En Galicia conviven las dos caras de la energía. Además de superpotencia europea en la generación de electricidad por el fuerte despliegue de las tecnologías renovables, la comunidad se encarga de la transformación del 10% de las materias primas de origen fósil que llegan a España para elaborar otro tipo de combustibles, sobre todo gasolina y diésel para el transporte. Lo negro, de momento, puede a lo verde. Petróleo, carbón y gas natural concentran casi el 80% de esa energía primaria que luego se trata para poder consumirla. Y viene toda de fuera, de ahí la gran dependencia exterior del sector y el impacto que tiene la crisis de los precios por la velocidad de la recuperación y las tensiones geopolíticas.

Las importaciones gallegas de combustibles y aceites minerales alcanzaron los 1.298 millones de euros entre enero y julio de este año, un 51,2% más que en el mismo periodo de 2020, según el balance publicado ayer por la Secretaría de Estado de Comercio. Se esperaba una importante subida por la recuperación de la demanda de los carburantes en comparación con los muchos meses de consumo plano el pasado ejercicio a causa del confinamiento y las restricciones a la movilidad. Pero la principal causa de la subida no es que se compre más —el volumen de combustibles importados aumenta solo un 6%, hasta las 3,2 millones de toneladas—, sino el encarecimiento disparado de la energía en los mercados internacionales.

En la cesta energética que las empresas gallegas se traen de fuera destacan los aceites crudos de petróleo, que ascendieron a 972,4 millones de euros después de un alza del 49%. El incremento en el resto de aceites de petróleo llegó al 140%, hasta los 215,5 millones de euros. La factura del gas y el resto de hidrocarburos gaseosos bajó un 11% (22,9 millones) y el gasto en coque y betún de petróleo se redujo casi a la mitad (35,6 millones). La hulla, alimento de las dos centrales térmicas de la comunidad desde que se agotaron las minas autóctonas de carbón, ya es residual. Apenas supera los 2 millones de euros en las importaciones de los siete primeros meses de este año por el apagado de ambas plantas, cuando, sin ir más lejos, en 2018 rozó los 150 millones de euros.

EEUU releva a México a la cabeza del abastecimiento de Galicia. Concentra el 49% de las ventas de combustibles a la comunidad. México se queda con el 12%, incluso por detrás de Libia (13,2%). Entre el resto de proveedores destacan Suecia (6,3%), Países Bajos (3,3%) y Portugal (2,3%).

El capítulo de productos energéticos en el conjunto del país ascendió a 22.171 millones de euros después de un incremento del 33,3%. Las variaciones son muy diferentes entre los territorios más transformadores de combustibles fósiles. El alza en Madrid se situó en el 79%, mientras que en Murcia no llegó al 20% y en País Vasco fue del 17,2%.

Aunque la cotización de los futuros arrancó la jornada de ayer a la baja —el barril del oro negro estadounidense perdía un 1,3% (70,86 dólares), y el brent se dejaba un 0,9% (74,63)—, hace tiempo que el petróleo volvió a los niveles prepandemia y, con él, los precios de los carburantes. El litro de gasóleo costaba 1,28 euros durante la última semana de agosto en Galicia, según los últimos datos oficiales de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia, tras una subida anual del 19%. La gasolina se encareció desde el verano pasado un 21,2% y el litro se pagaba a finales de agosto a 1,443 euros.

El negocio exterior de Galicia acusa los problemas de producción en buena parte de la industria a causa del otro gran problema en los mercados, el de los cuellos de botella en materias primas, sobre todo los chips. Las exportaciones de la comunidad empezaron a frenarse en junio y en julio disminuyeron un 10,9%, precisamente por el notable retroceso de las ventas de la industria de la automoción caen un 37%. Aún así, el comercio internacional del motor gallego aguanta en positivo en el acumulado del año.

La factura de las importaciones de combustibles de Galicia crece un 51%

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