El grupo BFA-Bankia perdió 5.517 millones de euros el año pasado, frente al beneficio de 310 millones de 2019. Se trata de los terceros números rojos desde su nacimiento en 2010, los primeros que sufre desde su nacionalización en 2012 (21.238 millones) y los décimos mayores registrados por una empresa española. El resultado negativo de 2020, sin embargo, no tiene nada que ver con el que experimentó el año de su intervención. El rescate público permitió entonces aflorar y sanear las pérdidas ocultas en su balance, sobre todo en activos inmobiliarios, mientras que ahora lo que se ha producido es un efecto meramente contable como consecuencia de la fusión por absorción de Bankia por parte de CaixaBank.

Hasta que se cerró esa operación hace unas semanas, el grupo bajo control público tenía una estructura doble. Por encima estaba la matriz, BFA, entidad al 100% del Estado, que a su vez tenía una participación del 61,83% en Bankia. Dicha participación le daba el control de su filial, por lo que ambas entidades presentaban unos resultados como grupo consolidado, además de los individuales (Bankia sola ganó 230 millones en 2020, mientras que BFA perdió 832 millones por la caída en bolsa de su participada).

La fusión del banco con CaixaBank, sin embargo, obligó al grupo a reclasificar su participación en Bankia como disponible para la venta en sus cuentas del año pasado, ya que BFA iba a dejar en breve de controlar la entidad resultante (ahora tiene el 16,1% de la misma, frente al 30% de la Fundación Bancaria La Caixa). La normativa contable obliga a las empresas a recalcular el valor de los activos que van a traspasar y de ello se derivó una devaluación de los de Bankia en el balance del grupo de 5.584 millones, hasta los 204.243 millones, que es la que explica las pérdidas de 5.517 millones.

Para entender esa devaluación hay que tener en cuenta que todos los bancos —salvo Bankinter— valen hoy por hoy en Bolsa bastante menos del valor que dan a sus activos en sus libros de contabilidad (los inversores ven al sector poco atractivo por los tipos negativos del Banco Central Europeo, pero las entidades entienden que tienen más capacidad de generar resultados de las que se les reconoce). CaixaBank, así, pagó por Bankia un precio de mercado (3.812 millones) muy inferior a su valor en libros y a su patrimonio neto, lo que ha obligado a BFA-Bankia a disminuir el valor de los activos de la filial en esos 5.584 millones.

La fusión también va a impactar en las cuentas de Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB), el organismo estatal dueño de BFA. Al ser el accionista de control tanto de la matriz como de la filial, el ente público no contabilizaba su participación en ambas según su hipotético valor de mercado, sino en función del patrimonio neto de todo el grupo menos los intereses minoritarios (básicamente, la parte del patrimonio neto de Bankia que corresponde al resto de sus accionistas que no son el Estado). Así, le daba un valor (lo que llama “importe recuperable” de las ayudas) de 9.530 millones en el 2019.