La fábrica de Agrela vendería hoy su producción a más de 3.000 dólares (2.600 euros) la tonelada. En caso de que estuviese operativa —está cerrada desde agosto— y fabricase aluminio primario, como lo hacía hasta que Alcoa hibernó las cubas de electrólisis meses antes de vender la planta en 2019. La grave crisis de Alu Ibérica cercena la producción industrial y tiene en vilo a 600 trabajadores, que ven con frustración cómo el material que ellos producían sube como la espuma en la Bolsa de Metales de Londres (LME). La cotización de la tonelada de aluminio alcanzó ayer los 3.040 dólares (2.635 euros), su precio más alto en 13 años. La escalada de este metal ha sido constante desde la primavera del año pasado. En abril de 2020, cuando Grupo Riesgo se hizo con el control de Alu Ibérica, la tonelada se pagaba a 1.500 dólares (1.300 euros al cambio actual) y un año y medio después, al doble.

En lo que va de año, la cotización se ha incrementado un 54%. La subida del precio de venta del aluminio refleja, por una parte, el aumento de los costes que ha tenido que soportar esta industria electrointensiva por la crisis energética —la electricidad supone el 40% del coste de producción de este metal— en toda Europa. Por otra, también evidencia la solidez de este mercado, con una demanda que demuestra mayor vigor según las distintas industrias van recuperando la normalidad en su producción tras el parón causado por la pandemia de coronavirus.

Con la fábrica de Agrela cerrada temporalmente y la de A Mariña en huelga y a espera de una salida industrial sin Alcoa, Galicia y especialmente A Coruña se quedan fuera de juego mientras otros territorios sacan partido del buen momento que atraviesa el mercado aluminero.

Los trabajadores de la última factoría que Alcoa mantiene en España, la de San Cibrao (Cervo, Lugo), se volverán a manifestar este fin de semana para reclamar que el Gobierno a través de la SEPI (Sociedad Estatal de Participaciones Industriales) tome el control de la instalación para salvaguardar el futuro industrial de un sector que reivindica como estratégico. También la plantilla aluminera coruñesa reclama una solución política a la debacle de Alu Ibérica —en situación de insolvencia e inmersa en una investigación penal por supuesta estafa en la venta de Alcoa a Parter y la reventa a Riesgo— para salvar la producción de aluminio, un negocio que hasta 1998 estaba en manos de la empresa pública Inespal, entonces privatizada y vendida a Alcoa con rebajas en la luz que se fueron consumiendo y dando lugar a la decisión de la multinacional de deshacerse de las plantas.

La puntilla para la automoción

En encarecimiento del aluminio podría tener implicaciones para el sector industrial gallego, que podría enfrentarse al riesgo de desabastecimiento. La inseguridad en el suministro es una realidad para los sectores más dependientes de este metal y la industria de la automoción se revela como el mayor consumidor de piezas de aluminio del sector industrial gallego, apunta Enrique Mallón, secretario general de la patronal Asime. También el naval, el aeronáutico o el de la construcción de edificios y grandes instalaciones. Por ahora, los “grandes estrusionadores de aluminio no han trasladado este aumento de costes a los clientes. Solo una pequeña parte”, según constata Mallón.