. “Me cogió por completo la pandemia y no he tenido oportunidad de trabajar. Hace más de un año que me gustaría estar trabajando pero en toda mi vida no he firmado ningún contrato”, explica este joven coruñés de 20 años. Según asegura, la mayor parte de sus compañeros están en la misma situación, desempleados, “salvo alguno que tiene familiares con empresas”, matiza. “Es muy complicado”, afirma Pablo Díaz, que en los últimos días se ha dedicado a recorrer pequeños negocios para buscar un empleador dispuesto a contratarlo con las ventajosas condiciones del programa de inserción juvenil de la Cámara de Comercio de A Coruña, que cubre la mayor parte del coste salarial al empresario en contratos de seis meses. “Los trabajos que hay de carpintero piden experiencia”, añade este joven que relata que las únicas oportunidades laborales que ha tenido por ahora han sido pequeños trabajos sin alta en la Seguridad Social. Aún así, Pablo Díaz no pierde la esperanza de encontrar un empleo que le permita al fin inicial a hacer su propia vida laboral.

Andrea Lara, 24 años, Grado en Relaciones Internacionales

Andrea Lara, 24 años n Grado en Relaciones Internacionales: “Tuve que volver a casa de mis padres y me planteo emigrar”


A Andrea Lara, coruñesa de 24 años graduada en Relaciones Internacionales, la pandemia la cogió viviendo en Madrid y compaginando trabajos eventuales con un posgrado en Diplomacia que cursaba online. “Te dan de alta un día y luego te de baja. Con contratos así no hay ERTE ni ninguna protección”, explica. “Tuve que volver a casa de mis padres y ahora me planteo emigrar”, relata esta joven, que mantiene la “esperanza” de lograr un puesto de trabajo que le permita desarrollar su propio proyecto vital porque “nadie quiere depender de otra persona con 24 años”, asegura. Mientras espera a que llegue esa oportunidad, esta joven continúa formándose y trabaja por las tardes como dependienta. Ha podido volver a hacerlo desde la semana pasada gracias a la desescalada de las medidas antiCOVID. Las reducciones de horario impuestas en enero al comercio la dejaron sin trabajo. “Llevaba tres meses trabajando pero con las restricciones de la tercera ola me quedé fuera y ahora me han vuelto a llamar”, señala. A su juicio, los jóvenes están “en un limbo” en el que no tienen garantías de acceso a un empleo ni tampoco a las ayudas articuladas por el Gobierno para paliar esta crisis. “Yo no he visto ningún tipo de protección, no tenemos acceso a los ERTE ni a ninguna ayuda; he mirado los requisitos del Ingreso Mínimo Vital y si tienes padres con una renta tampoco tienes derecho. Estás en un limbo y no puedes independizarte”, considera. Su caso es el de gran parte de las personas de su edad. “Como yo hay muchísimos jóvenes, sobre todo a raíz de la pandemia”, comenta, molesta por la tendencia a culpabilizar a la juventud con el término nini y deseando poder aportar al mundo laboral.