La flota cerquera gallega dispersa su voz entre una decena de asociaciones

El cerco gallego atraviesa momentos difíciles. Además de los problemas del sector pesquero en su conjunto, como la caída del consumo de pescado o la falta de relevo generacional, este segmento de flota sufre por la escasez de cuotas. Una situación que a lo largo de los últimos años les ha obligado a parar, a innovar para buscarse las castañas y, sobre todo, a negociar para encontrar soluciones. Con ánimo de gestionar mejor las cuotas y también de ganar fuerza, surgieron en su momento una serie de movimientos asociativos, siendo el de mayor envergadura el de la Asociación de Armadores de Cerco de Galicia (Acerga). Sin embargo, el cerco está poco a poco volviendo a dispersar su voz, con más buques que van por libre y con una decena de asociaciones.

El Boletín Oficial del Estado (BOE) recogía ayer la resolución de la Secretaría General de Pesca por la que se establecen las posibilidades de pesca para los barcos de cerco que trabajan en el Cantábrico Noroeste. En concreto, reparten las cuotas de la caballa de la zona VIIIc (de Fisterra al País Vasco) y del jurel tanto en esa misma zona como en la IXa (de Fisterra al Golfo de Cádiz), con 24.826,176 toneladas en el primer caso y 28.409 en el segundo (8.988,8 para el stock de la VIIIc y 19.420,2 para el de la IXa).

Pesca recoge todos y cada uno de los barcos que participan en la pesquería, dividiendo en función de si trabajarán de forma individual, con sus propios cupos, o lo harán de forma conjunta, compartiéndolos para intentar aprovecharlos mejor.

En el caso de las embarcaciones de la comunidad gallega, la mayoría están bajo el paraguas de Acerga, que aunque sigue siendo la principal agrupación (es una OPP, organización de productores pesqueros) en la comunidad, ha perdido fuerza. En concreto, ahora son 81 barcos, 27 menos que antes por la baja de numerosos asociados que o bien se integraron en otras asociaciones o prefirieron ir por libre.

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