La Opinión de A Coruña

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Xavier Vives Profesor del Iese y Premio Rey Don Juan Carlos I de Investigación en Ciencias Sociales

“No es momento de bajadas generalizadas de impuestos pero tampoco de subidas”

“El Gobierno no está combatiendo la inflación, el subsidio a las gasolinas tal como se impuso en España carece de sentido”

Vives, durante la entrevista. // JORDI COTRINA

Profesor del Iese y Premio Rey Don Juan Carlos I de Investigación en Ciencias Sociales, entre otros, Xavier Vives (Barcelona, 1955) lo tiene claro: vamos hacia una recesión global. A su juicio, no es momento de bajadas ni de subidas generalizadas de impuestos, sino de afinar bien las medidas económicas así como su financiación. Véase si no el Reino Unido.

¿Vamos hacia una recesión o crisis global?

Sí.

¿Por qué?

La coyuntura es complicada. Viene de la subida de los precios de la energía, que es previa a la guerra de Ucrania, conflicto que ha agravado la situación. Y esto coincide con subidas de tipos de interés porque los bancos centrales han llegado tarde con las subidas del precio del dinero para controlar la inflación, comenzando por la Reserva Federal de Estados Unidos, donde llevaron a cabo un gran estímulo a la economía por el covid y con la pandemia vienen restricciones de oferta que hacen subir los precios.

Pero recesión, crisis... ¿Qué está por venir?

Dependemos mucho de la dinámica de la guerra. Y lo que está por venir es muy difícil de prever. Hay una gran incertidumbre. Si se miran las previsiones, ahora se ve que se crecerá menos pero muy plano, es mucho más incierto. Hay muchos factores exógenos.

¿Y en España?

La previsión general es que el año que viene no, pero veremos. Tal vez el crecimiento será plano.

¿Y la inflación?

En 2023 bajará a no ser que haya otra sorpresa, pero es que los economistas no solemos hacer muy bien las previsiones porque dependen de muchos factores incontrolables.

¿Y en Europa?

En Europa la inflación es similar a la de EE UU, pero no tanto por el estímulo de la demanda. Pesan más las restricciones de oferta y, naturalmente, la dependencia de los precios de la energía de EE UU. Todo ello aboca a Europa a un peligro de recesión mayor porque estamos más cerca del origen del conflicto y porque las restricciones en el suministro de gas, sobre todo, afectan a Alemania e Italia. Y Alemania entrará en recesión. Todas las predicciones tenían un escenario central y otro malo, y todas se han pasado al malo.

Pero en EE UU ya han estado en recesión y en cierta manera le han quitado importancia.

Es una recesión técnica y con una tasa de paro pequeñísima, que aquí no la hemos tenido nunca. Es una recesión que no se nota mucho. Eso no quiere decir, no obstante, que para controlar la inflación la Reserva Federal no tenga que subir más los tipos de interés.

Una encuesta de KPMG con directivos de grandes empresas auguraba una recesión “corta y suave”. ¿Puede ser así?

Es una tesis muy generalizada. No estoy seguro. Recesión, sí, pero hay que mirar dónde. Y no estoy tan seguro de que sea tan corta y suave porque el problema con los suministros energéticos no es de este invierno en el que, si no hace mucho frío, con las reservas que hay de gas más o menos pasaremos. El problema ahora es cómo se vuelven a llenar los depósitos de gas para el invierno que viene y el siguiente. Este es un horizonte de problemas de suministro para Europa para tres años, seguro. Y eso puede empujar al alza los precios. Y eso lo que significa es que los bancos centrales han de mantener la alerta con los tipos de interés.

¿Y qué podemos esperar en España?

Las previsiones no son tanto de recesión sino de aminoración del crecimiento. En Alemania, por ejemplo, las previsiones son de estanflación, inflación y decrecimiento. Aquí se prevé enlentecimiento del crecimiento con inflación. La situación es delicada. Por ejemplo, si hay muchos problemas en Alemania, quizá no vienen los turistas de esa procedencia; o los turistas británicos por el lío que tienen ahora. El turismo ha tirado mucho de la economía.

Parece que estamos ante la crisis más anunciada de la historia.

La invasión de Ucrania ha sido un shock como el de los años 70 con las subidas del petróleo, que acabaron en recesiones, estanflación, inflación, etcétera, y es similar pese a que la economía es más robusta y hay más mecanismos de ayuda. De todas formas, se ha visto que en el Reino Unido, con el anuncio de rebajas fiscales de la exprimera ministra Liz Truss y subsidios, el mercado dijo que era insostenible y tuvo que intervenir el Banco de Inglaterra. Estamos en un momento en el que, si se hacen tonterías, la estabilidad financiera puede sufrir. Y hay otro elemento a tener en cuenta: los bancos centrales están subiendo los tipos de interés a la vez, que no es lo mismo que de manera coordinada. Y eso supone que cada uno no mira las consecuencias que puede tener para los otros el encarecimiento del precio del dinero y pueden inducir de manera coordinada una recesión mayor de la que sería necesaria.

En España, ¿el Gobierno está haciendo mucho o poco por combatir la inflación?

El Gobierno no está combatiendo la inflación. Esto es un malentendido. Dar subsidios para la gasolina estimula el consumo y, por tanto, la inflación. Si quieres ayudar a las personas vulnerables, lo que tienes que hacer es ofrecer subsidios directos. Y si se quiere subsidiar el consumo energético, como se plantea Alemania, lo que hay que hacer es subvencionar el consumo inframarginal. Recibes una ayuda por lo que consumes, pero en el margen pagas el precio real. Eso estimula el ahorro. El subsidio a las gasolinas en España tal como se impuso no tiene ningún sentido. Hay que ir con cuidado porque este tipo de medidas de gasto pueden generar inflación, si no es hoy, mañana. Y esta es la experiencia de los años 70.

¿Qué le parece el impuesto a las energéticas? España propone gravar la facturación extra, en Europa, los beneficios...

Como tener sentido lo tiene más gravar los beneficios extraordinarios. La guía de Europa, que no es obligatoria, apunta a mirar los beneficios de los últimos cuatro años y, si han subido el 20%, más se gravará el extra. Esto tiene más sentido porque normalmente se puede decir que son beneficios extraordinarios debido al shock de la guerra de Ucrania y no se distorsionan las decisiones de las empresas. Si se grava la facturación, se pueden causar en principio más distorsiones en las decisiones de las empresas y, a pesar de que la voluntad del legislador es que esto no se traslade a los consumidores, no sé cómo lo harán.

¿Y el tope del precio del gas?

Eso es más complicado. Es para que no se pague toda la electricidad en el mercado mayorista al precio de la tecnología más cara, que es el gas normalmente. Es la manera de que las otras tecnologías —nuclear, renovables...— tengan la remuneración más baja. Hay dos cuestiones aquí: La primera, que esto podría desincentivar inversiones en renovables y sobre todo por la incertidumbre regulatoria que genera. Y del otro lado, el mecanismo ibérico hace que se gaste más gas, no menos, y las gasistas siguen recibiendo la compensación.

Hay que bajar impuestos, subirlos, aumentar gasto… ¿Qué hay que hacer?

El momento es complicado. Siempre hay que mirar que lo que se hace sea sostenible fiscalmente. Ya se ha visto lo que ha sucedido en el Reino Unido. Bajar impuestos en este momento no creo que tenga sentido. ¿Y empezarlos a subir lo tiene? Pues tampoco. Hay que ver las necesidades, afinarlas bien, no dar subvenciones generales, enfocar y ver exactamente cómo se financia. Sigue habiendo mucha ineficiencia en la Administración. Y si se toca algún impuesto, hay que pensarlo mucho. La idea de hacer cosas que estimulen el crecimiento es correcta pero hay que hacerlo bien. El problema de subir impuestos es que luego no se bajan nunca y compites con países con menores cargas.

“¿Pacto de rentas? Es difícil de entender”

¿Qué opina sobre la necesidad de un pacto de rentas para repartir los costes de la crisis? Un pacto de rentas es difícil de entender. Una parte de moderación salarial se entiende, pero ¿qué significa moderar los márgenes? Ni yo me veo capaz de decir cómo tratar de hacerlo. ¿Actualmente hay margen para que haya más competencia en España? Quedan muchos reductos en los que se puede mejorar, especialmente en el sector servicios. Un ejemplo es el taxi, que es un lobby que no quiere cambiar y no deja entrar a nuevos competidores. Quedan sectores en los que se puede empujar y también en servicios en general. Por ejemplo, en la energía y las telecomunicaciones, lo que ayudaría a que hubiera más competencia es que las empresas fueran mucho más transparentes y claras en las ofertas que hacen a los consumidores. Muchas veces es imposible entender la cantidad de condiciones que imponen. Eso facilitaría comparar y que hubiera más competencia. Aquí hay campo. ¿Y la Administración? Vemos la cantidad de asesores que hay. Aún hay duplicidades que se podrían arreglar entre el Estado y las autonomías, además de digitalizar mucho más todos los procesos. La Administración ha mejorado en eficiencia, pero aún le queda bastante por hacer. Y aquí tenemos la costumbre de que cada vez que se cambia el Gobierno se cambian muchos cargos hasta muy abajo. Y eso tampoco lleva al ahorro. El mecanismo de contratar asesores es, al final, financiación a los partidos.

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