La propuesta de reforma laboral está deparando imágenes impensables durante la mayor parte de los últimos siglos. Como la que se ha visto este miércoles en Barcelona: los representantes de los trabajadores y los empresarios defienden codo con codo una norma que, si sale adelante, definirá las relaciones entre ambos colectivos, siempre problemáticas.

La sede del PSC fue el escenario de una jornadas en las que, unos y otros, intentaron explicar a los ciudadanos el alcance de la reforma impulsada por el Gobierno. Los socialistas son los primeros interesados en este tipo de debates, sobre todo desde que Salvador Illa se convirtió en primer secretario y puso en práctica su política de conjugar una oposición contundente en Catalunña con alcanzar pactos en temas estratégicos.

"Ahora se tienen que poner de moda los acuerdos, acordar para unir en vez de confrontar para dividir. Tenemos que dar paso a un nuevo tiempo, y un ejemplo magnífico de lo que digo es el acuerdo de la reforma laboral", dijo Illa, tras subrayar la armónica presencia en la sede socialista de representantes de trabajadores y de empresarios.

Los participantes en la mesa redonda le dieron la razón. Unos con más entusiasmo y otros con menos (sobre todo el respresentante de Foment del Treball), todos defendieron la reforma laboral. "El primer valor del acuerdo es el acuerdo en sí mismo. No entiendo que la legitimidad de los agentes sociales y económicos sea puesto en cuestión por la derecha o por la izquierda en función de los intereses partidarios que se puedan tener", dijo el secretario general de CCOO en Cataluña, Javier Pacheco.

El líder de UGT en Cataluña, Camil Ros, también animó a quienes de momento se oponen a la reforma a unirse al acuerdo entre sindicatos y patronales. "El diálogo social no se acaba aquí, continúa. Yo pido responsabilidad a todas las organizaciones políticas porque este es un buen acuerdo, para los trabajadores y para las empresas", sostuvo. Y, dirigiéndose a partidos de izquierdas, como ERC, que se oponen a la norma, subrayó que con ella "la devaluación salarial que se produjo sobre las espaldas de los trabajadores empieza a revertirse".

Fruto del consenso y el diálogo

Antoni Cañete, presidente de Pimec, ejerció de inopinado compañero de trinchera de Pacheco y Ros. Afirmó que la reforma es "absolutamente necesaria" aunque no sea "todo lo profunda" que le gustaría a la patronal de las pequeñas y medianas empresas. "Posiblemente no es el mejor acuerdo para los trabajadores ni para los empresarios, pero sí el mejor fruto posible del consenso y diálogo", añadió.

El menos comprometido con la reforma de los participantes fue Javier Ibars, de Foment. Pero, tras señalar las carencias que tiene el texto a juicio de esa patronal, al final concedió: "No nos parece el mejor acuerdo posible, nos parece desequilibrado, pero en estos momentos nos interesa y centramos los esfuerzos para que esto tire adelante, que se convalide y no se tramite como proyecto de ley".

Presión de Illa

Ese insólito frente dio la oportunidad a Illa de presionar a quienes, como el ERC o el PP, se oponen a la reforma. "Es muy difícil que un ciudadano entienda que alguien juegue a torpedear un acuerdo así. Si nos llenamos la boca de diálogo, cuando se produce un ejercicio que además acaba bien, respetémoslo", les dijo a los primeros. Y, pensando en los populares, concluyó: "Y respetémoslo todavía más si uno ha gobernado España, porque sabe de qué va esto, y sabe lo importante que es un consenso entre los agentes sociales".