Sargadelos: 200 años en azul y blanco

El cierre de la planta de Cervo es un golpe simbólico para la identidad cultural gallega

Indicaciones en el complejo de Sargadelos en Cervo. |  Eliseo Trigo

Indicaciones en el complejo de Sargadelos en Cervo. | Eliseo Trigo

Manolo Rodríguez

Manolo Rodríguez

A Coruña

«Sargadelos es algo más que una empresa y forma parte del patrimonio industrial y cultural de todos los lucenses y de todos los gallegos», aseguró el presidente de la Diputación de Lugo, José Tomé Roca, tras conocer el anuncio del cierre de la fábrica de Cervo. Sus palabras reflejan el impacto de una decisión que supone mucho más que el fin de una actividad productiva: es un golpe simbólico para Galicia y su identidad cultural.

La historia de Sargadelos se remonta a 1806, cuando el empresario Antonio Raimundo Ibáñez fundó en Cervo una fábrica pionera en la producción de cerámica. Con un innovador proceso industrial, la factoría vivió un auge inicial que la convirtió en un referente. Sin embargo, diversos problemas económicos y políticos forzaron su cierre a mediados del siglo XIX, dejando en suspenso un legado que décadas después resurgiría con fuerza.

Fue en el siglo XX cuando el artista e intelectual Isaac Díaz Pardo, junto con Luis Seoane, recuperó el espíritu de Sargadelos, dándole una nueva dimensión. La fábrica no solo retomó su producción, sino que se convirtió en un emblema de la identidad gallega, fusionando arte e industria con un estilo propio inspirado en la tradición cultural de Galicia. Sus piezas, con diseños inconfundibles, se han convertido en símbolos de la creatividad y el arraigo a la tierra.

El grupo Sargadelos cuenta con dos fábricas de cerámica: la de O Castro, en Sada, y la de Cervo, considerada la más emblemática y declarada Ben de Interese Cultural (BIC) por la Xunta. El cese de actividad en esta última pone en riesgo un patrimonio industrial y artístico que ha sido clave en la proyección cultural de Galicia dentro y fuera de sus fronteras.

Con el cierre de la planta de Cervo, desaparece una parte de la marca que ha plasmado el alma gallega en cada una de sus creaciones. Ahora, la incertidumbre se cierne sobre la continuidad de un legado que ha sido durante más de dos siglos un símbolo de resistencia y creatividad en azul y blanco.

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