"Me dejas desnudo en el Central Park y al día siguiente paseo por Manhattan en limusina". La frase se le atribuye a Enrique Bañuelos, empresario saguntino que fue uno de los iconos de la época en la que "toda España era urbanizable", parafraseando al ex presidente José María Aznar. Un 'hombre hecho a sí mismo', como gustaba de presentarse a este hijo de electricista, que años más tarde estuvo al frente del fallido macro complejo de BCN World en Tarragona. Un proyecto que tenía que crear 40.000 empleos y dejar 4.500 millones de inversión y que ha acabado en nada. Y cuya sombra hoy sobrevuela los terrenos de la ya cerrada Nissan en Cataluña

Este pretendido rey midas del ladrillo, que en 2007 y de un día para el otro consiguió multiplicar por más de 10 las acciones de su inmobiliaria y rivalizar en fortuna a Amancio Ortega, lanzó el pasado mes de junio una opa para hacerse con el control de la empresa QEV, la sociedad escogida para reindustrializar los terrenos del fabricante automovilístico nipón en Zona Franca e instalar allí un ‘hub’ de la movilidad eléctrica. Una opa que finalmente fracasó.

Enrique Bañuelos saluda al presidente Artur Mas. Albert Bertran

"Nos preocupa, la verdad. Todos conocemos su historial. Pero de momento está controlado", afirma una fuente presente en la comisión de reindustrialización de Nissan. Misma réplica coinciden en dar diferentes actores de este órgano, compuesto por el Ministerio de Industria, la ‘conselleria’ de Empresa de la Generalitat, la propia Nissan y los sindicatos. El nombre de Enrique Bañuelos es un elefante en la habitación del proceso para instalar un recambio para la actividad industrial del fabricante nipón. Un proceso regado con millones de euros de ayudas públicas, de la que solo directamente ya dependen 1.600 puestos de trabajo y que se ubica sobre unos terrenos codiciados por conglomerados logísticos dispuestos a pagar cantidades multimillonarias solo por poder alquilarlos.

Prototipo de la pick-up eléctrica Ebro que aspira a fabricar el 'hub' en Zona Franca.

Bañuelos también es un elemento incómodo para los actuales gestores de QEV Technologies S.L. y Btech, dos sociedades vinculadas entre sí y que ultiman la instalación en la Zona Franca de una fábrica multi modelo de vehículos eléctricos de diferente tipo. Desde camiones de reparto de última milla hasta antiguos modelos de Nissan, pasando por el que pretenden que sea su proyecto estrella, una ‘pick-up’ eléctrica de la histórica marca Ebro. Marca que compró Nissan en 1983 para iniciar sus andaduras en España. Y en las que Bañuelos tiene participaciones. "No juega absolutamente ningún papel, ninguno. No está involucrado en la gestión de la empresa, no está involucrado en la propuesta de quedarnos con la fábrica de Nissan. No está involucrado en ningún tipo de financiación de las que estamos negociando. No tiene ningún papel", afirma rotundo Joan Orús, consejero delegado de QEV.

Todo empezó en el Circuit de València

Si bien la historia de Enrique Bañuelos está asociada al ladrillo y a la inmobiliaria Astroc –que fundó y de la que dimitió como presidente del consejo de administración en 2007-, el coche eléctrico también se cuenta entre uno de sus variados negocios. ¿Cómo llega este multimillonario a QEV, una consultora de ingeniería que en 2019 facturó 12,9 millones de euros y tenía 55 empleados? Para ello hay que remontarse una década atrás, a la escena de la F1 valenciana. QEV se funda en 2011, entre Joan Orús y el ex piloto de F1 Adrián Campos, ya fallecido. Campos es propietario de un equipo de carreras en Valencia y amigo de Enrique Bañuelos, que ya tenía negocios vinculados a la automoción en los que participaba otro amigo compartido: Alejandro Agag, el yerno del ex presidente José María Aznar. Concretamente Bañuelos tenía inversiones en la FE, la F1 de los coches eléctricos. Según explica el propio Orús a EL PERIÓDICO, diario perteneciente al mismo grupo editorial que este medio, en 2016 Campos necesita dinero para su equipo de carreras y recurre a Bañuelos, que le compra su participación en la empresa. 

Bañuelos es propietario actualmente del 19,6% de las participaciones de QEV Technologies S.L., a través de la mayoría de acciones que tiene de la cotizada sueca Inzile. Esta firma se dedica a la fabricación de camiones eléctricos y es uno de los actores interesados en ensamblar vehículos en la fábrica multimodelo que QEV aspira instalar en los antiguos terrenos de Nissan en Zona Franca. No obstante, ese 19,6% no fue suficiente para Bañuelos y en junio del 2021 –cuando QEV ya se había ofrecido formalmente como uno de los posibles candidatos a la sucesión de Nissan- intentó hacerse con el control de toda la compañía. "A él le hubiera gustado, porque veía el potencial de crecimiento de QEV. Fuimos los socios los que le dijimos que no. Teníamos las ideas claras de lo que queríamos hacer y él se quedó con ese 19,6%", afirma Orús. Una versión que coincide con la que trasladan varias fuentes consultadas de la comisión de reindustrialización.

El siguiente y definitivo paso para culminar la instalación del ‘hub’ de QEV en los terrenos de Nissan es concretar la financiación. Sus impulsores pretenden invertir en los terrenos 800 millones de euros durante los próximos años, con el fin de quedarse con los 1.600 empleados que deja la firma nipona y redirigir sus producciones a diferentes formatos de la movilidad eléctrica. ¿Cómo una sociedad que en 2019 facturó 12,9 millones de euros conseguirá la capacidad de invertir a corto plazo 800 millones? Sus impulsores afirman tener ya atadas las inversiones y que podrían ejecutarlas de inmediato si la comisión de reindustrialización les da la luz verde. Dicen haberlas conseguido combinando una ronda de financiación con varios socios pequeños y grandes inversores inmobiliarios, vinculados a inversores industriales. Y en la que, insisten, Enrique Bañuelos no está jugando ningún papel.